En todos los sitios en que desarrollamos actividades, siempre existe alguna persona que se inmiscuye en asuntos que no le incumben. La lengua lo refleja en una cantidad importante de vocablos, de los cuales inmediatamente sobresale el verbo 'entremeter': su primera acepción es la que lo define como "meter algo entre otras cosas", sinónimo de "intercalar, interponer: "Fue entremetiendo algunas flores rojas en medio de una mayoría de blancas". Pero la acepción que nos interesa es la que define este verbo como "inmiscuirse alguien en asuntos o conversaciones ajenos, que no son de su incumbencia": "Dígale que no se entremeta en donde no le importa". El participio de este verbo, 'entremetido', se usa habitualmente como adjetivo, con el valor de "meticón, curioso, indiscreto". Estas formas con la vocal 'e' se presentan, además, con la variante con 'o', como 'entrometer' y 'entrometido'.
Sinónimos son, respectivamente, 'fisgonear' y su adjetivo correspondiente, 'fisgón': el vocablo 'fisgonear' puede también ser 'fisgar' y los dos equivalen a "husmear, curiosear": "Siempre anda oculto en un rincón, fisgando (fisgoneando) todo". Lo mismo en cuanto al adjetivo 'fisgón' o 'fisgador', que no es otra cosa que el indiscreto y curioso.
Un adjetivo que señala esta afición tan desagradable es 'cotilla', definido como "persona amiga de chismes y cuentos". El registro es coloquial y se usa indistintamente para masculino o femenino. Le corresponde el verbo ‘cotillear’.
Del catalán "xafarder" nos ha llegado ‘chafardero’, sinónimo de 'cotilla' y de 'chismoso': "Por todos lados, observamos corrillos de chafarderos".
Se presentan, además, 'conventillero, 'chimiscolero' y 'boquiflojo'; con esa técnica circular de los diccionarios, se va definiendo uno con los términos del otro. También se da 'faruscas', que connota, además de la cualidad de chismoso, la característica de la hipocresía. En cuanto a 'conventillero', su ámbito de aplicación es Argentina y Uruguay, con el valor señalado, en una esfera coloquial.
Un adjetivo absolutamente descriptivo del accionar de un chismoso es 'correveidile', que ilustra coloquialmente tanto al hombre como a la mujer que lleva y trae cuentos y chismes. Cuando a esta actividad se le suma el hecho de concertar, encubrir o facilitar una relación amorosa, por lo general ilícita, el adjetivo adecuado es 'alcahuete' o 'alcahueta', expresión procedente del árabe.
En la esfera verbal, nos encontramos con 'chismorrear', que se presenta como "hablar con indiscreción o malicia de alguien o de sus asuntos": "Esas comadres chismorrean el día entero".
Este mismo verbo, que puede también ser 'chismosear', 'chismear', en Cuba y Puerto Rico, aparece como 'bembetear'. Se presenta, además, como sinónimo, 'camandulear', que en nuestro país, Uruguay, Paraguay, Venezuela y México, indica que la intriga se lleva a cabo con hipocresía: "No se imagina lo que esas dos personas son capaces de camandulear".
¿Y ‘mangonear’? Es de valor coloquial, con el significado, atribuido a una persona, de "intervenir en asuntos que le conciernen o no, imponiendo a los demás su carácter voluntarioso": "Siempre se destaca en las asambleas porque interrumpe y mangonea".
Al trabajar con este verbo, se nos presenta 'caciquear' que, vinculado a la figura del cacique, se aplica para referirse a la acción de "intervenir en asuntos usando indebidamente autoridad, valimiento o influencia": "Desagradables esos personajes que caciquean en las reuniones".
Nos quedamos pensando acerca del contenido de esta paremia: "Chisme averiguado, jamás es acabado". Y también nos parece adecuado el refrán incluido en el Refranero multilingüe: “Quien mucho habla mucho yerra”: en él se da el consejo de ser moderados y prudentes al hablar, a fin de no cometer equivocaciones. La variante de este refrán dice: “Habla poco, escucha más y no errarás”.