25 de abril de 2025 - 12:09

Cuatro textos de 33 poemas en cartelera, de Miguel García Urbani

El periodista y escritor Miguel García Urbani acaba de publicar, en una coedición entre El Amante Universal (Argentina) y Editorial Golondrina este libro, que se presenta este sábado 26 de abril, a las 19.30, en la Librería Antü (La Barraca Mall). Aquí, compartimos cuatro de sus poemas.

Escribe, hace locución, tiene dos programas radiales que ya son legendarios por su antigüedad en Nihuil y se ha desempeñado como periodista tanto en medios como en el ámbito gubernamental. Miguel García Urbani es periodista, escritor, comunicador y poeta. Y le resuena, por sus vivencias, aquella frase de que nadie es profeta en su tierra así es que su último libro, “33 poemas en cartelera”, lo publicó en España. Pero como es mendocino, tiene aquí su corazón y otra frase que le gusta es que “la esperanza es lo último que se pierde”, apuesta a seguir confiando. Por lo que lo presentará, este sábado 26 de abril, en suelo cuyano. Y en mayo en la Feria del Libro de Buenos Aires.

Sobre su nuevo texto, el quinto de su obra, García Urbani cuenta: 33 poemas en cartelera, es un libro que nació entre Mendoza y Alicante, editado por el Amante Universal y Editorial Golondrina. Contiene el zumo, el jugo, la sustancia de 33 films que pude ver y disfruté desde abril a agosto de 2024. En esos meses, vi las películas, escribí sobre ellas, pero no crean que se trata de una crítica de cine, ni que cuento lo que sucede en la película. No, es el film -ya sea un cortometraje, un largometraje o una película documental-, sencillamente un disparador y me ofrece algún aspecto, alguna temperatura, algún color o palabras que me gustaron. De ahí nacieron las primeras líneas”.

Diga que ya no vivo aquí

(Happy Together, Wong Kar-wai, 1997)

Son tristes algunos excesos

así es la Argentina, una desmesura

una resaca por adelantado

un tajo para que no duela

Aquí hay un solo teléfono público

para toda la humanidad

esperamos nuestro turno

mientras tanto hablamos

con desconocidos

la fila es infinita

tal vez lleguemos a decir lo nuestro

En el último asiento del bondi

dos chinos discuten por amor

en el modo de perdonarse

se les nota que ya han dejado de ser

turistas en Argentina

uno de los países más desolados

donde hay espacio para echar cosas al olvido

El tango se pega entre los azulejos

en el culo de las ollas, en las servilletas

es un milagro

de algún modo casi todos comemos

al menos una vez al día

La paraguaya de la pieza de al lado

jura que uno de los chinos

amanecerá en un contenedor

envuelto en un mantel de hule

se gritan, pero se quieren

andan amoratados

nadie los entiende

La Argentina es fea como una madre

tuvo mala suerte en el amor

hablamos en todos los idiomas

pero cuando se trata de consejos

no entiende una sola palabra

si no está enamorada está de yiro

jura que nunca más, que nunca

y amanece preñada de cualquier chabón

Vivimos aquí (desde)

siempre a punto de irnos

alguien hizo la broma de robar

cincuenta millones de pasaportes

para poblar el último país de la tierra

Los chinos de la pieza del fondo le juro,

lloran con Frank Zappa y bailan con Osvaldo Pugliese

ponen la radio altísima, no le miento

gritan goles que no son, pero los gritan

Este país es un inquilinato

un pasillo infinito a lo largo del tiempo

cuando nos toque el turno

de recibir nuestro llamado

habremos esperado tanto ya,

que nos haremos negar

Diga que no estoy

que ya no vivo aquí

que la Argentina no era para mí.

*

Emak-Bakia

(Man Ray, 1926)

El cráneo lleno de clavos y margaritas

sólo hay eso para neurotransmitir

a mis ojos de ferretería de florería

lo que sucede en la crucifixión

de las flores blancas

La sabia de los corderos negros

sube por los muros estridentes

es el sol del Mediterráneo

marzo a las diez de la mañana

No hay flores en Palestina

para hacer descender a Cristo

clavos para llenar mi frente

de una teología vegetal

Cierro los ojos

para que no escapen

clavos y margaritas

toda mi fe ha coagulado.

