Mendoza ha tenido, a lo largo de toda su historia independiente, una gran capacidad para encontrar síntesis que permitieron reinvenciones políticas permanentes. Eso es lo que dio un gran progresismo a la vida provincial por el dinamismo de su accionar. Pero, a la vez, supo convertir las síntesis y reinvenciones en instituciones que se prolongaron más allá de su tiempo de instauración, y fueron forjando un esqueleto estructural que dio gran sostén y permanencia a una vida política republicana.
Podría decirse, sobre la base de esta primera conceptualización, que Mendoza es el ejemplo concreto de la construcción y la afirmación de una república conservadora progresista. Conservadora, por la persistencia significativa a lo largo del tiempo de sus instituciones a pesar de formar parte de un país caudillista. Y progresista, por la gran capacidad de adaptar esas instituciones a los grandes cambios históricos que le tocó asumir.
La reinvención sanmartiniana
Eso se vio desde los inicios cuando la historia destinó a la provincia ser protagonista central en la guerra por la independencia, ya que su gran líder, don José de San Martín, instaló en estos territorios las bases desde las cuales avanzar hacia Chile y Perú.
La gobernación de San Martín – más allá de su inmenso significado independentista– fue un antes y un después en la “gran aldea” que era Mendoza, ya que la dotó de muchos avances culturales, la organizó tanto para la guerra como la paz y, de alguna manera, fue su gran fundador histórico, como en el resto de las provincias lo fueron caudillos locales. Acá ese papel no lo cumplió un caudillo, sino un líder nacional con proyección continental. Eso definitivamente signó el carácter cultural libertario de la provincia, de una vez y para siempre.
La síntesis argentino-chilena
Perteneciente al virreinato general de Chile durante los tiempos coloniales, Mendoza profundizó sus lazos con la hermana república trasandina durante la llamada era portaliana, entre 1830 y 1860, donde los chilenos conformaron su república conservadora, un sistema centralista y autoritario, pero con un gran esfuerzo modernizador, sobre todo en lo que se refirió a la educación gratuita.
A diferencia del caudillismo argentino, que en ese entonces se personalizó nacionalmente en la figura de Juan Manuel de Rosas, la república portaliana fue despersonalizada, porque las instituciones fueron más importantes que sus presidentes.
Allí Mendoza consolidó otra de sus grandes síntesis, ya que durante el rosismo –sobre todo en la gobernación del fraile Félix Aldao– muchos opositores se exiliaron en Chile, donde también estuvieron personalidades como Mitre y Sarmiento.
Fue allí donde aprendieron las prácticas políticas de la conciliación y la moderación para aplicarlas en el país, luego de que finalizaran los tiempos frenéticos de la división entre federales y unitarios.
Con el tiempo, esa síntesis cultural entre lo mejor de Chile (su orden) y de Argentina (su movilidad social) encontraría en las élites y la sociedad mendocinas su mejor expresión.
La reinvención luego del gran sismo
Mendoza tuvo otra prueba de fuego, quizá la más grande de su historia, con el terremoto de 1861, que prácticamente demolió toda la ciudad, dejando a más de la mitad en restos y con una cantidad enorme de su población fallecida.
Si bien la tragedia fue enorme, a la vez significó el punto de partida de una nueva Mendoza, que se erigió sobre sus escombros y que en las próximas décadas nos convirtió en la provincia más progresista del interior del país, con inmensas innovaciones de todo tipo.
Allí fue central la figural del general Manuel José Olascoaga, que se hizo cargo de la conducción de Mendoza cuando ésta quedó vacante durante el caos sísmico. Pero Olascoaga no es recordado sólo por el orden que reconstruyó, sino porque en las décadas siguientes fue un gran defensor de la Argentina andina (la que recorre la cordillera de Los Andes), proponiendo un ferrocarril que la uniera, realizando innovadores estudios de topografía y creando Chos Malal en Neuquén, basándose en la estructura de agua y acequias de Mendoza.
Fue, además, un gran divulgador del modelo mendocino por todo el oeste andino y un gran estratega de la modernización de esta zona del país, tan importante como la Pampa húmeda, pero más olvidada.
La reinvención civitista
Por encima de los conservadores gobiernos de familia que predominaron durante la segunda mitad del siglo XIX, un nuevo líder político ubicó a Mendoza en el protagonismo nacional y consolidó su orden liberal. Hablamos, claro, de Emilio Civit, que tanto en su rol de gobernador como formando parte del gabinete de Julio Argentino Roca modernizó a Mendoza de una manera fenomenal.
