Durante el funeral del papa Pío XII, un caluroso otoño romano de 1958, una fuerte explosión proveniente del ataúd del pontífice horrorizó a quienes asistían a la procesión. La causa fue un embalsamamiento fallido que no sólo arruinó los rituales fúnebres, sino que también selló la suerte del médico responsable.
Pío XII, de nombre original Eugenio Pacelli, lideró la Iglesia católica durante uno de los períodos más oscuros del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial.
Había sido elegido en 1939, seis meses antes del inicio del conflicto. Hablaba alemán con fluidez y había representado al Vaticano en Alemania entre 1917 y 1929. Su figura sigue siendo controversial: para algunos, un Papa santo que ayudó a salvar judíos en Roma; para otros, alguien que fracasó por no condenar explícitamente el Holocausto.
Pero su legado quedó empañado por el desastroso final que tuvo su cuerpo tras la muerte.
El cuerpo del papa Pío XII explotó en el ataúd: el fallido funeral que horrorizó al Vaticano
El cuerpo del papa Pío XII explotó en el ataúd: el fallido funeral que horrorizó al Vaticano
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Un médico sin credenciales y un método “milagroso” que salió mal
Desde hacía años, el papa Pío XII confiaba su salud a Riccardo Galeazzi-Lisi, un oftalmólogo de Roma que también se desempeñaba como su médico personal. Lejos de la excelencia médica, Galeazzi-Lisi acumulaba antecedentes de charlatanería, según historiadores.
Cuando Pío XII murió el 9 de octubre de 1958 a los 82 años, el médico convenció al Vaticano de que no era necesario practicarle un embalsamamiento tradicional. En cambio, propuso un método alternativo, desarrollado junto con el cirujano Oreste Nuzzi, al que llamaron “ósmosis aromática”.
El cuerpo del papa Pío XII explotó en el ataúd: el fallido funeral que horrorizó al Vaticano
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El procedimiento prometía conservar el cuerpo sin necesidad de incisiones ni extracciones de órganos: sólo se requería envolver el cadáver con celofán y aceites aromáticos durante 24 horas.
La técnica -según aseguraban- se inspiraba en los primeros cristianos y en la forma en que fue tratado el cuerpo de Jesucristo.
La descomposición en vivo del cuerpo de Pío XII
Apenas el cuerpo de Pío XII fue expuesto en la Sala de los Suizos, en Castel Gandolfo, el método mostró su fracaso. En minutos, la piel se llenó de arrugas, y lo que vino después fue descrito por testigos y médicos como “la descomposición en vivo más rápida que recuerda la historia de la medicina forense”.
El cadáver comenzó a hincharse por los gases internos. El rostro se volvió ceniciento, y por la boca y otros orificios comenzaron a fluir fluidos oscuros. El hedor se volvió insoportable. Los guardias suizos, que debían hacer guardia junto al féretro, empezaron a desmayarse por el olor, lo que obligó a una rotación constante cada 15 minutos.
Según las crónicas de entonces, una furiosa sucesión de fenómenos cadavéricos transformadores comenzó. El cadáver del Papa se hinchó, el rostro se volvió gris y una "miasma" oscura brotaba de su boca, posándose en sus ojos.
El cuerpo del papa Pío XII explotó en el ataúd: el fallido funeral que horrorizó al Vaticano
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La explosión del ataúd de Pío XII
El momento más estremecedor ocurrió durante la procesión fúnebre. El calor de aquel otoño de 1958 y el encierro del cuerpo en un ataúd sellado provocaron una acumulación de gases que, según versiones, hizo estallar la cavidad torácica del pontífice, generando un estruendo aterrador.
El New York Times informó en ese momento que “muchos cientos de miles” de fieles fueron testigos del malogrado embalsamamiento. Algunos reportes mencionaban incluso que los sellos del ataúd se rompieron por la presión interna.
El cuerpo del papa Pío XII explotó en el ataúd: el fallido funeral que horrorizó al Vaticano
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El escándalo fue tan grande que marcó el final de la carrera del oftalmólogo Galeazzi-Lisi. El papa Juan XXIII, sucesor de Pío XII, lo expulsó del Vaticano. Poco después, el Consejo Médico Italiano también lo echó de la institución por mala praxis.
El Papa que condujo la Iglesia durante la guerra terminó siendo recordado también por el escándalo posmortem que puso fin a la era de los embalsamamientos improvisados en el Vaticano.