Delincuentes disfrazados,
por dirigentes apañados
que viven de crear terror
y se venden al mejor postor.
Son un grupo de mafiosos
plagado de vividores,
con un jefe codicioso
y secuaces aduladores.
Complicado es hoy día
poder defender tu vida,
no debería ser fortuna,
salir vivo de la tribuna
La sociedad está esclava,
de esos tipos cretinos,
que se dicen barrabravas
y no son más que asesinos.
Para ellos un cadáver,
es colgarse un jineta,
y nadie les hace ver,
que manchan la camiseta.
Es un problema social
que deberíamos frenar,
porque se volvió brutal
y nos va a fagocitar.
¿Qué por qué hay reincidencia?
se explica con facilidad.
Siempre tienen connivencia,
con fuerzas de seguridad.
La violencia es negocio
hace tiempo en el país,
para desterrar el vicio,
¡hay que atacar la raíz!
Ellos disfrutan de afanar,
porque eso es natural,
para todos los hampones
que habitan en los tablones.
Son, de la sociedad la grasa
y escondidos en las masas,
ellos se sienten machos,
pfachos.n terribles fachos
Políticos y dirigentes
¡retomemos el dominio!
ya que esos delincuentes
están haciendo exterminio.
No importa cuando se lea esta poesía que escribí hace varios años, la verdad que, lamentablemente, siempre tendrá vigencia. Y más lo tiene hoy cuando todos los días las noticias pasan por lo que pasa afuera de los campos de juego y no en el verde césped.
Desde el piedrazo al micro de Boca en la ya tristemente célebre esquina de Libertador, los muchachos retomaron el protagonismo.
Y desde que se supo que se jugaba en Madrid, lo más importante no era si Scocco se recuperaba o si juega Pavón en Boca, sino la detención del agresor al micro, la autorización para viajar a Di Zeo y la deportación de los que llegaron hasta Barajas con antecedentes penales y creyeron que, como pasa en Argentina, era fácil gambetear a la justicia.
Los fallos que sólo le dieron horas de trabajo comunitario al “tira piedras” y a la madre que puso bengalas en el cuerpo de su hijo, vuelven a hacer sentir que nada cambiará.
Es más, hasta uno siente que España deportando a Maxi Mazzaro y Christian Ghisletti hizo más por la paz en el fútbol argentino que el propio Estado nacional.
Los periodistas tenemos culpa de la situación cuando ponemos el micrófono a esos personajes. No son estrellas de rock, muchachos, son barrabravas. Eso también deberían entenderlo los jugadores a la hora de dar declaraciones. “Bienvenido sea”, dijo Benedetto sobre la posibilidad de que Di Zeo estuviera en la cancha hoy.
Mientras tanto, en Mendoza hubo un nuevo partido que terminó con escándalo: Guaymallén y Luján. Y cuando todos esperábamos que la Liga actuara con la misma celeridad que lo había hecho con Lavalle (lo desafiliaron durante dos años, aunque la medida está apelada), nada pasó.
El Tribunal se reúne la semana que viene, fue la respuesta desde Garibaldi 83, es decir patearon la pelota para adelante y están esperando que nadie se acuerde más de la situación. En ese momento, quizás también se levante la suspensión a Lavalle y que el circo siga andando.
Hasta tuvimos que ver como hinchas de Rosario Central rompieron y se robaron las butacas del Malvinas Argentina y eso que ganaron, imagínese si el resultado era adverso. “Es normal”, dicen las autoridades ya con la guardia baja.
Pero ¡No! señores. Romper cosas no es normal. Tirar piedras a los micros no es normal; ir a las canchas con armas, no es normal; robarse las butacas, no es normal. Por favor, no bajemos ese mensaje. Esa normalidad es sólo para los inadaptados. Los mismos que no queremos en las canchas.