Todos los días, desde hace 16 años, el matrimonio compuesto por José González y Vanesa Peralta, sale de su casa del puesto San Vicente en Asunción, Lavalle, y lo primero que escuchan es el balar de sus 200 cabras que cuidan en dos corrales grandes.
Es el jueves 22 de noviembre y el día anterior la temperatura llegó a los 40 grados. Ahora el calor cedió y le dio su lugar a un viento embravecido que juega a su gusto con los médanos. “En Lavalle solo llueve tierra”, dice el puestero de rostro curtido por el desierto.
Una vez más en esta parte del año, las lluvias han estado ausentes y los González son uno de los más de 230 pequeños productores (puesteros) que deben luchar a diario contra la falta de agua a la hora de alimentar a los caprinos.
“Por suerte algunos algarrobos y alpatacos están dando poco de sus frutos para que los animales se alimenten”, cuenta José, quien ya está acostumbrado a hacerle frente a la sequía.
En lo referente al agua para beber y para higienizarse, los puesteros de esa zona del secano lavallino se nutren de los 1100 litros de agua por mes que el municipio les provee.
Pero para los animales la falta de lluvias no solo hace que "ni siquiera algo de pastito crezca", sino que la vegetación que si bien es de zona árida, necesita de al menos algo de agua.
Eso se traduce en la mala alimentación del animal, ya que no logra desarrollarse como corresponde y, por caso, las hembras preñadas dan a luz a crías demasiadas pequeñas que posteriormente no pueden ser vendidas. La familia González vende entre 3 y cuatro chivitos por semana a gente particular. "En 15 minutos lo entrego faenado", asegura José.
Con balde
No muy lejos, Ángel Pereyra, un hombre que hace más de 20 años "que no salgo del campo", está al cuidado de las cabras en el puesto El Colamora, también en la zona de Asunción. A diferencia de otros, ese sitio cuenta con un pozo de agua y es Ángel quien ensaya una especie de riego manual con un balde para "que crezca algo de pastito", que con esta sequía demora mucho en hacer su trabajo: "la tierra seca está sedienta y es poco lo que crece para los animales que hay", se lamenta.
A la hora de dejar que la manada vaya a comer a campo traviesa, Ángel cuenta con otro problema: el abigeato: “como estamos cerca de la ruta, muchas veces aparece gente en camionetas 4x4 y se lleva algún que otro animal grande. Y muchas veces se trata del padrillo que es el que preña a las hembras”. Todo eso no ocurriría si la sequía no fuera tan brutal porque los animales no se irían tan lejos.
Precio a la baja
Ante las lluvias escasas, tanto José González como Ángel Pereyra deben salir a comprar forraje para alimentar a los chivos, básicamente compran maíz para el engorde ya que entre diciembre es cuando más crías nacen y es el mejor momento para el negocio.
“El precio de un chivito para la venta va de 800 a 1000 pesos y después del mes y medio ya es viejo para venderlo”. En ese sentido, el fragor inflacionario no los acompaña: “el año pasado se vendía apenas un poco más barato y hay que tener en cuenta que, por ejemplo el precio de la harina pasó de 700 pesos a 1.500”, redondea la idea José Oviedo, presidente de la Asociación Ganadera Centro Cuyano de Lavalle.
Depredadores
La geografía seca, ganada por médanos que se mezclan con pequeños árboles achaparrados, genera una visión general de color marrón mezclada con el verde opaco de los vegetales. Cuando la lluvia tarda -como sucede ahora- hacen su aparición dos depredadores naturales de las cabras: el puma y el zorro, “que, justamente, en busca de agua transitan kilómetros y a veces dan con un rebaño”, cuentan los puesteros del lugar.
Pasa que tanto el puma como zorro son especies protegidas por ley y, en teoría los puesteros no pueden matarlos. "Pero una puma hembra con dos crías, son capaces de matar más de 20 cabras. Una para comer y la otra cuando la puma les enseña a cazar a sus cría. Los zorros, en cambio, muchas veces enfrentan a los perros y se meten a los corrales".
Dicen los puesteros que las crías recién nacidas son sus favoritas: "Y hay ocasiones que en el ataque también matan a la cabra parturienta".
A la espera
Con poco a favor y bastante en contra, los puesteros siguen aferrados a su rutina. A diferencia de otros productores más "mediáticos", la gente del secano lavallino no apela mucho a la queja; sí al ingenio a la hora de surfear su suerte. Por las mañanas, bien temprano, atinan a mirar hacia el cielo a la espera de que algunas nubes de tormenta amenacen con eclipsar al brutal sol el desierto. Para que la algarroba, el alpataco, la jarilla, el atamisque, el chañar o la vidriera, den los frutos y las flores para los animales.
Si eso no ocurre, "si el fin de año no es llovedor" -como dicen-, una vez más verán el modo de que las 200 mil cabras con que cuenta el secano de Lavalle salgan adelante con poco y nada de agua.
A la espera de una ley
Desde la Asociación Ganadera Centro Cuyano de Lavalle informaron la preocupación en tres temas concretos que padecen los pequeños productores.
Peligro, brucelosis. "La vacunación de la brucelosis de las cabras se ha cortado este año", cuenta el presidente José Oviedo. "Este año no hubo presupuesto para comprar la vacuna con todo el riesgo que conlleva ese corte en la cadena de sanidad". Este año por seis meses se cortó el financiamiento, según explicaron desde el gobierno y se necesita una de ley prorroga de la Legislatura provincial.
Depredadores. Según los lugareños, la lucha con los depredadores es cada vez más difícil. "Al puma y al zorro ahora hay que sumarle al pecarí. Antes nos daban permiso para matarlos pero ahora está prohibido. Las gallinas, por ejemplo, casi han desaparecido de los puestos porque son presas fáciles". En ese sentido, Oviedo cuenta que en otras provincias, el problema se ha legislado y se permite la caza de depredadores en determinadas épocas del año.
Dosis caras. En cuanto al ganado bovino de la zona, desde la Asociación se quejan del alza en los precios de la dosis: pasó de $ 57 a $ 70, "y tenemos noticias de que volverá a aumentar". El municipio de Lavalle pone las movilidades gratuitas para las zonas más alejadas y de difícil acceso a la hora de la vacunación, "pero para los productores pequeños ese aumento es demasiado".
La provincia ofrece ayuda financiera
Consultado sobre la sequía y falta de alimentos que atraviesa el sector, el director de Ganadería de la provincia, Ramiro Zaragoza, sostuvo que conocen la situación. En este sentido, comentó que están trabajando para solucionar parte del problema.
“Los principales problemas de la producción caprina son los predadores naturales a lo que este año se sumó un invierno frío y sin lluvias que diezmó las pasturas”, comentó Zaragoza, quien aseguró que se ha puesto a disposición de los productores el plan forrajero. “Hemos aconsejado ajustar los manejos tradicionales”, señaló.