La decisión de las autoridades del IPV, de establecer planes de pago para permitir el cobro de cuotas por parte de deudores, debe ser bienvenida y es de esperar que alcance los resultados estimados, en razón de que de esa forma podría recomponerse el círculo virtuoso que parte de la base de que, con lo que el organismo percibe por el pago de cuotas, puede invertir para construir nuevas viviendas. También es dable advertir que en la información suministrada por las autoridades surgen datos llamativos, como es el hecho de que el 63% de los deudores corresponde a adjudicatarios que deberían abonar cuotas de menos de 100 pesos por mes, lo que pone en duda la situación y permite preguntarse si esa deuda responde al hecho de que no puede pagar por una dura situación económica o al equivocado pensamiento de muchos que consideran que la entrega de viviendas es una "obligación" del Estado y por eso mismo no tienen por qué pagarlas.
La morosidad en el pago de las cuotas podría ser considerada como un hecho histórico y "normal" en el IPV, aunque también cabría advertir que se profundizó cuando aparecieron peludo entidades de "representantes" de adjudicatarios, especialmente en el caso de barrios destinados a familias de menores recursos que, en lugar de incentivar el pago de las cuotas, como debiera corresponder, propulsaban el reclamo y la morosidad. De ese modo, esos autodenominados "dirigentes" ganaban espacios entre los "asociados", haciendo en muchos casos pingües negocios, en razón de que percibían una cuota societaria que muchas veces superaba el valor de lo que el adjudicatario debía abonar al IPV. Y así como en el párrafo anterior hablamos del círculo virtuoso, debemos considerar que con la actitud de los morosos se conforma un círculo vicioso porque el organismo se queda sin recursos para poder construir nuevas viviendas.
A lo largo de sus más de 50 años de existencia, el IPV ha sumado cientos de anécdotas, algunas de las cuales es dable mencionar. Como lo que ocurrió con algunos barrios de primer nivel de construcción (en los inicios de la entidad) que, como no existía la actual inflación, firmaban contratos a 30 años sin interés. Fue así que en la década del ‘70 la cuota mensual que pagaban era inferior a lo que costaba un boleto de colectivo y el IPV decidió dar por canceladas las deudas, porque en el cobro de la cuota era más alto el costo del papel que lo que se percibía. Entre esas viviendas se encontraban los departamentos del barrio Cano, entre otros. Otro tema llamativo se dio con el plan de erradicación de villas inestables, que consistía en construir barrios y, en el mismo momento de la entrega, proceder a derrumbar las viviendas inestables. Sin embargo, se dieron varios casos en que los "adjudicatarios" procedían a ocupar la noche anterior las casas que les iban a entregar y las inestables que "dejaban" eran ocupadas en forma inmediata por otras personas, en su gran mayoría parientes. De manera tal que las "villas" se mantenían. O como sucedió con el aluvión del 4 de enero de 1970, en que el canal Frías arrastró a 35 viviendas que estaban construidas en sus orillas. Sin embargo, cuando las asistentes sociales hicieron un relevamiento para solucionar el problema de las viviendas, "aparecieron" más de 170 "familias" afectadas, en las que se repetían decenas de apellidos.
Con relación a la situación actual, resulta incomprensible que el 45% de los adjudicatarios se encuentren en condición de "morosos", con una deuda que asciende a los 200 millones de pesos y, en algunos casos, con familias que llevan siete años sin pagar. También resulta inconcebible que la morosidad más alta (el 63%) se da en los casos que tienen una cuota mensual de 100 pesos. El 26% se da en casos de cuotas de entre 100 y mil pesos y el 11% con cuotas mayores a mil pesos. El instituto ha organizado un aceitado mecanismo de recuperación en el cobro de deudas, otorgando un plazo suficiente entre la notificación de la deuda y la fecha de cobro, de manera de no sorprender a nadie y con toda seguridad se tendrán en cuenta casos especiales, que siempre existen. Pero lo importante es que de una vez por todas, a pesar de las dificultades económicas del momento, se instale la cultura basada en el hecho de que la obtención de una vivienda requiere por lo menos un mínimo esfuerzo para abonar la cuota, de manera tal de permitir que otros, también necesitados, puedan acceder al techo propio.