Talca es la capital de la Región del Maule ubicada a 256 kilómetros al sur de Santiago. Para muchos es sinónimo de shopping, pero también es una zona con mucho por descubrir para quienes se atrevan a dejar el consumismo de lado y liberar el espíritu aventurero.
Desde el sur mendocino se accede por el Paso Pehuenche, un camino que está muy bien señalizado y mantenido en ambos países. Luego de hacer inmigración en Las Loicas se continúa bordeando el río Grande en territorio argentino hasta que aparece un majestuoso espejo de agua con tonalidades azuladas y violetas. Es la laguna del Maule, que da origen al río homónimo en el lado chileno. Nos instalamos en un hotel del centro de Talca, ciudad fundada en 1742 y que cuenta con 260.000 habitantes.
Investigando lugares de interés descubrí en los aledaños la ciudad costera de Constitución a sólo 88 kilómetros. Lo más atractivo era que existía la posibilidad de realizar el viaje a bordo de un histórico tren de trocha angosta, el último que queda en Chile. Parte todas las mañanas a las 7.30 horas desde la estación de Talca. Se llama Buscarril y tiene más de 100 años.
Es un tren de solo dos vagones con capacidad para 40 pasajeros cada uno. Son impulsados por un motor de origen alemán con tracción diésel, no eléctrica. El cupo de asientos para los extranjeros es limitado. Los pasajes se venden en el mismo día del viaje. No se puede reservar con antelación.
Me apersoné bien temprano en la boletería y fui el primero en llegar. Me entregaron los pasajes y dos papelitos aparte con los números de asiento en el primer vagón desde el cual se podía ver el trabajo del maquinista en la cabina de mando. A las 7:10 se abrieron las puertas para abordar y la formación partió puntualmente.
La velocidad máxima es de solo 60 kilómetros por hora. El alba comenzaba a despuntar cuando llegamos a la primera de las estaciones y paraderos del recorrido. La estación Colín (ave similar a la perdiz) se construyó en 1890 y es de arquitectura colonial.
Seguimos avanzando y pasamos por el puente Rauquén sobre el río Claro. La siguiente estación es Corinto y recibe este nombre debido a un ciudadano griego que vivió en la zona y mandó a construir un molino. Es una estación de madera y está un poco abandonada actualmente. Cerca de allí hay un santuario a la Virgen Purísima. En el kilómetro 33 arribamos a Curtiduría donde ya aparece en escena el caudaloso Maule que nos acompaña durante el resto del viaje hasta su desembocadura. Este importante río marcó el limite sur del Imperio Inca hasta el siglo XV. El sol ya alumbraba a pleno y pudimos ir apreciando distintos viñedos a través de las ventanillas. La montaña iba quedando atrás ya que nos íbamos acercando cada vez más al mar.
El tendido férreo serpentea entre bosques de pinos, huinganes y lengas. La vista es preciosa y el traqueteo del tren semeja un metrónomo marcando el ritmo. En el kilómetro 44, a mitad de recorrido, se encuentra la estación intermedia más importante. Es la de Jorge González Bastías, un reconocido poeta que vivió y se inspiró en estos paisajes para volcarlos en su obra. Es una estación de adobe y madera construida en 1892.
Todos los pasajeros deben descender ya que se realiza un cambio de vías con respecto a la formación que circula en sentido contrario. La parada dura unos 20 minutos que se aprovechan para caminar o beber algo caliente acompañado de las tortitas que ofrecen las venteras en el andén. Observé a los operarios realizando el cambio de carril. El ancho de la vía es de solo un metro, de allí su designación de trocha angosta.
Retomamos el paseo y nos adentramos en el corazón del bosque. Lamentablemente un voraz incendio intencional devastó la zona y se veían muchos claros y árboles calcinados a lo largo del camino. A este desastre se le añadió el terremoto de 2010 cuya fuerza arrancó y torció las vías del tren en varias partes del trayecto. Debieron ser reconstruidas para que continuara circulando.
Pasamos por Toconey, Pichamán (cuya estación fue devorada por el fuego) Forel (también incendiada), Huinganes, Maquehua y el paradero de Rancho Astillero. En este sitio se fabricaban y reparaban las embarcaciones que recorrían el Maule hacia Constitución. En una de sus orillas se pueden degustar los tradicionales peces lisas ahumados a la teja.
El aire ya se iba inundando del aroma salitroso que indicaba la proximidad del mar. En el kilómetro 83 cruzamos el Maule por última vez antes de su ingreso final en el Pacífico. Este puente ferroviario recibe el nombre de Banco de Arena y fue diseñado nada más y nada menos que por Gustav Eiffel, creador de la célebre torre parisina. Su construcción fue complicada y muchos operarios perdieron la vida. Demoraron 26 años en terminarlo.
