14 de abril de 2025 - 00:05

El fallido pacto entre Milei y Comodoro Py

Ariel Lijo es el exponente de la camarilla de Comodoro Py, que siempre aspiró a tener a uno de los suyos en la Corte. El presidente Milei, con su postulación, buscó un pacto con esa corporación judicial, integrada por casi todos esos jueces y fiscales que junto con los servicios de inteligencia están jugando a favor de la impunidad en la Argentina.

En nuestro país el populismo nos agobia, salvo los cuatro años del Macri, desde principios del siglo. El escándalo de la estafa conocida como el cripto gate que enloda a los hermanos gobernantes (pasamos de una diarquía matrimonial a otra fraternal) ha provocado otras barrabasadas como la designación por decreto de dos jueces de la Corte en comisión. Hacerlo horas antes de iniciarse el período ordinario de sesiones es una grosería institucional.

Todo vale para desviar la atención del desfalco impulsado por el presidente similar al ocurrido cuando era diputado nacional. Por eso anuncia intervenir a la provincia de Buenos Aires sin facultades para hacerla y endurece su discurso mostrando sus complejos y miedos.

Digo complejos porque un dirigente que se autoproclama el mejor presidente de la historia y cree ser un pontífice que santifica ministros, también como los mejores de la historia, tiene un trastorno serio en su personalidad.

Como algunos de sus antecesores, recientes tal cual los Kirchner, y otros del pasado, nos anuncia una refundación. Sabemos los finales, como dice la socióloga Liliana de Riz: “cada refundación terminó con el país fundido”.

Ha concluido “la luna de miel”. Milei no es de amianto como parecía hasta la estafa del criptogate. Insistir en “La Casta” es patético con todos los personajes obscuros que fueron parte de la corte sciolista en el gobierno o la postulación de Lijo a la Corte Suprema.

Lijo es el exponente de la camarilla de Comodoro Py, que siempre aspiró a tener a uno de los suyos en la Corte. Sigue a Servini de Cubría en el manejo de esa nefasta corporación integrada por casi todos esos jueces y fiscales que junto con los servicios de inteligencia están jugando a favor de la impunidad en la Argentina. No es casual que la denuncia sobre el Cripto Gate haya recaído en el juzgado de Servini de Cubría y el fiscal Taiano. No es casual que todos los ex gobernadores, que ahora son senadores nacionales, apoyen a Lijo.

Saliendo del problema de postular a un juez desprestigiado veamos la cuestión constitucional. El artículo 99, inciso 19 establece que el presidente “puede llenar las vacantes de los empleos, que requieran el acuerdo del Senado y que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán a fin de la próxima legislatura”. Surgen dos cuestiones: Una, ¿es asimilable empleos como acuerdos a embajadores o los ascensos militares que dependen del ejecutivo a un juez de la Corte que es cabeza del poder judicial? Dos, la comisión concluye cuando termina el receso del Senado y aquí se designa a alguien como Lijo, dos días antes de concluir el receso. Una desprolijidad disparatada.

Mientras tanto la inflación baja, pero sigue siendo de las más altas del mundo. Los problemas del sector externo no se han resuelto, como la supresión de las retenciones a las exportaciones, que tanto perjudica a las provincias productivas, y frena el ingreso de dólares genuinos generados por el trabajo argentino. El cepo, diferentes tipos de cambio, venta de dólares para mantener el precio de la divisa artificialmente bajo, dificultan los acuerdos en el exterior, entre ellos el acuerdo con el FMI, que se niega a dar dólares para sostener el tipo de cambio. Estos temas explican la agresividad presidencial.

Javier Milei ha seguido atacando al Congreso, más allá del vergonzoso servilismo del presidente de la cámara de diputados que dejó a la tarotista que ocupa un empleo en la presidencia determinar quién entraba y quién no a los palcos y recinto de la Cámara, como si el Congreso fuera una dependencia del gobierno en vez de un poder de la República

“Lo vamos a hacer solos, lo vamos a hacer a nuestra manera, pero tarde o temprano lo vamos a hacer, librando la batalla que haya que librar en todos los frentes para lograrlo., Pelearemos en el Congreso de la Nación, pelearemos en las provincias y los municipios, en la legislatura y los concejos deliberantes, daremos la batalla de visitante en los medios analógicos y lo haremos de local en las redes sociales, lo haremos en la calle si así lo demanda la historia. Y nunca, pero nunca, nos rendiremos. Jamás nos vamos a rendir…”

Estos párrafos del discurso del presidente son de una gravedad enorme, es el abandono de la política que significa intentar persuadir, acordar, reformar, mejorar, convivir civilizadamente en las coincidencias y sobre todo en las diferencias con la salvedad de coincidir siempre en respetar el contrato de convivencia institucional. Hablar de batalla en las calles es tremendo, pero también, hay sobrados ejemplos en la historia. Lo de ahora es una muestra de debilidad.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.

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