Hace al menos una década que dos equipos locales no jugaban en forma exquisita como los hicieron Rojos y Blancos, donde la victoria le sonrió a los capitaneados por Guillermo Barbeito. Tal vez un Murialdo-Andino perdido en lo más profundo de los recuerdos, pudo ser así, con tantas pinceladas de hockey y del bueno, el que le gusta al fanático del palo y la bocha.
Es que ni Gustavo Gudiño, ni Mariano Caicedo se guardaron nada y enviaron a los suyos al todo o nada. Es que no quedaba otra, era casi “el” partido por el campeonato. Así, lo entendieron los 22 que hicieron de todo en el rectángulo. La primera llegada, una profunda del enano Barbeito y que Sedano pudo conjurar sin problemas. Después toda la fantasía que se imagina usted lector ocurrió. Hubo pasajes a cara de perro, otros de intensa velocidad, rapidez, que llegó a cansar a algunos espectadores. ¡Pum! gol de Juan López, pero a los 120 segundos, ¡Pam! empate de Carlos Nicito y a barajar.
Segundo corto para el Albo de Dorrego y Nieto no erró. De ahí en más un ida y vuelta, sin pausa, con el corazón en la mano y con el reloj contando los minutos como si fueran segundos.Casi a los 30’ Privitelo ingresa para darle aire a los Rojos y como lo hacia a fines de los noventa y hasta bien entrado la década pasada, un par de trancos mágicos y empató el partido.
No iban dos minutos del complemento y en un penalty córner Barbeito otra vez puso en ventaja al local y al cuarto de hora por la misma vía, Ojeda igualó todo. Pero la fortuna estaba del lado del Tornado: Nicolás Egüren un minuto del final, descolocó a Sedano y apretó un triunfo trabajado.