Aunque nadie lo crea: es perfectamente posible recorrer Sevilla, España, sin pisar un tablao flamenco, mencionar la Feria de Abril o disertar sobre la pureza de la siempre imponente Semana Santa. Y aún sobra tradición para rato.
En esta breve guía por la ciudad que administró la época más gloriosa del Imperio español, la historia toma las riendas y los clichés se quedan por el camino.
Sábado
10.00. Este año, Sevilla se llevó el premio de la crítica y del público. Además de haber sido seleccionada por Lonely Planet como el mejor destino del mundo para visitar en 2018, los usuarios de TripAdvisor señalan uno de sus monumentos, la Plaza de España, como el segundo lugar turístico más espectacular, solo por detrás del templo de Angkor Wat (Camboya).
Es imposible saberlo a ciencia cierta, pero puede que en ese pico de popularidad influyeran los paseos de Anakin Skywalker por los pórticos de la plaza en "Star Wars: Episodio II - El ataque de los clones".
Este espacio de dimensiones colosales fue construido para la Exposición Iberoamericana de 1929 y se destaca por sus 48 bancos adornados con azulejos que representan las provincias españolas: Sevilla no aparece (está presente en otros elementos ornamentales de la plaza) y por aquel entonces Canarias era una comunidad uniprovincial.
11.00. Dejamos el parque María Luisa por su extremo oeste y nos dirigimos hacia la Universidad de Sevilla, antigua tabacalera. Si la plaza de la que venimos fue diseñada con forma elíptica para representar un abrazo figurado a las tierras americanas, en este lugar los beneficios de la conquista se materializaban en riqueza para la Corona y la ciudad.
El edificio fue erigido en el siglo XVIII y albergó la primera gran fábrica de tabaco de Europa. Caminar en paralelo a su fachada renacentista con aires herrerianos es muy recomendable, siempre que en tu viaje al pasado no olvides que las ciudades modernas tienen sus peligros... como acabar en las vías del tranvía que tenés al lado.
Si sos de los que necesitan un café a media mañana, una buena opción es dejarte impresionar por el hotel Alfonso XIII, un cinco estrellas en el top 10 del lujo europeo que sin embargo sigue manteniendo la titularidad municipal. El imponente conjunto arquitectónico se completa con el anexo Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía.
12.00. Empequeñecidos bajo los 100 metros de altura de La Giralda comenzamos a tomar conciencia del papel de Sevilla en la historia. Como si fuera un estrato geológico, la torre de la catedral revela los períodos vividos por la ciudad: la base corresponde a la época en la que ejerció de capital de al-Andalus en la época almohade (siglo XII), mientras que el tercio superior evidencia el paso de mezquita a templo cristiano.
Llamar veleta a la estatua de más de tres metros que corona el campanario no sería hacerle justicia, y sin embargo, ese parece ser el origen del nombre tanto de la Giralda como del Giraldillo, derivado del italiano girandola (objeto que gira).
Con solo caminar unos pasos cambiarás radicalmente de escala en la plaza de Santa Marta, un minúsculo rincón del barrio de Santa Cruz que sirve de botón de muestra de todo su encanto. Una vez visitada, merece la pena la lucha por un espacio propio entre la vorágine de turistas y carruajes tirados por caballos y rodear el conjunto de la catedral, con especial atención al Archivo de Indias, base de datos primigenia de todo lo que acontecía en el Nuevo Mundo.
Ahora también es momento de encarar el Real Alcázar, un palacio cuyo origen se sitúa en el siglo XI y que aún se utiliza como alojamiento para los miembros de la Casa Real. Podrás visitar entre otros espacios el Patio de las Doncellas o el de las Muñecas, en el que hay nueve caras talladas en las columnas de los arcos.
13.00. Cruzando el Patio de Banderas llegarás a un pequeño callejón digno del Londres de "Jack el Destripador" por el que se accede a la calle del Agua, paralela a la muralla de la ciudad. Por el interior del muro que tenés a tu izquierda discurría el agua hasta los jardines de los Reales Alcázares, de ahí su nombre.
Es momento de dejarse llevar y disfrutar del mayor placer del viajero: perderse por las calles sin destino ni plazo. Si París bien vale una misa, el barrio de Santa Cruz seguro merece un retraso. Comienza aquí la búsqueda del tesoro: el que ocultan los enrejados y dan paso a los famosos patios de Sevilla con sus fuentes y su riqueza floral.
16.00 Retomamos el recorrido enfilando la calle Entre Cárceles hacia la Iglesia de El Salvador. Prestá atención: hay un símbolo que aparece una y otra vez por las calles de Sevilla. Es el No&Do, el lema de la ciudad que se atribuye al rey Alfonso X el Sabio en referencia a la lealtad de Sevilla en su guerra contra su hijo Sancho. Según la teoría más extendida, el curioso acrónimo se leería "No me ha dejado", en el que el símbolo central representa una madeja de lana.
Ya en la plaza del Salvador, lo primero que llama la atención son las dimensiones de la iglesia, el segundo templo más grande de la ciudad tras la catedral. Erigida sobre los restos de la mezquita de Ibn Adabbas, esta iglesia barroca es la sede de las hermandades de La Borriquita, La Pasión y El Amor.
17.00. Es hora de dejar por un momento la historia y adentrarse en la zona comercial que conforman las calles Sierpes y Cuna, unas avenidas que durante los meses de calor se cubren con toldos para paliar los efectos del sol abrasador de la ciudad.
En la Plaza de la Encarnación se alza la última incorporación al selecto club del patrimonio sevillano: el Metropol Parasol, obra del arquitecto alemán Jürgen Mayer. Al pie de la estructura descubrirás que las llamadas "Setas de Sevilla" en realidad se parecen más a un waffle de enormes dimensiones.
