Mauricio Macri le brindó a Javier Milei un apoyo fundamental para su triunfo presidencial luego de la primera vuelta ganada por Massa. Y luego, hasta la semana pasada, le salvó las papas en casi todas las leyes, ya que sin el voto del macrismo no hubiera salido prácticamente ninguna.
Pero, como dijo Patricia Bullrich, este jueves a Mauricio le salió “el tanito” y les pulverizó la estrategia que desde el gobierno tenían pensada para que los pliegos de Lijo y García Mansilla no fueran rechazados por el senado. Que, hoy por hoy, tal objetivo requería que no se los discutiera en el recinto donde el rechazo estaba cantado. O sea que no se llegara al quorum. Entonces, a tal propósito se abocaron, liderados por Santiago Caputo, “convenciendo” a todos sus aliados, incluso a los que sí o sí votarían contra Lijo, que no subieran al recinto. Y a pesar de que el “no” a los jueces nombrados por decreto (como se vio luego) llegaba en el caso de García Mansilla a más de los dos tercios de los senadores y en el caso de Lijo rozaba ese porcentaje, los opositores “buenos” estaban dispuestos a jugarse otra vez por el gobierno, con el cual los votos para el quorum llegaban apenas a 35, cuando se necesitaban 37. Santiago Caputo debe haber pensado que, como lo hizo siempre, Macri ayudaría otra vez. O, en todo caso, como señal de enojo por lo de Capital y por los infinitos maltratos, enviaría a uno solo de los suyos a sumarse al quorum. Sin embargo, Mauricio mandó a dos (llegando al número que se necesitaba para lograr quorum) y, gracias a él, sólo gracias a él, el edificio entero se vino abajo y todos los senadores entraron al recinto donde la masacre contra el gobierno estaba garantizada. Fue, sin dudas, la venganza perfecta. La que todos esperaban que ocurriera alguna vez, menos los lugartenientes de Milei encargados de maltratar a Macri, creyendo que la soga se podría estirar al infinito sin romperse. Finalmente, el tano le salió de adentro al hijo de Franco Macri. Y se cobró con creces las ofensas permanentes.
El estado político de situación de la relación Milei-Macri hasta el jueves negro, era el siguiente:
Mauricio Macri lo criticaba a Milei en muchísimas oportunidades, pero jamás le jugó ni le votó en contra, incluso en temas en los que pensaba distinto.
Javier Milei, en cambio, no lo criticó nunca a Macri, de palabra solo lo alababa afectuosamente, pero a la vez siempre le jugó en contra. Y para eso mandó a perseguirlo, como feroces mastines a su presa, a Karina Milei, Santiago Caputo y Patricia Bullrich.
Karina Milei fue encomendada al objetivo de derrumbar el edificio político del PRO en Capital Federal, del modo en que sea, aunque ganen los peronistas; cualquier cosa que les cause un daño a los Macri.
Santiago Caputo debía negociar con el kirchnerismo para lograr la aprobación del pliego de Ariel Lijo y ningunear a Macri, aparte de librarle una guerra de guerrillas en todas las pequeñas trifulcas que pudiera inventar contra él.
Patricia Bullrich hizo con Macri lo mismo que hizo con Larreta: la guerra a matar o morir contra su antiguo jefe, criticándolo absolutamente en todo.
Pero la dificultad que tiene el mileismo para guerrear con Macri es de orden estrictamente político. Mauricio hoy tiene infinito menos poder que sus rivales mileistas, pero los mileistas tienen infinito menos conocimiento de la política que Macri.
Milei estuvo su primer año aplicando todo su recetario económico que (bueno o malo, eso se verá a mediano plazo) le produjo un éxito colosal, pero a la vez en política lo principal que hizo fue ir aprendiendo, y lo hizo bastante bien a juzgar por los resultados. Siendo Macri uno de sus principales soportes y maestros. Sin embargo, desde Davos y/o desde la asunción de Trump en adelante, es como si hubiera vuelto marcha atrás de modo acelerado y todo lo hace mal políticamente. Quizá, y esta es la interpretación más benigna, por apoyarse en demasía en tres lugartenientes que de política en serio saben poco y nada. Que, además, en nada parecen diferenciarse de la casta tradicional, excepto en su inexperiencia.
Santiago Caputo, quien aconseja aplicar siempre en política el principio basado en el título de una película, "Retroceder nunca, rendirse jamás", el jueves cayó preso de un ataque de nervios al ver que tenía el fracaso del quorum que buscaba en las manos habiendo negociado con dios y maría santísima (aunque ninguno de con los que negoció era santísimo en ningún aspecto) pero Macri, motivado quizá por lo que Bullrich definió como una vendetta tana, le hizo volar por los aires todo su plan. Algo que no se esperaban. Que Macri ordenara votar en contra de Lijo quizá (aunque hasta ahora le votó todo a Milei, incluso aquello en lo que no creía) pero que Macri le brindara quorum a la sesión era inimaginable. Desesperado Caputo apretó a todos los suyos en el Senado, incluso con la locura de proponer que bajaran la sesión por decreto y atacó por enésima vez a Victoria Villarruel acusándola esta vez de haber cometido un delito, mientras la vicepresidenta gozaba como nunca la confusión general de la fuerza política que la llevó al poder y luego la despreció. Y ahora, junto con Macri, compartía el placer de la venganza, ese plato que se come frío.
