Se dice que la diferencia entre un político y un estadista es que el primero solo piensa en los comicios siguientes y el estadista mira el largo plazo, incluso aunque supere el tiempo de su vida.
Charles de Gaulle, fue uno de los grandes líderes europeos del siglo XX que junto a otros de pensamiento similar como Winston Churchill, querían formar los Estados Unidos de Europa para no depender tanto de Norteamérica cuyas tendencias aislacionistas hoy se verifican más que nunca.
Se dice que la diferencia entre un político y un estadista es que el primero solo piensa en los comicios siguientes y el estadista mira el largo plazo, incluso aunque supere el tiempo de su vida.
Los acontecimientos mundiales con los discursos de Trump y su vicepresidente sobre el conflicto desatado con la invasión de Ucrania por parte del señor Putin, el autócrata ruso, como distintos anuncios rupturistas del orden mundial acordado luego del fin de la segunda guerra mundial que buscaban evitar la causas que habían llevado a ese conflicto, provocan el recuerdo de grandes estadistas que sabían mirar lejos y anticiparse a los hechos.
En el libro escrito por Henry Kissinger poco antes de su fallecimiento: “Líderes”, cuenta sus conversaciones con algunos protagonistas relevantes del siglo pasado, algunas de ellas cuando era un académico que no imaginaba el rol que cumpliría en el mundo cuando fue convocado por el presidente Nixon para ocupar altos cargos en gobierno.
En sus entrevistas con líderes europeos, como académico y más tarde como consejero de seguridad y luego secretario de Estado, percibió las dudas y preocupación sobre si los Estados Unidos estaban realmente dispuestos a enfrentar a la Unión Soviética en caso de una agresión a Occidente del Pacto de Varsovia.
Churchill tenía en claro los errores cometidos luego del fin de la primera guerra mundial como fue la disolución del Imperio austro húngaro, que equilibraba la situación en esa parte de Europa. El avance de Hitler sobre Austria, Checoeslovaquia, Hungría, fueron el resultado. Por eso proponía al fin de la segunda guerra la formación de una Confederación del Danubio que sirviera de contrapeso a la URSS. Cuando volvió en 1952 a la jefatura del gobierno británico aceleró el programa nuclear convirtiendo al Reino Unido en la tercera potencia nuclear. Sin embargo, sus sucesores hicieron a su arsenal nuclear dependiente de los Estados Unidos.
En sus memorias explica el general Eisenhower porqué aceptó ser candidato republicano, también dirigentes demócratas le ofrecieron la candidatura presidencial. El jefe americano en la guerra en Europa consideró que después de veinte años de presidencias demócratas era mejor ayudar a que hubiera alternancia, eso fue una de las razones para aceptar la candidatura ofrecida por los republicanos. La otra fue, como primer jefe militar de la OTAN, su último comando militar, su temor a las tendencias aislacionistas tradicionales en ciertos sectores del partido republicano. Su contendiente en la primaria William Taft en 1941, días antes de Pearl Harbor. decía: “NI un dólar para la guerra en Europa”, mientras Churchill reclamaba apoyo y los nazis estaban a las puertas de Moscú.
En Francia había un militar que como Churchill sabía de las lecciones de la historia. De Gaulle, quien no pudo convencer a sus jefes de los cambios que traía a la guerra la motorización, los blindados, la aviación, y que en la fulminante derrota de 1940 al volar a Inglaterra inició en soledad con un discurso la resistencia al invasor, buscó en su regreso al poder en 1958, después de 12 años de autoexilio interno, asegurar la soberanía de Francia con una fuerza de disuasión nuclear independiente.
Hoy escuchamos declaraciones insolentes como la del vicepresidente Vance en Munich, desdeñando los compromisos en la defensa de Europa y el mundo democrático iniciada en la Carta del Atlántico firmado por Roosevelt y Churchill, consolidada por Truman con el plan Marshall y la formación de la OTAN, junto a instrumentos financieros para evitar otra crisis financiera y comercial como la de los treinta con sus medidas proteccionistas que redujeron el comercio mundial a la tercera parte y fueron caldo de cultivo de los totalitarismos. Instituciones como el FMI, el Banco Mundial, El GATT, fueron creados para ese fin.
Con la presidencia de Eisenhower en adelante no cabían dudas que con sus matices, había compromisos bipartidistas en la política exterior de los Estados Unidos. Ahora estos compromisos están en crisis mostrando la clarividencia del general De Gaulle que buscó asegurar la defensa de los intereses de su patria con autonomía y bregaba por una integración europea, algo que también proponía Churchill quien sugería la formación de los Estados Unidos de Europa.
Al paraguas nuclear francés el general De Gaulle con otro notable estadista, el alemán Konrad Adenauer, promovió la reconciliación franco alemana como la clave de la estabilidad y la paz europea.
Hoy continuando ese camino, la reacción del presidente de Francia, el señor Macron, el primer ministro inglés y el futuro canciller alemán ofrecen esperanzas a los que adherimos a los valores de nuestra civilización cuyos pilares son la libertad, el derecho, la promoción de la igualdad, el límite al poder. Una lección para la Argentina, no hay alineamientos automáticos, en política exterior debe ser prioridad preservar los intereses nacionales.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.