18.30. Los amantes del arte se estarán agarrando la cabeza: ¡las seis de la tarde y aún no se mencionó a Don Bartolomé! Es hora de enmendar el agravio y disfrutar de la obra del genial pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, especialmente ahora que se cumplen 400 años de su nacimiento.
Además de poder visitar la casa en la que vivió y desarrolló parte de su obra, el Ayuntamiento creó un itinerario para ver algunas de sus pinturas barrocas en la Catedral, el Palacio Arzobispal, el Alcázar, el Hospital de la Caridad o el convento de San Francisco, entre otros.
En nuestro caso, iremos al epicentro de su legado, que no es otro que el Museo de Bellas Artes: la exposición antológica sobre Murillo nos espera.
20.30. Hay que poner fin a la jornada. Al fin y al cabo, mañana nos espera una segunda parte igualmente intensa... Bajá por la calle Bailén en dirección al barrio del Arenal, donde podrás encontrar varios locales en los que cenar a base de tapas. Nuestra recomendación: La Brunilda en la calle Galera o La Azotea en la calle Zaragoza.
Y si creés que dormir es de débiles, las opciones de ocio nocturno en Sevilla son casi infinitas. De hecho, para alegría de mitómanos, existe un lugar en el que es posible brindar con sangre de Cristo ante el altar de la mismísima Duquesa de Alba. Se trata del bar El Garlochí (Boteros, 26), un tributo al exceso al que hay que peregrinar si el corazón te late a ritmo de paso procesional.
Para algo más tradicional, quizás mejor pasar por el Rinconcillo (Gerona, 40), que ya atendía clientela en tiempos de Calderón de la Barca.
Más convencional: las terrazas de la Alameda de Hércules o los bares del Paseo de Colón son una buena alternativa.
Domingo
10.00. La ruta arranca a orillas del río, en el puente de San Telmo. A tu izquierda, el Guadalquivir sigue su curso buscando el verde de Doñana y las playas de Sanlúcar de Barrameda antes de diluirse en el mar.
A tu derecha, una de las siluetas más reconocibles de Sevilla, la Torre del Oro, llamada así por el efecto del sol sobre su estructura. ¿Será esta la luz especial de la que habla la canción? La construcción, del siglo XIII, formaba parte de un esqueleto defensivo más amplio, cuya muralla protegía la zona del Arenal y la parte noble de la ciudad.
Si en épocas más gloriosas la torre era testigo de la llegada de grandes galeones que portaban el oro de América, hoy tiene que conformarse con turistas con ambiciones más modestas, como un paseo fluvial de pocas millas en alguno de los ferrys que tienen como punto de partida el embarcadero situado a sus pies.
Mezclados entre los turistas se ven deportistas de todo tipo, desde runners hasta ciclistas que aprovechan el paseo que discurre paralelo al río para hacer ejercicio al aire libre. Eliminar calorías siempre es un reto, pero seguro que hacerlo con el barrio de Triana como telón de fondo aumenta el nivel de endorfinas.
Un momento. Si tu vista no te engaña, hay algo ahí a lo lejos que no te cierra. ¿Qué es esa nota disonante en forma de edificio que rompe el cielo y los clichés arquitectónicos sevillanos? Ese rascacielos en medio de la nada es la Torre Sevilla, un proyecto a medio camino entre centro comercial y vivero de oficinas levantado en los terrenos de isla de La Cartuja, sede de la Expo de 1992.
Cruzá ahora el puente de San Telmo en dirección a la plaza de Cuba, línea divisoria entre los barrios de Los Remedios y Triana.
11.00. Antes de adentrarnos en el barrio, conviene dejar claro lo que Triana NO es, pese a su fama. Teniendo en cuenta que venís del esplendor del barrio de Santa Cruz, no esperes grandes monumentos, iglesias espectaculares o museos icónicos. Triana es autenticidad, pero no grandiosidad. Sin entrar en polémicas, hay quien dice que la esencia de la verdadera Sevilla se encuentra entre estas calles.
Iniciamos el recorrido en la calle Betis (nombre que recibía el Guadalquivir entre los romanos), en la margen derecha del río, un sinfín de fachadas que alberga en sus bajos una amplia oferta gastronómica y de ocio nocturno.
Recorridas varias manzanas, subí hasta la calle paralela (Pureza) y buscá la capilla de los Marineros, donde con un poco de suerte podrás decir que viste a la Esperanza de Triana, paso imprescindible de la Semana Santa sevillana. Detenete también en la iglesia de Santa Ana, en la plaza Altozano. Necesitarás reunir toda la fe posible para abordar el plato final de la escapada. De nuevo: dejate perder entre las calles aledañas, curioseá, descubrí. Pero no te desorientes demasiado: los vestigios del episodio más oscuro de la historia española esperan en el castillo de San Jorge.
13.00. Partamos desde la confluencia entre la calle Betis y el puente de Isabel II, más conocido como puente de Triana. Con un perfil más que discreto se alza el castillo de San Jorge, fortaleza musulmana construida en el siglo XII que ejerció de sede inicial de la Inquisición desde 1481 hasta 1785.
A pocos metros se encuentra el callejón de la Inquisición, un paso estrecho que lleva al río y desde el que es fácil imaginar el penoso tránsito de los encausados por el Santo Oficio en los llamados autos de fe, camino a los calabozos y salas de torturas.
Actualmente, los muros del Castillo de San Jorge albergan un mercado y -por aquello de que la historia nunca se cansa de las ironías-, un centro temático de la tolerancia.