El séptimo de caballería llegó justo para salvarnos

En un viernes en que el anuncio del 3,7% de inflación hacía predecir como negrísimo para Milei, el FMI de Trump tapó todo lo malo (que no era solo la suba inflacionaria). Y la esperanza vuelve a resurgir, aunque desde ahora todo será más difícil que en los primeros buenos tiempos. El séptimo de caballería puede salvarte de los villanos, pero no hacerte mejor. Y sólo se puede ser mejor si se aprende de los errores cometidos.

El tono del discurso de Javier Milei celebrando el acuerdo con el FMI, fue grandilocuente a veces pero no como en aquellas otras ocasiones donde rozó el delirio de creerse el mejor del mundo y de todos los tiempos. No fue ofensivo casi nunca y con un estilo más formalmente presidencialista que casi siempre. Eso indica que el anarcolibertario estaba más aliviado que contento y entonces decidió apelar a su veta más racional (porque a la vez estaba muy preocupado). Lo cierto es que anunció rectificaciones fuertes en su política económica pero inevitables (a veces bastante contradictorias con lo que hasta hace muy poco decían él y su ministro Caputo), porque las cosas no venían bien. Ni en lo político ni en lo económico. Y estaban afectando la percepción popular positiva de su gobierno. Cada vez un poquito más.

El 3,74% de inflación anunciado esta semana, más que un índice de medición económica se constituyó en una toma de temperatura febril, que indicó algo así como un 37 y medio de fiebre en vez del 36,5 normal que si hubiera permanecido, indicaba que la enfermedad inflacionaria iba hacia su completa extinción. Pero el indicador febril de 37 y medio alteró esa percepción de cura definitiva que Milei se cansó de repetir que ya estaba conquistada para la eternidad. Es cierto que esa fiebre todavía no da para preocuparse, pero indica una gripe importante con tendencias a incrementarse.

Todo esto tiene que ver con eso tan remanido por los tratadistas que algo saben, pero que es tan ignorado (o menospreciado) en el país de los argentinos quizá por histórico e inmodificable espíritu nacional y popular de desprecio o indiferencia hacia las instituciones republicanas (y no sólo en el peronismo). Tiene que ver con que el índice de calidad institucional si se deteriora, tarde o temprano también deteriora al económico. Una de las dos razones de la subida de la fiebre fue esa. Pero la otra fue aún más importante en la coyuntura: que el plan económico no daba para más, o dicho en otra forma, que ya había dado todo lo mejor de sí. Sin embargo -aunque a los contreras les cueste reconocerlo- dejó dos logros en gran medida estructurales: la guerra exitosa contra el déficit y contra la emisión. Y un tercero menos espectacular pero igual o aún más estructural: una constante lucha por la desregulación corporativa. No obstante, el gobierno comenzaba a perder la batalla contra el corazón de su éxito económico: la baja de la inflación. Por lo tanto algo había que hacer, algo grande. O cuando menos convertir en algo muy grande algo quizá no tan grande.

Es cierto que en su alocución, en vez de taparla, Milei admitió el aumento de la inflación, pero la gran y absoluta mentira del en general correcto discurso presidencial fue el de echarle la culpa del importante aumento inflacionario de este mes a los "econochantas", a los "periodistas ensobrados", a los políticos opositores y a todos los que según él predicen malarias, como si se tratara de una gran conspiración enemiga, cuando ese aumento inflacionario es una consecuencia directísima de dos cosas unidas: una sumatoria increíble de errores (y hasta horrores) políticos y un plan económico que ya se estaba agotando. O sea, la oposición podrá afectar con sus “intentos destituyentes” en otros temas, pero lo de la inflación es responsabilidad total de Milei y su gobierno. Tanto su baja, como ahora su tendencia a subir. No jodamos con lo obvio.

Ahora, más allá de todo eso, el cierre del acuerdo con el FMI constituye un buen respiro económico y si se lo aprovecha bien, también político. Pese a la suma de maldiciones lanzadas por Cristina y los suyos acerca de que se trata de una brutal devaluación en medio de un aún más brutal aumento de la inflación. Una cara de la moneda demasiado sesgada y peor si es dicha por los culpables de que casi el país volara por los aires hace apenas un año y meses.

