15 de marzo de 2025 - 09:14

Papelones libertarios: ¿Qué hay de nuevo, viejo?

Esta semana, las imágenes de diputados libertarios a las piñas en el Congreso, o provocándose entre sí con gestos obscenos, exponen el deterioro de la expresión libertaria que en su génesis cuestionó todos los vicios de la política. Incluso, estos que hoy protagoniza.

Con una velocidad de implosión inusitada, La Libertad Avanza (LLA) ha expresado las falencias en su armado político; pero especialmente, las diferentes interpretaciones del ideario y el programa que le ofreció a la ciudadanía en la elección que consagró a Javier Milei como presidente de la Nación.

A poco de andar, algunos legisladores fueron directamente expulsados del bloque, como es el caso de Francisco Paoltroni y de la mendocina Lourdes Arrieta, cuya situación más que a un proceso de discusión política se transformó en una comedia de enredos no exenta de momentos absurdos o directamente vergonzantes para la responsabilidad institucional de su cargo.

En la misma línea debe inscribirse el rápido desgaste de la relación con la Vicepresidenta, Victoria Villarruel, que se expresó -también públicamente- con posturas encontradas frente a temas centrales o directamente con el destrato y el ninguneo de su investidura.

El escándalo de la criptomoneda $LIBRA y los episodios que involucran al asesor presidencial Santiago Caputo, también dan cuenta de piezas sueltas en el engranaje que conduce al país.

Esta semana, las patéticas imágenes de diputados libertarios, o que alguna vez en el pasado muy reciente pertenecieron a ese bloque, agarrándose a las piñas en el recinto del Congreso, o provocándose entre sí con gestos obscenos o agresiones directas como es arrojar agua en la cara, exponen el deterioro de la expresión libertaria que en su génesis cuestionó todos los vicios de la política. Incluso, estos que hoy protagoniza.

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En la misma línea, genera extrema preocupación sobre la viabilidad de un proceso histórico que parece sólo asentarse en la figura presidencial, cuyos excesos discursivos, en muchos casos también violentos, atentan contra el principal objetivo de la gestión: el necesario orden macroeconómico y el redimensionamiento del Estado (no su desaparición).

Lo cierto es que tales falencias en la administración de lo público y la incomprensión de la complejidad federal, suponen además una seria advertencia para los mendocinos desde el momento que el gobernador Alfredo Cornejo ha declarado su intención de alinear a la Provincia en el rumbo que el gobierno mileísta plantea, casi sin beneficio inventario. O de los esfuerzos cotidianos de su vice, Hebe Casado por mostrarse, con similares modales, como una libertaria más.

No se trata sólo de formas, que también importan, sino de interpelar hacia dónde y de qué manera el país (y con ello, Mendoza) pueden dar el salto de productividad con inclusión tan largamente postergado.

La vorágine de la conformación de alianzas electorales en pos de éxitos inmediatos no puede dejar de lado la necesidad de sostener con gestión y nuevas ideas, de candidatos idóneos, las expectativas de los ciudadanos. No más patitos en la cabeza... por favor.

¿La baja de la inflación nos permitirá tolerar el nombramiento de los jueces de la Corte por decreto?

¿Cuántos años más el Estado nacional seguirá funcionando con un presupuesto reconducido como en los últimos dos ejercicios?

¿La disminución del déficit fiscal será a costa del deterioro de la salud y la educación pública? ¿Por qué las buenas noticias del Gobierno no incluyen una mejora sustancial en la situación de los jubilados, siempre (y ahora también) postergados?

¿Cuánto tiempo más podremos soportar sin inversión en infraestructura básica, especialmente caminos y rutas imprescindibles para la conectividad, la vinculación logística, el turismo y la economía argentina?

Muchas preguntas que parecen dilatadas bajo el aparente éxito de un modelo todavía sin consolidar, y que empieza -peligrosamente- a taparse de escándalos.

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