Actualmente en Australia, ha trabajado en la industria del vino de países europeos y de Oceanía. Los trabajos en temporada le han permitido recorrer varias ciudades vitivinícolas.
Miquela Michelutti, la enóloga mendocina que ha dado la vuelta al mundo en vendimias. | Fotos: gentileza
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Con 32 años, la enóloga mendocina Miquela Michelutti ya ha recorrido España, Francia, Nueva Zelanda y Australia, donde se encuentra viviendo actualmente. Y el hilo conductor de todas las ciudades en las que ha vivido, Mendoza incluida, ha sido la vendimia. Pero no la fiesta en sí, sino todo el proceso industrial y cultural que incluye la cosecha y la elaboración del vino nuevo.
"Estoy en Australia y todavía no he podido visitar la Ópera de Sidney. ¡Ahí voy a caer en la cuenta de que estoy en Australia!", describe, sonriente y tímida a la vez, Miquela. Y es que sus viajes siempre han estado ligados al trabajo y, fundamentalmente, al vino y la vendimia.
De hecho, su objetivo es aplicar para una visa que le permita un segundo año de trabajo en Australia, y ello la mantiene activa en la búsqueda de un destino remoto para ir a trabajar durante los próximos meses, uno de los requisitos indispensables.
Miquela estudió la tecnicatura en Enología en la UTN Regional Mendoza. Comenzó en 2011 y la completó en 2015. Y ni bien terminó de estudiar, empezó a trabajar.
"Empecé en el rubro de la gastronomía, pero primero como moza. Así empecé a conocer a gente y más gente, sumado con otros compañeros de la facu que habían empezado a viajar a hacer las vendimias en bodegas de otros lados. Y ahí se despertó en mí esa curiosidad", cuenta Miquela desde Australia, país que tiene 13 horas y media de diferencia horaria con Argentina.
Desde el barrio Antártida en Luzuriaga, Maipú, donde se había criado, comenzó a planificar su primera aventura, siempre con un objetivo laboral. La posibilidad de tramitar la ciudadanía italiana le simplificó a la enóloga mendocina la posibilidad de abrir las puertas. Y así fue como, en 2018, hizo su primer viaje a España.
"Siempre tuve ganas de viajar, conocer, trabajar afuera. Y el primer viaje que hice fue a España. Estuve tres años viajando por España, Alemania y Andorra, trabajando como moza y en actividades que no tenían mucha vinculación con lo que yo había estudiado, hasta que estalló el Covid-19 y decidí volver a Argentina", repasa.
El regreso a nuestro país le permitió a Miquela alinearse definitivamente con su profesión. Y su primera experiencia como enóloga fue en la bodega Peñaflor, en Maipú, donde trabajó en febrero de 2022.
Ya con esa primera experiencia se le abrieron las puertas a la primera vendimia internacional, por lo que en agosto de 2022 viajó para el momento de mayor actividad en una bodega de Cataluña ya que, al estar España en el Hemisferio Norte, la vendimia es en otro momento del calendario anual comparado con Mendoza.
En febrero de 2023, Miquela Michelutti aterrizó por primera vez en el continente oceánico. Fue para trabajar en una de las bodegas más grandes e importantes de Nueva Zelanda, también para el momento de mayor actividad en la industria vitivinícola. Y fue tal la imagen que dejó, que al año siguiente le propusieron regresar, esta vez ya como supervisora de la misma empresa.
"Fue todo un desafío para mí porque no me desenvolvía muy bien con el inglés. Pero lo aprendí practicándolo y perdiendo el miedo”, resume.
Aprovechando una vez más la diferencia estacional, una vez completada la vendimia austral en Nueva Zelanda, en agosto de 2024 fue a trabajar para este mismo proceso en una bodega francesa, al Sur del país galo y cerca de Montpellier. “No fue una buena experiencia. La bodega era muy chiquita y vieja, estaban con la idea de venderla y no estaba muy organizada", rememora sobre su última experiencia europea.
"En esta bodega estaba todo 'atado con alambre', y comparado con toda la tecnología con que venía de trabajar en Nueva Zelanda, fue un golpe fuerte", se sincera.
Ya en enero de este año, Mique, como la llaman sus amigos y otros seres queridos, regresó a Oceanía. Aunque, esta vez, para instalarse en el Sur de Australia, cerca de Adelaida, donde vive actualmente, y siempre trabajando en una bodega.
Si bien lo que va marcando la hoja de ruta de Miquela son las vendimias, y sus destinos siempre son fuertes en el ámbito enológico, el resto del año lo aprovecha para viajar, conocer y disfrutar "por fuera del vino". "El año en que trabajé en la vendimia en España, después me volví a Argentina porque sabía que me iba a ir a Nueva Zelanda para la siguiente vendimia. Y en Nueva Zelanda estuve trabajando después de esa temporada, haciendo de todo. Estuve en una empresa que se dedicaba a vegetales, en línea de empaquetado con brócolis. Después de eso, estuve en una empresa de arándanos, y después volví a la vendimia", resume la maipucina.
Aunque la primera vez que salió de viaje lo hizo con una amiga, quien luego hizo la suya, Mique ya se ha acostumbrado a viajar sola. No es algo que le moleste, más bien todo lo contrario, le divierte. Porque conoce y hace amigos en cada ciudad en la que está, comparte feedback con otros enólogos del mundo y nada la ata a ninguna ciudad.
"Tengo amigos en todas las partes del mundo", completa, entre risas.
En Australia, la vendimia culmina a fines de abril. Y Miquela ya está buscando qué hacer en el medio para quedarse en aquel país hasta la temporada que viene. En efecto, tiene bien en claro que ese es su trabajo estable, mientras que en el medio "hace lo que encuentra".
Mientras dura su trabajo en la bodega, Mique vive en una casa que la empresa pone a disposición de los trabajadores foráneos. Queda a 15 minutos del trabajo, y la enóloga reconoce que, en temporada alta, a veces trabaja hasta los sábados y arduamente. Tal vez por eso es que espera ansiosa a los domingos "sagrados".
"Me compré un auto y, cuando llega el domingo, aprovecho para descansar, salir a pasear, ir a la playa o a las ciudades y pueblitos que quedan cerca", reconoce.
La última vez que la enóloga Miquela Michelutti estuvo en su Mendoza natal fue en agosto de 2024, previo ir a trabajar a Francia. Y aunque disfruta de su vida nómade, no logra disimular (ni tampoco lo intenta) aquellas cosas que añora.
"Lo que más extraño es la familia, los amigos, las costumbres. Nada es como allá. Puede ser difícil la situación política y económica, pero la manera de ser de la gente, de compartir todo, eso de que no haya un motivo para juntarse e ir a comer un asado de la nada, esa cultura es lo que más se extraña", confiesa.
Cada vez que vuelve a Mendoza trata de rodearse con esa gente que le hace bien para recargar energía y disfrutar.
"La comida también se extraña, siempre que voy, mi mamá sabe que me tiene que esperar con unas empanadas", cierra.