Arribamos a destino luego de tres horas de viaje. La estación terminal nos recibió con mucho sol y fresco aire otoñal. Habíamos apreciado el nacimiento del río en la laguna enclavada en el corazón de las montañas y ahora veíamos como sus aguas se fundían con el mar para terminar su periplo.
Constitución es una ciudad de 46.000 habitantes y antiguo lugar de refugio de las tribus Changos y Mapuches, enemigos de los Incas. Fue una de las poblaciones marítimas más afectadas por el tsunami que provocó el terremoto de 2010. Las aguas arrasaron construcciones y barcos apostados en la costa. El mar llegó a penetrar hasta el centro de la ciudad. El saldo fue de 60 personas fallecidas y otras 300 se dieron por desaparecidas. Hoy está reconstruido pero aún se observan consecuencias en los lugares donde golpeó el agua.
La playa más famosa recibe el nombre de Los Gringos. Hasta allí fuimos en un bus urbano desde la estación de tren. La arena es gris oscura y parece un paisaje lunar. A esto se le suma el atractivo de una serie de formaciones rocosas de formas muy curiosas. La más destacada es la llamada Piedra de la Iglesia que es el ícono de la ciudad. Es un promontorio que se eleva solitario junto a las aguas.
La Roca de los Enamorados y el Peñón del Elefante son otras de las siluetas pétreas que llaman la atención. En un sector de la playa hay una cancha de rugby con sus dos haches y todo a pocos metros de la rompiente de las olas. Muy surrealista. Se aprecian varios carteles advirtiendo sobre el alto riesgo de tsunamis. El paseo costero es muy aconsejable. Después de tanta caminata el hambre atacaba. Lo más oportuno era sentarse a comer un buen plato de frutos de mar y descansar en uno de los varios restaurantes con vista panorámica del océano. Elegimos uno llamado Casa del Mar con muy buenos precios y esmerada atención y ventanales de cara a las aguas infinitas. Con la panza llena y el corazón contento regresamos a Talca. Se puede volver en el mismo Buscarril o tomar un bus que demora dos horas y sale cada 10 minutos desde la terminal ubicada junto a la estación ferroviaria.
Talca no tiene los paisajes marinos pero sí algunos sitios con mucha historia. En la calle Uno Norte 875 encontramos la casa donde pasó su niñez el prócer Bernardo O´Higgins.
Vivió allí hasta los 10 años al cuidado de unos amigos acaudalados de sus padres. La casa sufrió deterioros con el sismo de 2010 y todavía la están reparando. Sobre la misma calle, en la intersección con Cuatro Oriente encontramos el Mercado Central con sus puestos de productos frescos y naturales. A la altura del 1200 de la misma Uno Norte desembocamos en la Plaza de Armas, núcleo central de Talca. Está rodeada por un teatro, iglesia y dependencias oficiales. Este espacio verde reúne a quienes quieran disfrutar de una charla, lectura, la sombra en verano y una hermosa pérgola para eventos. Se puede alquilar un karting a pedales y dar vueltas a la plaza para rememorar la infancia.
La Municipalidad también ofrece un bus turístico gratuito que se toma en la misma plaza. Funciona todos los días y tiene varios horarios de salida. Otra ciudad marítima para conocer es Iloca a 106 kilómetros. Una opción ideal para quienes viajen en coche. A solo 50 kilómetros también se puede visitar el pueblo de Cumpeo donde se ambientó la famosa historieta Condorito creada por Pepo en 1949. Lo curioso es que la pequeña población ha sido decorada, en parte, tal como la imaginó el autor. Hay una estatua de Condorito con su fiel perro Washington, el restaurante El pollo farsante, la farmacia Sin Remedio o el bar El Tufo donde vivieron estos entrañables personajes. Como se aprecia, Talca y la Región del Maule no es solo compras. También hay turismo, historia y paisajes. Sólo hay que animarse.
Datos
Hotel 3 estrellas en Talca: desde 35 dólares
Buscarril ida y vuelta Talca-Constitución: 5,50 dólares (www.trencentral.cl)
Restaurante panorámico Casa del Mar: 19 dólares
Casa Museo Bernardo O´Higgins en Talca: gratuito
Bus turístico de Talca: gratuito (horarios en www.visitatalca.cl)
Ruta de la historieta "Condorito" en Cumpeo: gratuita