así es la Argentina, una desmesura
una resaca por adelantado
un tajo para que no duela
Aquí hay un solo teléfono público
para toda la humanidad
esperamos nuestro turno
mientras tanto hablamos
con desconocidos
la fila es infinita
tal vez lleguemos a decir lo nuestro
En el último asiento del bondi
dos chinos discuten por amor
en el modo de perdonarse
se les nota que ya han dejado de ser
turistas en Argentina
uno de los países más desolados
donde hay espacio para echar cosas al olvido
El tango se pega entre los azulejos
en el culo de las ollas, en las servilletas
es un milagro
de algún modo casi todos comemos
al menos una vez al día
La paraguaya de la pieza de al lado
jura que uno de los chinos
amanecerá en un contenedor
envuelto en un mantel de hule
se gritan, pero se quieren
andan amoratados
nadie los entiende
La Argentina es fea como una madre
tuvo mala suerte en el amor
hablamos en todos los idiomas
pero cuando se trata de consejos
no entiende una sola palabra
si no está enamorada está de yiro
jura que nunca más, que nunca
y amanece preñada de cualquier chabón
Vivimos aquí (desde)
siempre a punto de irnos
alguien hizo la broma de robar
cincuenta millones de pasaportes
para poblar el último país de la tierra
Los chinos de la pieza del fondo le juro,
lloran con Frank Zappa y bailan con Osvaldo Pugliese
ponen la radio altísima, no le miento
gritan goles que no son, pero los gritan
Este país es un inquilinato
un pasillo infinito a lo largo del tiempo
cuando nos toque el turno
de recibir nuestro llamado
habremos esperado tanto ya,
que nos haremos negar
Diga que no estoy
que ya no vivo aquí
que la Argentina no era para mí.
*
Emak-Bakia
(Man Ray, 1926)
El cráneo lleno de clavos y margaritas
sólo hay eso para neurotransmitir
a mis ojos de ferretería de florería
lo que sucede en la crucifixión
de las flores blancas
La sabia de los corderos negros
sube por los muros estridentes
es el sol del Mediterráneo
marzo a las diez de la mañana
No hay flores en Palestina
para hacer descender a Cristo
clavos para llenar mi frente
de una teología vegetal
Cierro los ojos
para que no escapen
clavos y margaritas
toda mi fe ha coagulado.
*
El pase del desprecio
(Mis queridísimos verdugos, Basilio Martín Patiño, 1977)
No me lo indulte, Caudillo
llevamos toda la noche
tomando café con el cura
esperando la alborada
la cosa será a las seis
el reo está en la capilla
rechinando las muelas,
se le ha dado una comida
y un vaso chato de vino
para pasar el mal trago de la vida
Verdugo, ejecutor de justicia,
quito las penas a los condenados
voy de provincia en provincia
con mis cosas de matar,
en cualquier patio alzo
el mástil de la nave de Caronte
Con media vuelta a la derecha
el torniquete bendice
mientras la vida se va
saliendo del cuerpo
cosa muy poco elegante,
yo miro a la concurrencia
con mi pase del desprecio
Los españoles morimos a gusto
de espaldas al garrote vil
que yo le cambiaría el nombre
a esta creación de los reyes,
uno con más dignidad
para que los súbditos muramos
altivos, pero sentados
No me lo indulte, Caudillo
hay que deshacer un pescuezo
lo digo con mi boca seca
la misma con la que canté villancicos
con mi boquita pequeña
del tamaño de una hostia
que apenas si se me entiende
porque lo mío es callar
escuchando los crujidos
El collarín, la llave inglesa
el tornillo largo de apretar
mi copita de coñac
el traje de los domingos
mi mente puesta en la paga
trescientas pesetas justas
la comunión de la niña
un par de zapatos nuevos
el grito del condenado
ronco, como por soleá
No me lo indulte, Caudillo
que a Jesús lo ejecutaron
matar es cosa de los hombres
ya Dios nos perdonará.
*
La asfixia
(As bestas, Rodrigo Sorogoyen, 2022)
¿Es posible que las palabras guarden el sedimento
el sarro de todas las generaciones que vivimos
en este valle, en este valle, sólo en este valle?
No se puede ver el sol detrás de mi sangre
es espeso este vino de una sola uva bestial
de cien generaciones aquí, juntitos,
rascándonos la barba cada amanecer
En el pueblo de al lado y en el otro ya no sé
la gente tiene otros apellidos, otra nariz,
se mueren de asuntos diferentes a los nuestros
aquí somos los que somos con esta voz
idéntica que hemos heredado
Si nos mirás bien verás que somos el mismo
el barro apenas se ha moldeado distinto
en las manos de tu Dios, y de otros más antiguos
que tenemos por aquí, en este valle
Verás que estos ojos míos son también
los de mi hermano ¿te has fijado?
iguales a los de Paco y a los de José
el de las vacas, y hasta a los del cura
si lo hubiera, aquí todo es igual siempre
Una piedra sobre otra y los sueños
bajo lajas de pizarra y vigas de pino
las mañanas huelen a bosta y humedad
he perdido las muelas tratando de sonreír
La nuez de mi garganta es el lomo de la ira
se la ve moverse debajo de la piel
girar, revolverse como por nacer
sólo me calma la asfixia cuando grito
El orujo y las cervezas
ponen grises las mañanas
es la única manera de sobrevivir
en la tarde otra vez la sed insoportable
la furia, las ganas de estar con una mujer
o de matar
Vienen de fuera a decirnos cómo son las cosas
saben ahora que está este valle y nuestros nombres
hemos nacido en la misma cama
donde habremos de morir
junto a nuestros perros
Sabemos tumbar un mulo o una vaca
con estos brazos y nuestra desesperación
con una fuerza que no se sabe, no se sabe
Mi hermano sí, mi madre sí,
yo no puedo creer en Dios
en cambio a mí se me ha dado dar muerte
eso viene con uno, como el andar
En mi casa lo saben y callan
en este valle bajan la mirada
después de matar lo mismo amanece
y los perros ladran como hace siglos
no hay menos vida al otro día
y a mí me duele igual
No se puede ver el sol detrás de mi sangre.
El autor: Miguel García Urbani
Miguel García Urbani nació en Mendoza en 1971. Estudió Comunicación Social y trabaja como periodista y escritor desde hace más de tres décadas. Publicó seis libros, entre poesía, prosa y ensayo, en Argentina y también España, país donde comparte proyectos artísticos, editoriales y académicos. Actualmente es alumno de primer año en la carrera de Filosofía.