Tinta fresca

Una nueva entrega de la selección de libros recomendados por Los Andes.

Tinta fresca
Tinta fresca

Nuestra parte de noche 

Autor: Mariana Enríquez

Editorial: Anagrama

Páginas: 680

Precio: $1250

Cultura. ¿Por qué creés que existe ese miedo a nombrarla?

-Suele llamar la atención que alguien escriba sobre la muerte, porque parece que estuviera tocando un tema del que nadie habla. Hay un intento por tratar de evitar lo imposible. Se refleja en un montón de aspectos. Está bien toda la cuestión del fitness, de cuidarse, de comer mejor, de vivir bien. Pero noto que mucha gente que hace eso no intenta tanto vivir mejor sino evitar la toma de conciencia de que un día va a morirse. Morirse saludable. Todo esto provoca un estado de ansiedad. Es muy loco vivir tratando de evitar lo que es inevitable.

-¿Cómo fue el proceso de investigación que hiciste para escribir esta novela?

-Lo que hice fue leer con más atención varios textos de ocultismo británico y de algún tipo de terror muy específico. Me puse a leer terror folk. Leí un poco de mitología argentina y otro poco de antropología. Hay un personaje de la novela, Rosario, que cuenta sobre una médium de África, donde hubo varias lecturas de textos colonialistas/expedicionarios británicos. No usé el tono pero sí el tipo de relaciones que se establecía en aquel momento, en esa cultura.

La literatura de Enríquez no flota etérea en un cúmulo de palabras: hunde sus raíces en el entorno político. Durante su primer año en la carrera de periodismo, desapareció, a manos de la policía, su compañero Miguel Bru. Algo de ese hecho aparece retratado en su última novela.

“No estoy escribiendo terror en el aire. No tengo solamente un interés literario. Al escribir uso mi experiencia, no la personal: no cuento mi vida, porque me parece poco interesante. Pero a mi vida cotidiana la rozan eventos que tienen que ver con lo político a nivel macro y aquella desaparición fue uno de ellos. Lo personal entra en contacto siempre con la vida política y la historia de un país. La novela tiene mucho más que ver con eso”, aclara.

-¿Escribís para exorcizar esos fantasmas?

-No, no escribo para eso. No entiendo mucho lo que significa, en realidad. A los fantasmas se los bancan mis amigos o mi terapeuta. Para mí, escribir no es algo terapéutico. El 80 por ciento de las cosas que aparecen en la novela, la religiosidad popular, un hombre andrógino medio enfermo, estilo Lord Byron, o más tarde la poesía, la política, o específicamente un momento de la sociedad argentina que transcurrió a fines de los 80, principios de los 90, son obsesiones mías. Pero no estoy exorcizándolas porque me duelan. Son las cosas que me obsesionan y de las que me gusta escribir.

¿Qué es la literatura para vos?

Es una forma de armar un sistema con todas mis obsesiones y con la investigación a la que me llevan esas obsesiones, para tratar de saber por qué llego a esas cosas. Por qué esas obsesiones se terminan entroncando con mis cuestiones personales. Lo que hago cuando escribo literatura es ordenar mis planetas.

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