La polilla europea del racimo, Lobesia botrana Den et Schiff, es aún una plaga cuarentenaria -que ingresa desde un país a otro donde no existía y se mantiene restringida a una región- para la Argentina. Si bien la presencia del insecto tiene epicentro en las plantaciones de vid de Mendoza -lugar donde fue detectado por primera vez en 2010 a través de material vegetal proveniente de Chile-, se halló en producciones de uvas en Mendoza, San Juan y Salta, de berries en Mendoza y de arándanos en Entre Ríos. En Chile hay focos en ciruelos.
"Una plaga puede permanecer en estado cuarentenario a través de diferentes niveles de confinamiento tras el ingreso a un país, y, por su condición, está bajo reglamentación de programas públicos de erradicación", aclaró Violeta Becerra, responsable del Laboratorio de Fitofarmacia y Manejo Integrado de Plagas del INTA Mendoza.
Pese a las apariciones en otros cultivos y regiones, la Lobesia botrana afecta -principalmente- el rinde y calidad de los viñedos y su control exige -en muchos casos- aplicaciones de insumos, bien ajustadas para evitar la acumulación de residuos en la fruta que podrían provocar el rechazo comercial en los mercados.
En esta línea, investigadores del INTA Mendoza describieron las etapas de desarrollo biológico del insecto y su comportamiento. Evalúan la eficacia del tratamiento con feromonas -derivado de la técnica de confusión sexual, la alternativa de control más sustentable hasta el momento- y analizan indicadores de impacto ambiental de distintas estrategias: orgánicas, fitosanitarias y de manejo integrado de plagas con enemigos naturales.
Lograr un manejo eficaz y sustentable de esta plaga requiere “conocer su bioecología a través del año, la presencia de enemigos naturales, las posibles medidas culturales y las herramientas químicas, biológicas o biotécnicas disponibles que permitan disminuir los daños por debajo de los niveles económicos”, señaló Becerra.
Así, destacó que “el reconocimiento a campo de todos los estados de desarrollo del insecto es fundamental para realizar las aplicaciones en el momento oportuno de control”.
"El reconocimiento a campo de todos los estados de desarrollo del insecto es fundamental para realizar las aplicaciones en el momento oportuno de control."
El principal daño realizado por la Lobesia botrana está dado por las larvas que se alimentan de flores y frutos desde cuaje hasta maduración, con la consecuente disminución de rindes y pérdida de calidad en uvas, sobre todo cuando se destina al consumo en fresco. Al mismo tiempo, esta acción causa perforaciones y daños en las plantas, que facilitan el ingreso de hongos causantes de la podredumbre del racimo.
"El año pasado la lucha contra la plaga fue muy positiva", resaltó la especialista, quien ponderó "la articulación de diferentes instituciones de gobierno, investigación, universidades, asociaciones de productores y bodegueros para avanzar en la erradicación". Desde que la plaga fue detectada en 2010 en Mendoza, la cantidad de hectáreas controladas con feromonas fue en aumento avalada por una ley de ayuda para los productores.
Para recibir asesoramiento técnico sobre las meto los productores deben dirigirse adologías de control, alguna dependencia del INTA, del Senasa y, en el caso de Mendoza, al Iscamen.
Un control basado en el engaño
La técnica de confusión sexual facilita el monitoreo y control de las poblaciones de Lobesia botrana a partir de feromonas -integradas por, al menos, 15 compuestos- que imitan el mensaje de comunicación sexual utilizado por las hembras para atraer a los machos. De las alternativas posibles hasta el momento, es el método de control más recomendado, ya que no deja residuos fitosanitarios en frutos y subproductos y no implica riesgos en las aplicaciones a campo.
Ciclo biológico del insecto
Las etapas del ciclo biológico de la Lobesia botrana son huevo, larva, pupa y adulto. En particular, la fase larval -de mayor voracidad- presenta cinco estadios.
Con un tamaño de 0,6 por 0,7 mm, el huevo tiene forma lenticular, aspecto traslúcido y con tonalidades amarillentas. En su interior, es posible ver el desarrollo del embrión a medida que avanza su crecimiento.
Recién emergida del huevo, la larva mide alrededor de un milímetro de longitud y presenta cabeza negra y cuerpo amarillo claro. A partir del segundo estadio, la cabeza y el escudo protorácico se tornan de color pardo más claro, mientras que el cuerpo adquiere diferentes tonalidades -amarillo, verde azulado y verde- según la alimentación. A medida que crece, aumenta notablemente de tamaño hasta ubicarse entre los 10 y 15 mm.
En estado de pupa, la coloración es variable, desde verde intenso hasta café muy oscuro. De igual modo, el tamaño cambia según el sexo: la hembra puede medir entre 5 y 9 mm y el macho, de 4 a 7 mm.