*

El pase del desprecio

(Mis queridísimos verdugos, Basilio Martín Patiño, 1977)

No me lo indulte, Caudillo

llevamos toda la noche

tomando café con el cura

esperando la alborada

la cosa será a las seis

el reo está en la capilla

rechinando las muelas,

se le ha dado una comida

y un vaso chato de vino

para pasar el mal trago de la vida

Verdugo, ejecutor de justicia,

quito las penas a los condenados

voy de provincia en provincia

con mis cosas de matar,

en cualquier patio alzo

el mástil de la nave de Caronte

Con media vuelta a la derecha

el torniquete bendice

mientras la vida se va

saliendo del cuerpo

cosa muy poco elegante,

yo miro a la concurrencia

con mi pase del desprecio

Los españoles morimos a gusto

de espaldas al garrote vil

que yo le cambiaría el nombre

a esta creación de los reyes,

uno con más dignidad

para que los súbditos muramos

altivos, pero sentados

No me lo indulte, Caudillo

hay que deshacer un pescuezo

lo digo con mi boca seca

la misma con la que canté villancicos

con mi boquita pequeña

del tamaño de una hostia

que apenas si se me entiende

porque lo mío es callar

escuchando los crujidos

El collarín, la llave inglesa

el tornillo largo de apretar

mi copita de coñac

el traje de los domingos

mi mente puesta en la paga

trescientas pesetas justas

la comunión de la niña

un par de zapatos nuevos

el grito del condenado

ronco, como por soleá

No me lo indulte, Caudillo

que a Jesús lo ejecutaron

matar es cosa de los hombres

ya Dios nos perdonará.

*

La asfixia

(As bestas, Rodrigo Sorogoyen, 2022)

¿Es posible que las palabras guarden el sedimento

el sarro de todas las generaciones que vivimos

en este valle, en este valle, sólo en este valle?

No se puede ver el sol detrás de mi sangre

es espeso este vino de una sola uva bestial

de cien generaciones aquí, juntitos,

rascándonos la barba cada amanecer

En el pueblo de al lado y en el otro ya no sé

la gente tiene otros apellidos, otra nariz,

se mueren de asuntos diferentes a los nuestros

aquí somos los que somos con esta voz

idéntica que hemos heredado

Si nos mirás bien verás que somos el mismo

el barro apenas se ha moldeado distinto

en las manos de tu Dios, y de otros más antiguos

que tenemos por aquí, en este valle

Verás que estos ojos míos son también

los de mi hermano ¿te has fijado?

iguales a los de Paco y a los de José

el de las vacas, y hasta a los del cura

si lo hubiera, aquí todo es igual siempre

Una piedra sobre otra y los sueños

bajo lajas de pizarra y vigas de pino

las mañanas huelen a bosta y humedad

he perdido las muelas tratando de sonreír

La nuez de mi garganta es el lomo de la ira

se la ve moverse debajo de la piel

girar, revolverse como por nacer

sólo me calma la asfixia cuando grito

El orujo y las cervezas

ponen grises las mañanas

es la única manera de sobrevivir

en la tarde otra vez la sed insoportable

la furia, las ganas de estar con una mujer

o de matar

Vienen de fuera a decirnos cómo son las cosas

saben ahora que está este valle y nuestros nombres

hemos nacido en la misma cama

donde habremos de morir

junto a nuestros perros

Sabemos tumbar un mulo o una vaca

con estos brazos y nuestra desesperación

con una fuerza que no se sabe, no se sabe

Mi hermano sí, mi madre sí,

yo no puedo creer en Dios

en cambio a mí se me ha dado dar muerte

eso viene con uno, como el andar

En mi casa lo saben y callan

en este valle bajan la mirada

después de matar lo mismo amanece

y los perros ladran como hace siglos

no hay menos vida al otro día

y a mí me duele igual

No se puede ver el sol detrás de mi sangre.

El autor: Miguel García Urbani

Miguel García Urbani nació en Mendoza en 1971. Estudió Comunicación Social y trabaja como periodista y escritor desde hace más de tres décadas. Publicó seis libros, entre poesía, prosa y ensayo, en Argentina y también España, país donde comparte proyectos artísticos, editoriales y académicos. Actualmente es alumno de primer año en la carrera de Filosofía.

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