Tras renunciar al trono papal en el siglo XIII, el ermitaño Celestino V fue confinado en una celda por orden de su sucesor, Bonifacio VIII. Siete siglos más tarde, una radiografía reveló un agujero en su cráneo que reavivó la sospecha de un asesinato. Y el autor, precisamente, quien ordenó encerrarlo para luego tomar el poder.
En diciembre de 1294, apenas cinco meses después de haber sido elegido Papa, el anciano Pietro del Morrone, conocido como Celestino V, sorprendió al mundo cristiano: renunció voluntariamente al trono de San Pedro. Su decisión, inédita en siglos y que se repitió recién en 2013 con Benedicto XVI, dio lugar a una transición de poder que, según muchos historiadores y teóricos, terminó en tragedia.
Celestino V murió el 19 de mayo de 1296 encerrado en una celda de piedra en el castillo de Fumone (Italia). Tenía 81 años y, aunque oficialmente se dijo que su muerte fue natural, una oscura sospecha acompañó su final desde entonces. La más fuerte hipótesis que señala a su sucesor, Bonifacio VIII, como el autor intelectual del crimen, volvió a escena siglos después gracias a una novela de ficción.
Papa Celestino V: la gran renuncia, encarcelado y una muerte entre sospechas de asesinato
Papa Celestino V: la gran renuncia, encarcelado y una muerte entre sospechas de asesinato
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Celestino V, el papa ermitaño y la renuncia que cambió la historia
Pietro del Morrone no quería ser Papa. Vivía como monje benedictino en una cueva de los Apeninos, alejado de la política y el poder. Pero tras dos años de parálisis en el cónclave -uno de los más extensos de la historia- y presiones de la nobleza, aceptó la tiara papal a los 79 años, convirtiéndose en Celestino V.
Su papado fue breve entre julio y diciembre de 1294, caótico y manipulado por figuras ambiciosas. Cansado, asustado y convencido de que no estaba a la altura, abdicó. Fue la primera renuncia papal desde el siglo VI.
Una hipótesis que perdura es la de que Bonifacio VIII (ilustración) mató a Celestino V para quedarse con el papado
Una hipótesis que perdura es la de que Bonifacio VIII (ilustración) mató a Celestino V para quedarse con el papado
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Bonifacio VIII, su sucesor inmediato, no quiso arriesgarse a que Celestino se convirtiera en una figura rival o símbolo de legitimidad papal alternativa. Lo hizo encarcelar en una torre fortificada, bajo la excusa de protegerlo.
Celestino vivió los últimos meses de su vida en esa celda húmeda, aislado, rodeado de muros y silencio. En 1296, murió. El Vaticano jamás investigó su fallecimiento, pero la versión oficial fue simple: vejez y deterioro físico.
Celestino V: una radiografía, un agujero y una hipótesis de asesinato
La sospecha del asesinato de Celestino V revivió en 2007, cuando un grupo de científicos italianos estudió sus restos, conservados en la Basílica de Santa María de Collemaggio. La sorpresa fue mayúscula: encontraron un pequeño orificio en su cráneo, en la región occipital, perfectamente redondo.
Según los forenses, el agujero era compatible con la inserción de un clavo de hierro. Las conclusiones sugerían que el Papa habría sido ejecutado con un golpe preciso en la nuca. Aunque también se barajó la posibilidad de una perforación posterior a la muerte, la sospecha volvió a girar sobre Bonifacio VIII.
Papa Celestino V: retrato al fresco por Niccolò di Tommaso, siglo XIV
Papa Celestino V: retrato al fresco por Niccolò di Tommaso, siglo XIV
CC
La figura de Celestino V fue rescatada de la historia e impulsada a la cultura popular por "Ángeles y Demonios", la novela de Dan Brown luego adaptada en el cine. En ella, se insinúa que su asesinato estuvo ligado a intrigas oscuras y sociedades secretas.
Si bien la novela mezcla hechos reales con ficción, volvió a poner en el centro del debate a uno de los papas más enigmáticos del Medioevo. El clavo en el cráneo se convirtió en símbolo de traición, y Celestino V pasó a ser visto por muchos como un mártir del poder vaticano.
Cuando Benedicto XVI visitó la iglesia en 2009, colocó el largo palio de lana que había usado durante su Misa de Entronización sobre el ataúd de vidrio de Celestino V como ofrenda, un gesto que, en 2013, muchos interpretaron como una señal de su próxima (y también histórica) abdicación.