Christian Pulisic, un jugador norteamericano que jugaba para el Borussia Dortmund, fue adquirido esta semana por el Chelsea en 64 millones de euros y despertó un debate en América sobre el valor de los jugadores de este continente.
Inmediatamente, uno recuerda que el Pity Martínez, que viene de recibir el premio como mejor jugador de América y que fue elegido como uno de los mejores cien jugadores del mundo, se va al Atlanta United de los Estados Unidos en una operación que a River le deja sólo diez millones de dólares. Teniendo en cuenta que el jugador tiene recién 25 años, la situación despierta más alarmas.
En México, por ejemplo, hay quienes aseguran que el mejor jugador es Diego Lainez del América y por quién el Ajax habría ofrecido 12 millones. A Godoy Cruz le quedarían sólo 3 millones por el Morro García, un goleador implacable.
"Estamos ante una situación complicada", decía un conocido empresario futbolístico hace unos días. Cada vez es más difícil vender un jugador a Europa, pero no pasa sólo por lo futbolístico.
¿Cómo es esto? Simple. El mercado europeo cambió y nosotros no nos hemos aggiornado. Las instituciones, que más que clubes son sociedad anónimas, buscan jugadores que los representen dentro y fuera de la cancha. “Si compro un jugador croata habla tres idiomas y además son jugadores polifuncionales”, dijo en algún momento Florentino Pérez, presidente del Real Madrid.
Por allí va las cosas. Los jugadores argentinos no se están preparando para lo que viene. Ya no alcanza sólo con saber qué hacer con una pelota en los pies. Se pide más profesionalización y como habitualmente eso no ocurre, los europeos van por dos opciones pocos felices para nuestras instituciones, apuntan a jugadores que tengan menos de 20 años (Ezequiel Palacios es el último ejemplo) o recurren a los descendientes de inmigrantes y más precisamente de África. Jugadores que tienen menor valor en el mercado y están más dotados físicamente para el alto rendimiento.
De hecho, hay un dato que es elocuente. La mitad de los jugadores que estuvieron en la final de la Copa del Mundo entre Francia y Croacia, no es nacido en el país al que representó.
Hace unos años, el Barcelona ponía en Argentina una filial de La Masía, la casa donde nacen los talentos del equipo catalán y lo hacía mostrando lo que se venía. Al futbolista hay que moldearlo de otra manera. Darle otras armas para su desarrollo profesional.
A Sudamérica también le juega en contra el alto porcentaje que hay de “deserción” de los futbolistas. Cada vez es más común que los jugadores quieran regresar rápidamente a nuestro país. Ninguno banca las presiones que hay en esos mercados más de una o dos temporadas.
Todas estas situaciones hacen que nuestro “producto” (eso son los jugadores en el ámbito profesional) pierda valor y tenga escasa capacidad de reventa.
Y si a eso le sumamos que los clubes buscan artimañanas legales (como quiere hacer Boca con Fabbra), es cada vez más complicado para los chicos llegar a Primera División.
Porque según el artículo 31 del convenio, los jugadores con más de 36 meses en un plantel pasarán a ser considerados como argentinos. Una situación que afecta claramente a los nacionales.
Argentina hoy encontró en la naciente liga estadounidense su nueva meca futbolística.
Hay más de treinta "gauchos" en clubes de ese certamen de cara al inicio de una nueva temporada, pero debemos comenzar a prender las alarmas de alerta. También están China o Japón, mercados que no garantizan al jugador mantener un nivel por la pobreza deportiva de su certamen y que a la larga juega en detrimento del fútbol nacional que busca a esos talentos para la selección nacional.
Todos sabemos que, la mayoría de las instituciones necesitan ser exportadoras para poder mantener sus cuentas en orden y sin mercados interesados, esa ecuación se convertirá en una quimera.