¡Por no manchar con tu sangre el cadáver del valiente coronel Pringles, no te hago pegar cuatro tiros ahora mismo! ¡Cuidado otra vez, miserable, que un rendido invoque mi nombre! Fue la dura advertencia del jefe federal Facundo Quiroga al oficial que le dio muerte.De muy joven, Pringles trabajó como empleado en el comercio. Luego se enroló en las milicias de su provincia, San Luis, repeliendo ataques de los indígenas. En esos años, San Martín formaba el Ejército de los Andes en Mendoza.
En 1819 se produce un acontecimiento en San Luis que conmocionó a la comunidad puntana y tuvo fuertes ecos en el resto del país, llegando luego a los jefes españoles en Lima, Perú y en la metrópoli. Jefes españoles prisioneros en su mayoría de las batallas de Chacabuco y Maipú, alojados en San Luis, gozaban de la consideración y respeto por parte de las autoridades y comunidad puntanos, gozando de ciertas libertades, compartiendo en la comunidad. En esos días llegaba Bernardo de Monteagudo, el abogado tucumano, hombre de temple y fuerte carácter. Se generaron algunos enfrentamientos, que fueron agravando la situación hasta el punto de la sublevación de los prisioneros españoles con intentos de asesinar al Gobernador Vicente Godoy y otros funcionarios para luego planear fugarse. El pueblo reaccionó indignado y la sublevación e intento de fuga fue sofocado violentamente, muriendo muchos de ellos, y otros sumariados y fusilados. Sólo se salvaron dos españoles. Pringles participó en estas acciones y también Facundo Quiroga que estaba detenido por desertor. Su ayuda fue decisiva en la conjura de los insubordinados.
Luego se incorporó al Ejército de los Andes revistando en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Formó parte de la expedición por mar a Perú participando en las campañas militares. Desembarcó en Paracas junto al Ejército expedicionario y participó en la batalla de Nazca.En un hecho que engrandeció su figura y lo catapultó a la posteridad, sucedió en oportunidad en que un escuadrón realista, el Numancia, se pasaba a las filas de los patriotas; San Martín ordenó al coronel Rudecindo Alvarado al mando de 700 jinetes, protegiese la marcha del Numancia. Alvarado dispuso que Pringles con 18 granaderos y un guía se adelantase y llevara instrucciones al capitán colombiano Tomás Heres. No debía combatir. En Caleta de Pescadores a 15 kilómetros de Chancay fue sorprendido por la caballería realista. Una fracción de 60 jinetes de Dragones al mando del capitán Fernández, iba a su encuentro, Pringles ordenó una carga de caballería, pero fue rechazado y al retroceder vio que le cerraba el paso otra fracción enemiga, no obstante, arremetió, pero muchos de sus hombres puestos fuera de combate y varios heridos. Sólo 4 estaban en condiciones de pelear. Antes que rendirse, decidió adentrarse en el mar con sus hombres. El jefe realista, el asturiano Jerónimo Valdez, le gritó que regresara, pues valorando la decisión de Pringles, ordenó acudir en ayuda para que salieran del mar. Los realistas habían tenido 26 bajas entre muertos y heridos. San Martín había ordenado que no se debía entrar en combate.
El jefe español asombrado por esta acción de Pringles, garantizó su vida y la de sus hombres, siendo salvados en tal circunstancia. Estuvo prisionero en la fortaleza del Callao, siendo luego liberado cuando los patriotas tomaron la fortaleza. Reincorporado a su Regimiento, fue condecorado con una medalla: “Gloria a los Vencidos de Chancay”
Continuando en las acciones de Perú, participó en la segunda campaña de la cierra. En 1822, ascendió a Capitán y participó en la expedición de puertos intermedios. Participó en las acciones de Junín donde ayudó a salvar la vida de Mariano Necochea herido gravemente y en Ayacucho, las dos últimas batallas de la independencia. Por su desempeño en Junín fue condecorado con la medalla “Estrella de Junín”. Condecorado también como “Benemérito en grado heroico” por su desempeño en Ayacucho.
Regresó a la Argentina y participó en la guerra contra Brasil, destacándose en la batalla de Ituzaingó a las órdenes de José María Paz.Pringles se había unido a las huestes unitarias de Juan Galo Lavalle contra Manuel Dorrego.
A las órdenes de Isidoro Suárez, participó en las acciones en el interior de la provincia de Buenos Aires, peleando en Las Palmitas. Luego participó en las batallas de San Roque, La Tablada y Oncativo a órdenes del general José María Paz.
Ascendido a coronel, reclutó tropas en el interior de San Luis para sumarlas al bando unitario en Córdoba. En su provincia fue gobernador por 45 días y se ocupó de formar un escuadrón de lanceros. En viaje a Córdoba llegó a Río Cuarto, pero cuando Facundo Quiroga la tomó por asalto, logró huir a San Luis luego de ayudar al coronel Echeverría sitiado por Quiroga. Fue alcanzado por el jefe federal y derrotado en San José del Morro; Pringles volvía derrotado y enfermo; luego el 19 de mayo de 1831, fue derrotado por Quiroga en las márgenes del Río Quinto, en el Chañaral de las Ánimas.
Alcanzado por un oficial federal que no lo reconoció, le intimó rendición. Pringles le respondió que sólo se rendiría ante Quiroga, al momento, el oficial le disparó a quemarropa en el pecho, moribundo, fue llevado ante el jefe federal, pero murió en el camino: era un 19 de marzo de 1831. Quiroga cubrió su cuerpo con su poncho y con grave gesto amonestó al oficial, tal el comienzo de este artículo.En bandos contrarios, pero Quiroga sabía sobre la hombría de bien de Juan Pascual Pringles.Plazas, calles y escuelas llevan el nombre del héroe puntano. Sus restos descansan en un mausoleo en la Catedral de San Luis.