Las cosas empezaron con el pie izquierdo para Milei este segundo año. Más concretamente desde su discurso en Davos el 23 de abril de 2025, a partir del cual no viene dejando macana por hacer. Aunque tal vez el inicio de sus torpezas no comenzaron el 23 de enero, sino el 20 de ese mismo mes, cuando asumió Donald Trump y entonces Milei se creyó como una especie de precursor de este segundo Trump y celebró por anticipado la conquista del mundo, del cual él sería principal oficial superior de Trump (o hasta quizá un poco más). Es posible que debido a esa creencia un tanto anticipada (por no decir algo peor) se dejó estar, a la espera de que de aquí en más los triunfos vinieran solos. Pero la realidad es que a partir de esos momentos, Milei políticamente cometió errores de principiantes (como si el nivel de la presidencia hubiera bajado de Javier Milei al de Karina Milei, lo cual de alguna manera está ocurriendo), ideológicamente pronunció estupideces de tono mayor (como si Santiago Caputo y Agustín Laje le hubieran colonizado totalmente su mente, ya de por sí conspirativa y sectaria) y económicamente intentó mantener cosas que ya no se podían sostener, tanto que el viernes se demostró que muchas de las críticas que advertían los econochantas, no eran tan chantas.

La summa de todas estas ineptitudes, sin la llegada justa el viernes pasado del regimiento séptimo de caballería (como ocurre en los westerns cuando los héroes ya están por caer derrotados debido al acoso enemigo) conducido por Trump y el FMI, habría sido una gran derrota para Milei, con los títulos de todos los diarios (pero también con todas las opiniones de la gente común de la calle) hablando como tema central del 3,7% de inflación. Y además dentro de un clima donde en las dos últimas dos semanas las torpezas y los errores políticos pasaron a transformarse de la excepción en la regla y empezaron a afectar (además de que éstos se estaban afectando solos) los indicadores económicos.

En síntesis, ese viernes sin el anuncio del FMI, donde la noticia principal hubiera sido el 3,74% de inflación, se habría constituido en un viernes negro. En cambio, un viernes donde el anuncio principal fue la llegada de la plata fresca y a libre disponibilidad del FMI aún con la aceptación plena de sus condiciones (flotación entre bandas y liberación del cepo cambiario ya mismo) devino en un buen viernes: porque renovó la esperanza, a través de la posibilidad de un barajar y dar de nuevo borrando lo que va del año malo, o incluso, hasta en un renacer o una refundación del gobierno.

Fue, por ende, un cierre de semana espléndido para el gobierno pese a que todo marchaba para el lado contrario (que Cristina se enoje y la CGT le haga huelga no le quita mérito, sino que lo fortalece).

Y esta vez la salvación no fue por la ayuda de Macri (ese que lo salvó en Acassuso y lo salvó de nuevo al aprobar todas sus leyes o vetar las que no quería), sino de su amigo Donald Trump. De ese Trump que lo mismo hizo con Macri cuando era presidente, aunque las situaciones económicas hoy sean distintas (aquello se parecía más a un gigantesco pero mero salvataje para ganar las elecciones, este se parece más a un gran apoyo externo -sin que por ello deje de ser también un salvataje- para iniciar una segunda etapa de gobierno más positiva, luego de haberse desgastado la primera, pero habiendo dejado logros estructurales que Macri no dejó). Por lo tanto, ni lerdo ni perezoso, Milei está vendiendo el acuerdo mejor de lo que Macri pudo vender el suyo. Porque se puede vender como algo que debería brindar, si se lo sabe aprovechar, una continuación de lo mejor del primer año de Milei, pero con variaciones económicas importantes que podrían lograr además un gobierno aún mejor que el del primer año y hacer olvidar las torpezas infinitas de lo que va del segundo año.

No es meramente una tabla de salvación, también puede ser un cohete de proyección, si además de cumplir todo lo que indica el FMI (que a todos siempre les indica lo mismo), Milei hace lo que él debe hacer. Porque no existe ningún plan del FMI que en ninguna parte del mundo, por sí solo, haya salvado a nadie.

En fin, ni tanto ni tan poco. Pero que se trata de una oportunidad para continuar con lo mejor de este gobierno y olvidar lo peor, es algo que podría ocurrir. Si se empieza a manejar con bisturí y no con motosierra lo que viene en economía. Y si Milei se deja de disparar tiros en el pie, produciéndose daños políticos autoprovocados y del todo innecesarios. Ya el séptimo de caballería hizo lo suyo, nos salvó de los malos, ahora, la reconstrucción del país le corresponde a quiénes los argentinos votaron.

¨El autor es sociólogo y periodista. [email protected]

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