John Zorn: “La música se escribe sola”

Iker Seisdedos - Babelia

John Zorn: “La música se escribe sola”
John Zorn: “La música se escribe sola”

Hiperactivo, voraz, prolífico y controvertido, John Zorn (Nueva York, 1953) contesta, por ejemplo, preguntas sobre cómo ve la música ahora que se asoma a los 65: "Solía contemplarla como un problema que había que resolver. Ahora he entendido que no hay soluciones porque en realidad tampoco hay problemas. Se escribe sola, basta con no ponerse en su camino". O sobre lo que debe tener un músico para contarse entre sus colaboradores: "Virtuosismo, imaginación, honestidad, humildad, disciplina y una mente totalmente abierta y capaz de ir un poco más allá siempre que las circunstancias lo exijan".

Nacido y criado en Queens, Zorn se dio a conocer en los ochenta, cuando los alquileres aún estaban a escala humana, en la vibrante escena del downtown, gracias a su descarada mezcla de jazz, música agresiva, cultura japonesa y cinefilia con proyectos como "Naked City", "Spillane", inspirado en el célebre detective, o "Spy vs. Spy", donde trituraba el legado de Ornette Coleman. Así que el tipo, que vive en el mismo apartamento desde los setenta, es neoyorquino a más no poder, salvo porque no cede a la nostalgia de una ciudad que siempre anda perdiendo su espíritu: "Lo que mejor define a Nueva York es el cambio. Llevo toda la vida aquí y aún descubro algo nuevo cada día".

The Stone es uno de sus modos de controlar los medios de producción para garantizar la independencia, tal vez el rasgo más distintivo de su carrera. Otro modo es Tzadik, sello fundado en 1995 para publicar su obra y la de los suyos. El catálogo cuenta con más de 800 referencias (más de 150 a su nombre; tres solo este año) primorosamente editadas casi siempre en CD, de las que se venden "entre 1.000 y 2.000 copias de media". La empresa, "rentable", no cede a los cantos de sirena del revival del vinilo ("me parece fantástico, pero es un nicho para coleccionistas"), ni de plataformas como Spotify: "No me interesa, por definición, el modelo de negocio de ninguna gran compañía. Si fuese capaz de crear una herramienta que compensara justamente a los músicos por su trabajo, lo haría. Hasta entonces, no pierdo tiempo con el streaming".

En Tzadik (que en hebreo alude a la "fe de los justos"), Zorn puede dar salida a sus inagotables intereses musicales y estéticos. Organiza su producción en proyectos como Filmworks (25 álbumes de música para películas), Hermetic Organ (discos de órgano solo, al estilo del recital que ofreció el domingo en Lisboa) o la serie Radical Jewish Culture, en la que trabaja "a través de la experimentación y la vanguardia" por el "progreso de la cultura judía en el siglo XXI". Criado en un ambiente laico en el que el pasado no era más que un participio, Zorn abrazó la religión como parte de su "experiencia como outsider" y ha situado la cultura hebrea en el centro de un discurso que ha sido acusado de fomentar una "política identitaria radical". El cuarteto Masada, su proyecto más reconocido, es un supergrupo  que conjuga jazz y música klezmer y toma su nombre del lugar en el que la leyenda sitúa la fortaleza en la que la resistencia al imperio desembocó en un suicidio colectivo durante la primera guerra judeo-romana.

Preguntado por si apoya la reciente aprobación de la ley que define Israel como el "Estado-nación del pueblo judío" y que ha sido criticada por relegar a las minorías palestina, drusa y beduina a ciudadanos de segunda clase, Zorn responde, sin posibilidad de repregunta: "El racismo debe ser combatido allá donde aparezca", antes de añadir que el "antisemitismo está creciendo en el mundo. Lo dicen las estadísticas, no yo". Trump, en cambio, dispara su elocuencia: "La política es hoy en mi país un patético y caótico espectáculo".

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