Una Mendoza sin indios: Lo que somos y lo que creemos, o queremos, ser

“La falta de reconocimiento de la presencia o descendencia indígena en Mendoza es fruto de una operación cultural de larga data” señala el autor.

Una Mendoza sin indios: Lo que somos y lo que creemos, o queremos, ser
Miembros de la comunidad mapuche de Malargüe.

La falta de reconocimiento de la presencia o descendencia indígena en Mendoza es fruto de una operación cultural de larga data de las elites políticas e intelectuales de la región. La misma tuvo dos finalidades principales. Una, inculcar en la población la idea de la superioridad de la cultura y sociedad europea y los inmigrantes de este origen por sobre indígenas y criollos, y crear la ilusión de pertenencia de toda la población a este sector social, borrando de la conciencia otros orígenes. La otra, legitimar la apropiación de las tierras indígenas y de criollos pobres por parte de esta elite que no se produjo solo durante la colonización española, sino argentina, tanto en el sur como en el norte de la provincia, desde la década de 1870 hasta la de 1930, en especial bajo la hegemonía de los “gansos” o conservadores mendocinos. Esta apropiación fue realizada, como hasta la actualidad sucede, mediante, coacción, engaños, un sistema judicial afín, e inclusive legislación y políticas públicas.

Este es el trasfondo de la exagerada reacción tanto del gobierno provincial que no para de publicar gacetillas incendiarias contra el “puñado de mapuches” que habita en los olvidados parajes que ahora suscitan su interés, y de la “rueda de auxilio” académica proporcionada por historiadores y arqueólogos oficiosos cuya experticia nada tiene que ver con la temática indígena contemporánea y reproducen el discurso de la Campaña del Desierto.

En aquella época, los intelectuales de la generación del `80, Estanislao Zeballos, José Manuel Olascoaga y Francisco Pascacio Moreno, preocupados por la competencia territorial con Chile en el área patagónica, que en la práctica pertenecía a los indígenas de ambos lados de la cordillera, elaboraron la narrativa de la “araucanización” que postulaba que los indígenas que existían en el centro y sur de la Argentina de entonces eran invasores provenientes de Chile, cuando en realidad precedían ambos estados nacionales.

Este fue el argumento principal para justificar la invasión de sus tierras, genocidio, traslado forzoso y apropiación de sus cuerpos (vivos y muertos), que quedaron en manos de altos mandos militares y ricos terratenientes que financiaron la campaña, hechos denunciados por este mismo diario entre las década de 1880 y 1990. Cualquier investigador medianamente actualizado en el tema sabe que la supuesta condición chilena de los indios de la región es un mito, y que las clasificaciones étnicas (pehuenches, mapuche, pampas, etc.) fueron aplicadas de un modo rígido por los etnólogos clásicos de la década de 1940, antes de haberse realizado investigaciones serias sobre la formación y transformación de esos grupos indígenas y sus identidades a lo largo de la colonia y la república.

También que, obviamente no se van a encontrar identidades “mapuche” en los documentos históricos antes de la formación del estado argentino porque es un nombre aplicado posteriormente, del mismo modo que no se encuentran referencias a una identidad nacional “argentina” sino hasta bastante después de la independencia de España.

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