El día previo a la noche de Halloween desde la ciudad de Vermont, la nostalgia los revive. Lo más cerca de esos festejos, en esta parte del mundo, muchas veces es lo que se ve en las películas norteamericanas.
Liniers se perpleja de los disfraces y recuerda uno en particular de ET. ¿Acaso serán capaces los recién disfrazados de por lo menos reconocer a ese mágico personaje en esta marea de streaming?
Dos años después de aquella noche en el teatro Plaza, los humoristas ilustres Ricardo Siri Liniers y Alberto Montt se siguen divirtiendo con la complicidad del otro. Uno dibuja, el otro ironiza. Uno narra, el otro lo plasma.
Una ida y vuelta de humor ácido, ocurrente y que permite trabajar el humor desde formatos distintos, manteniendo el objetivo de poder reírnos de nuestra propia naturaleza incompleta, a veces fallida y absurda.
-¿Cómo los han estado tratando en esta gira?
-L: Nos hizo dar vueltas por un montón de lugares que no hubiésemos imaginado cuando empezamos, no sabíamos ni siquiera que era y si lo íbamos a poder hacer pese lo que pese. Así que es una bonita sorpresa.
-¿Cómo se vive el humor desde estas dos temporalidades y puntos tan distantes?
-Montt: La verdad es que el humor es muy compartido, más de lo que uno cree. Cuando te subís al escenario en estos lugares te das cuenta que los disparadores de la risa son muy similares. Tenemos mucha más historia y bagaje compartidos del que creemos. Entonces cuentas el mismo chiste y se van a reír en México, Punta Arena o Mendoza.
-Sí todos nos reímos de lo mismo, ¿dónde se da ese encuentro?
-L: Y es que todos somos igual de perdedores. En todos los países, nos reímos más o menos por lo mismo: por corrupción de los políticos, por poca plata, por violencia. Y después también perdemos como seres humanos. Todos somos igual de ridículos. La diferencia, como dice Alberto, es más epidérmica. Uno dice que el pisco es peruano, otro dice que el pisco es chileno. Son como tonterías, pero la manera en perdemos, son más o menos parecido.
-Escarbando por ahí seguro encontrás un poco más...
-L: Si hacés un show, por ejemplo, en el interior de algún país pueden llegar a ser más católicos o religiosos, y puede que se ofendan un poquito más cuando nos metemos con temas como esos. Pero en línea generales, ofendemos más o menos parecido a todo el mundo.
-¿Cambian las formas como cambian los contextos?
-M: La verdad que lo que hacemos nosotros, a nivel gráfico como en el escenario, es más reírnos de los grandes temas. No vamos a criticar al político de turno o a él gobernador de aquí o al alcalde de allá. Lo que hacemos es reírnos de los temas más humanos, como decía Liniers: hablar de un poco del dolor común y ese dolor no cambia.
Por ahí si uno hablase de un político o personaje determinado, después por ahí no tiene ninguna relevancia. Lo que hacemos, lamentablemente yo creo, que va a estar vigente de aquí a veinte o treinta años (risas).
-Y a diferencia con la ilustración, ¿qué es lo que cambia en la comunicación arriba del escenario?
-L: Lo que cambia es la velocidad. Me parece que hay un vértigo, una adrenalina y una cosa del momento que no está obviamente cuando estamos sentados en nuestro cuarto tranquilos y relajados. Podés pensar cual es la mejor palabra para tal chiste, para tal momento y por ahí cambiás algo y funciona mejor. En el escenario no tenés tiempo de eso, todo sucede como a toda velocidad y eso genera también otro tipo de humor, y lo lindo, que creo que es algo que disfrutamos los dos, es que nos vamos del humor que hacemos muchas veces en los dibujos hacia otros un poco diferentes.
-A la hora del dibujo se repiten esos patrones o se juegan con otros recursos?
-M: Se mueven otros recursos pero al final del día se sigue un poco la obra que hace Ricardo o la que hago yo. Siempre es un poco menos puntual, lo que pasa es que cuando te burlas de una persona nunca sabes si la gente se ríe porque te estás burlando de esa persona, o porque el chiste está bien construido. Entonces cuando tratás de manejar una temática un poco más amplia, te obliga a construir mejor las ideas.
-¿Cuáles son los deseos en las giras que se vienen? ¿El show va a ir cambiando con el tiempo?
-L: Aparecen por ahí cositas que se van sumando al show que surgen por alguna tontería que hacemos. El show está vivo todo el tiempo, no es Hamlet: no tiene una cosa estática y tampoco es Hamlet porque no es tan bueno (ríe). No tenemos que aprendernos un guión ni hacer siempre lo mismo.
Como no somos actores profesionales, lo que disfrutamos es la sorpresa de lo nuevo. No podemos hacer todas las veces lo mismo y que siga funcionando, si nosotros nos aburrimos de algo que ya no nos divierte, nos damos cuenta que al público tampoco le hace tanta gracia. La fantasía para mí para adelante es que la gente siga apareciendo para poder seguir haciéndolo.
-¿Qué es lo que más les causa gracia a ustedes?
-M: Nosotros nos reímos de nosotros mismos. Mucho de lo que hacemos tiene en común aquello que nos molesta a nosotros. Por ahí la gente se siente identificada con eso, ¿no? Muchos de nuestros errores y nuestras vivencias terminan siendo compartidas por todos. Eso nos hace reír pero claro, a veces vemos la vida desde una vista más cínica, un poco más dulce, a veces más siniestra. Es un espectro amplio para acercarse al humor.