El enigma de Juan XX y los números perdidos
La historia del Papado, rica en tradiciones y solemnidades, también está salpicada de errores desconcertantes, leyendas insólitas y episodios macabros. Una de las curiosidades más llamativas es que Juan XX nunca existió. Un error administrativo ocurrido en 1276 dejó este número vacante tras confundir a un antipapa, Juan XVI, con un Papa legítimo, y malinterpretar una referencia en el Liber Pontificalis sobre un supuesto “Juan XIV bis”. El equívoco jamás fue corregido, y el lugar quedó permanentemente vacío.
Pocos años después, en 1281, se repitió un episodio similar. El Papa que quiso llamarse Martín IV no advirtió que los papas Marino I y Marino II habían sido erróneamente registrados como Martín II y Martín III, generando dos números inexistentes en la lista de los “Martines”.
El primer Papa que abdicó
Una de las historias más insólitas del Papado la protagonizó Celestino V, quien en 1294 renunció voluntariamente al trono de San Pedro, algo prácticamente inédito en la historia de la Iglesia. Celestino era un monje ermitaño de vida austera, elegido Papa a los 85 años tras un largo cónclave sin consenso. Sin experiencia en el manejo del poder, se sintió abrumado por las intrigas y la vida cortesana de Roma.
Después de apenas cinco meses en el cargo, promulgó un decreto autorizando la renuncia papal (algo que no estaba formalmente previsto) y abdicó para regresar a su vida de retiro espiritual. Sin embargo, su sucesor, Bonifacio VIII, temiendo que su figura fuera utilizada para disputarle el trono, lo mandó encarcelar en un castillo, donde Celestino murió poco después.
La dimisión fue tan impactante que Dante Alighieri, en su Divina Comedia, lo habría retratado entre los tibios o cobardes del Infierno, que no se ponen a favor de nadie, ni de Dios ni del Diablo.
La trágica “cura” de Inocencio VIII
La historia papal también alberga relatos escalofriantes como el de Inocencio VIII. Gravemente enfermo en 1492, accedió a un tratamiento “innovador” que consistía en beber sangre de niños saludables. Tres niños de diez años fueron utilizados para este fin, pero la práctica fue un desastre: los tres murieron por hemorragias, e Inocencio falleció poco después, dejando una mancha sombría en la historia de la medicina medieval y de la Iglesia.
El Sínodo Cadavérico: un juicio contra un muerto
Si hablamos de horrores, el Sínodo Cadavérico es insuperable. En 897, el Papa Esteban VI exhumó el cuerpo de Formoso para someterlo a un juicio post mortem. El cadáver, vestido con ornamentos papales, fue sentado en un trono y acusado de herejía y perjurio. Fue declarado culpable, mutilado y arrojado al río Tíber.
El grotesco espectáculo generó tal escándalo que provocó la caída de Esteban VI, quien acabaría encarcelado y asesinado. Años más tarde, Formoso fue rehabilitado y enterrado dignamente.
La leyenda de la Papisa Juana
Entre los mitos más fascinantes destaca el de la Papisa Juana, una mujer que, según la leyenda, habría ocupado el trono de San Pedro en el año 1100. El primer registro escrito data del siglo XIII, atribuido al cronista Jean de Mailly. Se cuenta que Juana ocultó su sexo hasta que, durante una procesión, dio a luz públicamente, revelando su identidad femenina.
Algunos historiadores creen que la leyenda nació de la confusión con un monumento pagano descubierto cerca del Coliseo. Aunque la Iglesia ha negado sistemáticamente su existencia, la figura de la Papisa Juana sigue alimentando debates históricos y literarios.
Así, entre realidades insólitas y mitos perdurables, el Papado revela facetas tan humanas como extraordinarias, donde la gloria espiritual convive con errores, excesos y misterios que atraviesan los siglos.