En los barrios más pobres de Caracas los niños se desmayan porque no tienen qué comer, mientras que en las zonas ricas se multiplican los asaltos.
En 2018, Venezuela es un país en profunda crisis, dividido tras 20 años del llamado "socialismo del siglo XXI" de Hugo Chávez y todavía atónito por la dura caída de una sociedad acostumbrada no hace mucho tiempo al lujo y el despilfarro gracias al boom petrolero.
Éstas son algunas estampas del que fuera uno de los países más ricos de Sudamérica justo antes de las elecciones presidenciales en las que el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, busca cimentar el poder cada vez más abarcador del chavismo.
Hambre
En el barrio La Vega, ubicado en la ladera de un cerro en el oeste de Caracas, la crisis es palpable. La miseria es similar a la que se ve en otros barriadas pobres de América Latina, pero aquí la gente se queja de que no hay comida.
"Hay niños que buscan en la basura", asegura Rienverlin Zambrano, de 26 años. Para que sus dos hijos de 9 y 5 años puedan comer dos veces al día acude a un comedor de una organización benéfica en un colegio.
Zambrano dice que va a votar hoy, pese a que cree que el gobierno hará trampa. "Contra Maduro", explica sobre su voto a favor del opositor Henri Falcón.
Colas
En Chacao, una zona rica en el este de Caracas, la gente hace cola desde temprano frente a un supermercado donde, debido a los problemas de abastecimiento, se pueden comprar sólo dos bolsas de “harina Pan” por persona. La harina de maíz es un producto popular en la cocina venezolana porque sirve para hacer arepas.
Laura Valentini espera frente a una panadería vecina. Llegó desde la isla Margarita, a 480 km de Caracas, a buscar medicamentos y aprovecha para comprar.
“Mañana vuelvo a hacer cola para llevarme mercadería”, agrega. Hoy no irá a votar porque cree que la elección es una farsa del gobierno tras sacar de carrera a los opositores más conocidos.
Hiperinflación
Venezuela padece la inflación más alta del mundo, ya una de las peores de la historia junto a casos como los de Perú, Bolivia, y Argentina en los años 80 y 90, y Zimbabwe en la década de 2000.
En Caracas, la gente tira los billetes por la calle, como papel inservible. Los niños juegan haciendo coronas con los antiguos billetes de 100 bolívares, alguna vez el más común del país.
Ahora escasea además el dinero en efectivo. Lo más habitual es pagar con una tarjeta local en cualquier negocio.
“Se me olvidó cuándo fue la última vez que tuve dinero en la mano”, dice Clara Paredes, en La Vega.
Desencanto
Omar Rodríguez fue militar y el 27 de noviembre de 1992 participó en un fallido golpe de estado contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Los insurrectos buscaban también liberar a un emergente líder político llamado Hugo Chávez, entonces preso por haber impulsado otra intentona golpista meses atrás. Hoy se ha alejado del chavismo y trabaja como activista social en Revenga, cerca de Caracas.
“Hicimos lo que teníamos que hacer”, dice Rodríguez (50) y su voz suena melancólica. Él creía en ese movimiento que exigía que el estado atienda a las clases más pobres. “Yo lo sigo admirando”, dice sobre Chávez, fallecido en 2013. Pero no apoya a su sucesor ni al grupo que está en el poder.
Nostalgia
Caracas no es un ciudad pobre, sino empobrecida. El pasado de opulencia es visible, por ejemplo por su legado arquitectónico y sus antiguas tiendas de lujo.
Eso también es Caracas en 2018: un lugar donde aún se puede comer en restaurantes caros en algunos distritos, una extraña mezcla entre un pasado de excesos capitalistas y un socialismo empantanado en sus errores y contradicciones.
Entre las décadas del 70 y el 90, en los comienzos de la explotación petrolera, el país atraía a inmigrantes de toda la región. La “Venezuela saudita”, le llamaban. “Caracas era la ciudad más cosmopolita que te puedas imaginar”, recuerda el abogado Salvador Itriago.
Maduro gana, pese al boicot de la oposición
Venezuela celebra hoy unas elecciones presidenciales clave para Nicolás Maduro, bajo creciente presión de Estados Unidos y otros gobiernos que respaldan el boicot de la oposición y desconocerán los resultados.
Nada hacía ver ayer que el país estaba en víspera de elecciones. Las calles de Caracas y otras ciudades vivían el ajetreo normal de un sábado en el que todos buscan llevar comida a casa.
Bajo esa apatía, 20,5 millones de los 30,6 millones de venezolanos están llamados a elegir, en una sola vuelta, al presidente para un mandato de 6 años que iniciará en enero de 2019, pues los comicios -tradicionalmente en diciembre- fueron adelantados por el oficialismo.
Maduro es favorito aunque 75% de los venezolanos rechaza su gestión. Según analistas, se beneficia del control social e institucional -incluido el militar-, y la fractura de una oposición cuyos principales líderes y partidos fueron inhabilitados. La coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) rechazó participar en un proceso que tilda de “farsa”, pero el ex chavista Henri Falcón se separó de esa línea.
La firma Datanálisis da un empate técnico entre Maduro y Falcón; Delphos da 43% al presidente y 24% al ex chavista, e Hinterlaces 52% al mandatario contra 22% al ex gobernador. Un tercer candidato, el pastor evangélico Javier Bertucci, ronda el 20%.
Pero el factor clave es el militar, según expertos. Los máximos jefes militares, leales a Maduro, han llamado a votar, incluso a sus subordinados.
Más de 300.000 soldados y policías estarán hoy en los 14.638 centros electorales, que abrirán a las 8 a las 20 hora local.
Piñera: “Se aferra al poder”
El presidente chileno, Sebastián Piñera, acusó ayer a su par venezolano Nicolás Maduro de querer “aferrarse al poder” en un duro mensaje difundido en su cuenta oficial de Twitter.
“Cómo puede el Presidente Maduro tener tanta sed y ambición de poder”, comienza el crítico mensaje de Piñera.
Piñera agregó que Maduro “está dispuesto a seguir causando tanto dolor y sufrimiento a su propio pueblo con tal de aferrarse al poder”.