La división de tareas entre los hermanos Milei, esa por la cual Javier gobierna y hace política internacional mientras Karina se encarga de la política partidaria, no parece haber sido una genialidad sino lo contrario: atomizó en 17 fórmulas la Capital Federal, no tanto para ganarla sino para que pierda el PRO. Así, le declaró la guerra a su principal aliado, esperando que Mauricio -un moderado, un tibio que por eso fracasó en su gobierno (eso piensan los dos Milei)- despotricara con la boca pero que no hiciera más que hablar en contra mientras le siguiera votando todo.
Es que sus dos consejeros de mayor confianza -Karina y Santiago- no saben nada de política. Ni de la buena ni de la mala. O saben menos que Milei. Karina no tiene porqué saberlo ya que jamás la hizo antes y en el fondo ahora tampoco la está haciendo: solo busca, como debe haber buscado toda su vida, defender a su hermano hasta la muerte y no permitir que nadie, nadie intente quitarle ni disputarle nada. Loable misión personal, pero deplorable misión política. Y Caputo es un fundamentalista ideológico que se cree la reencarnación de Maquiavelo (en versión trucha) pero no al servicio de un príncipe sino de un emperador romano que él se ha propuesto construir mientras la hermana Karina lo protege de todo mal. En particular de Mauricio, el mal principal.
Milei se deja acunar por esas dos almas gemelas, pero entregarles los quehaceres “menores” de la política a esas dos personas es un error de consecuencias imprevisibles, aunque sin dudas todas negativas. En su lucha contra la casta, el triángulo de hierro está adoptando todos los modos de hacer política de la casta. Con lo cual no le puede ir bien porque la casta tiene décadas de experiencia en ser casta, y ellos recién empiezan. Y una política en contra de la casta es algo de lo que carecen, de lo que siempre carecieron aunque con la promesa de tenerla es que ganó Milei la elección.
Patricia Bullrich es algo distinto al triángulo de hierro, porque ella tiene siglos de experiencia política. Y si bien la hizo en todos los partidos y en todos los bandos, no por ello dejó de ser siempre igual a sí misma. Desde la piba montonera hasta lo que es hoy, una oficialista más papista que el papa, o mejor dicho, que el propio Milei. Ella siempre actúa como militante (en el sentido tanto político como militar), lo que ocurre es que todo depende de quien la conduzca. Cuando la conducía Lilita era una militante anticorrupción de las mejores. Cuando estaba de ministra de De la Rúa, como el presidente radical no conducía a nadie, ella la emprendía en soledad con talento y valentía contra los popes sindicales y es la única que salió airosa contra los Moyano, que destrozaron a todo el gobierno de De la Rúa con la denuncia por la banelco. Luego con Macri se ocupó de la inseguridad y su competencia, audacia y convicción se demostró con el caso Maldonado. Y ahora con Milei eliminó los piquetes callejeros y sigue siendo una buena ministra de seguridad. Pero desde hace un tiempo, en concreto, desde que se postuló a presidente (quizá ella fue quien más responsabilidad tuvo en que el Pro perdiera la presidencia), demostró que así como es buenísima cuando gestiona en lo que sabe y le gusta, en el resto de los temas políticos, sobre todo los estratégicos, es tan mala como Santiago o Karina. Y ser conducida por Milei, que es, de todos los jefes que tuvo, quien más exige obediencia absoluta y literal de sus subordinados la ha llevado a decir en un año más barbaridades de las que dijo en toda su vida. Ahora es tan fanática como suele serlo siempre con sus jefes, pero una cosa es ser apasionada y objetiva a la vez, como lo es cuando gestiona y otra es ser fanática y subjetiva como lo es cuando se mete en política, en la cual ha demostrado pura torpeza, lo contrario del talento demostrado en sus funciones específicas.
En síntesis, los errores de estos tres lugartenientes se conjugaron en la sesión de esta semana. La guerra total de Karina contra los Macri en Capital, las zancadillas permanentes de Santiago Caputo contra Macri, y Patricia tratando a Mauricio con igual agresividad e impericia como trató a Larreta en la campaña (por la cual perdieron los dos, cuando uno de los dos, el que le ganara al otro, ya era casi con certeza absoluta, el siguiente presidente de los argentinos), lograron que Macri enfureciera. Que Milei diciéndole a todo que sí, que lo amaba mientras mandaba a sus mastines a demolerlo paso a paso, lo hizo estallar y el jueves el “tanito” se vengó. Fin, como diría Adorni.
* El autor es sociólogo y periodista. [email protected]