La incertidumbre y falta de previsibilidad respecto de las reglas de juego en el año electoral inquietan a los actores de la política doméstica. En ese tren de escasas definiciones, el oficialismo está apurado aunque disimula; pues a esta altura desearía tener más claro el panorama, y en especial un acuerdo más fino con La Libertad Avanza (LLA) que la expresión de deseos que dejó Alfredo Cornejo en Vendimia.
Pero a sabiendas que en definitiva es el gobernador quien tiene la lapicera, y por ende, la potestad de acomodar cronogramas y circunstancias para alinear su relato, el oficialismo descansa en el instinto y la lectura adecuada de los tiempos que ha sabido caracterizar al mandatario.
En la oposición todo es nerviosismo, pues a las definiciones exiguas se le suma que -salvo en los municipios que conducen- están a expensas de lo que defina la Provincia. Por ende, en manos de Cornejo. Y eso, los incomoda por partida doble.
Un peronismo todavía groggy
En un contexto de fuertes reacomodamientos, el peronismo todavía no termina de digerir la derrota nacional de 2023, y lo que es peor aún, su propia responsabilidad en lo acontecido. El fantasma político de Alberto Fernández, la irresponsabilidad fiscal de Sergio Massa y la omnipresencia de Cristina Kirchner signan todas las discusiones internas, pero también condicionan el posicionamiento ante Javier Milei.
Es una oposición culposa, que permite además, que desde sus propias filas aparezcan siempre los votos necesarios para las iniciativas más polémicas del mileísmo, allí donde están detrás gobernadores también peronistas, concentrados -exclusivamente- en salvar sus territorios.
En plena reconfiguración, el arribo de Cristina a la conducción nacional del partido, y por ende a erigirse como la gran contrafigura de este tiempo, obtura la posibilidad de nuevos liderazgos capaces de conectar con lo que a todas luces es también una sociedad con otras demandas que alguna dirigencia ni siquiera puede identificar como tales, aferrada a una lógica que huele a pasado.
Axel Kicillof interpreta que este es el momento de proponer una perspectiva de futuro diferente a la última experiencia peronista, pero sin embargo no puede desplegar plenamente si los mariscales de la derrota aún siguen ocupando el centro de la escena. Ni siquiera puede suspender las PASO y desdoblar la elección en la Provincia de Buenos Aires, como pretende para no tener que confrontar directamente con Milei y evitar algún percance imprevisto. Cristina en tándem con Massa se opone, y La Cámpora lo bloquea en la Legislatura bonaerense. La interna se agiganta y se propaga a todo el país.
Camporistas (y separatistas)
En Mendoza las prevenciones ante lo desconocido son más directas, lo que supone explorar opciones donde el riesgo de ruptura es aún mayor. Ese parece ser el mensaje de la conducción de La Cámpora que orienta la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti al conocerse en Los Andes que esa facción del peronismo viene trabajando sigilosamente para tener su propio partido en condiciones para la contienda electoral. Algo así como una plataforma que le permita competir en soledad si se dificultan los caminos internos.
La confirmación de esa estrategia fue una bomba en la interna del PJ mendocino. Las razones camporistas se basan en dos variables de un mismo diagnóstico: la primera tiene que ver con la incertidumbre general de la que damos cuenta más arriba, que permite especulaciones, pero también la aparición de picardías que entienden -si se producen- podría perjudicarlos. La segunda, es una marcada desconfianza hacia la actual conducción partidaria que encabeza Emir Félix. Un antiguo y mutuo resquemor que agrega más dramatismo al futuro del peronismo local.
Los otrora “jóvenes para la liberación” especulan que si finalmente Cornejo suspende las PASO locales (como además le piden el Pro, el PD y los libertarios a imagen y semejanza de lo que ya se acordó en la Nación), quedarán a expensas de la negociación con los intendentes para el armado de las listas. Pero en especial, con el presidente del partido que -saben- no los quiere.
En ese contexto adverso, creen que se le factura -además- haber llevado al PJ a un lugar en el que los mendocinos no se identifican, en línea con el pensamiento de CFK. Y, aunque no lo dicen, también incluyen en sus razonamientos que el clima de época ha disminuido el atractivo de su discurso, con lo cual se deberían conformar con un papel secundario, casi de acompañamiento en pos de la “unidad”, que no están dispuestos a aceptar.
Frente a esa posibilidad, amagan con romper y presentar sus propias listas, con candidatos 100% kirchneristas, por fuera del peronismo con ese nuevo partido que esperan tener en condiciones en la Justicia electoral.
¿Problema para Félix, o alivio?
La decisión, fuerte desde lo simbólico pero también desde las necesidades de un peronismo deshilachado, es por lo pronto un duro mensaje hacia Félix en pos de una negociación en mejores términos de lo que los camporistas perciben que les ofrecerán. Y supone, además, un serio desafío para el ex intendente de San Rafael, así como para el resto del partido, respecto de qué hacer con Cristina, con su liderazgo personalista y su modelo intervencionista, proclive al déficit y la prebenda reparadora que claramente no fue beneficioso para Mendoza. Y peor aún, que su electorado rechaza.
Incapaz de romper, pero también de ofrecer una vía alternativa, productivista, como hizo el peronismo cordobés, el PJ sigue condicionado por la ideologizada conducción partidaria nacional.
Mientras tanto, La Cámpora mueve sus fichas en pos de un jaque mate de corto vuelo, amenazando con un quiebre que podrá satisfacer su lógica dogmática pero que del otro lado no hace más que tensar un hilo que nadie quiso cortar en este tiempo para no sufrir reproches ni represalias. “Si arman su partido y se van, será una decisión de ellos; nadie los está echando…” resume un viejo observador del peronismo, que sin embargo no puede dejar de ocultar alguna mueca de satisfacción si eso llegara a concretarse.
* El autor es periodista y profesor universitario.