Para entender de lo que fue capaz este hombre vale recordar las palabras con que el mismo presidente Roca lo definió en tanto su ministro de Obras Públicas: “Emilio Civit hizo por sí solo la obra de toda una generación”.
La reinvención lencinista
El orden civitista –conservador, pero progresista en todo lo que a infraestructura y educación se refiere– fue en el siglo XX sucedido por los gobiernos lencinistas, de marcada tendencia populista, aunque muy avanzados en lo social, de modo que muchas de las conquistas obreras que luego introduciría el peronismo en el país se aplicaron en la “conservadora” Mendoza durante los gobiernos lencinistas.
La síntesis constitucional
Entre Civit y Lencinas, Mendoza gestó otra gran síntesis y reinvención institucional con la reforma constitucional de 1916, que tuvo a su arquitecto intelectual y jurídico en la figura de Julián Barraquero, un hombre que más que una Constitución construyó con ella una síntesis del proyecto provincial mendocino que aún hoy no ha podido ser superado, sobre todo con sus límites al poder y su énfasis en fortalecer la institucionalidad, a la cual ni Civit ni los Lencinas eran demasiado propensos por sus formas más cercanas al caudillismo.
Para limitar los excesos de los caudillismos exitosos que tuvo Mendoza a fines del siglo XIX y principios del XX, una generación ilustrada –ni civitista ni lencinista– conformó la moderación institucional que permitió desarrollarse a Mendoza, sobre todo como potencia vitivinícola y agroindustrial, con gran énfasis en el desarrollo educativo y el uso racional del agua, nuestro elemento más escaso.
La reinvención conservadora
Fue inmediatamente después de los Lencinas que apareció la Mendoza del partido conservador, que con el tiempo sería el tradicional PD (Partido Demócrata).
Desde la gobernación de Ricardo Videla hasta las de Francisco Gabrielli, se construyeron obras de infraestructura de gran dimensión y cantidad que, de alguna manera solidificaron, los oasis cuyanos para el desarrollo productivo, más allá de los cuestionamientos políticos que se le pueda hacer a los conservadores en sus alianzas non sanctas con militares, o en las tendencias ocasionales al fraude electoral.
Entre movilizaciones y represiones
Supimos reclamar por la democracia durante aquellos días del Mendozazo de 1972, que fue una continuación al modo mendocino del recordado Cordobazo de 1969. En uno y otro caso la sociedad hizo oír su voz frente al autoritarismo reinante, y comenzaron a movilizarse cada vez con más fuerza las voluntades para una reconstrucción democrática plena.
Esta reconstrucción lamentablemente aún demandaría de pruebas más duras para poder concretarse definitivamente, ya que la década del 70 fue trágica como en todo el país, hasta 1983 donde renació la república democrática, para ya no irse más.
Otro sismo, otra reinvención
Dos años después, en 1985 (en plena democracia), otro terremoto asoló a la provincia, provocando severos daños materiales y poniendo otra vez a prueba la capacidad mendocina para levantarse de los escombros.
Eran tiempos de renovación política, donde tanto el radicalismo como el peronismo cambiaron sus estilos, sus contenidos y sus dirigentes, estructurando una nueva clase política que tuvo una gran proyección nacional y que le produjo gran reconocimiento a Mendoza en cuanto a la rápida y efectiva renovación de sus élites políticas.
El antimodelo mendocino
En medio de todos esos avatares hubo un eje económico que podría simbolizarse en las figuras que van desde Greco –en los años 70– hasta Moneta –en los 90–, los que intentaron introducir una cultura económica diferente a la tradición provincial arriba relatada.
Ambos tuvieron una tendencia a la desmedida concentración económica de Mendoza en pocas manos, sufriendo los dos el rechazo de las instituciones provinciales, mucho más preparadas para compartir el poder tanto político como económico y no para dejarse tentar por aventuras que puedan cambiar nuestro perfil productivo por otro peor, más concentrado, más especulativo y más caudillesco. Un antimodelo que felizmente no prendió en el ambiente local.
Síntesis del nuevo siglo
La Mendoza del siglo XXI supo preservar la herencia institucional mencionada, si bien es mucho aún lo que debemos hacer para estar a la altura de nuestros grandes prohombres del pasado histórico.
La provincia no pudo, como nadie en la Argentina, escapar a la implosión de 2001, donde un modelo de país voló por los aires sin que hasta la fecha haya sido reemplazado por otro más válido.
Sin embargo, aún en estos tiempos la provincia pudo mostrar su valía institucional porque no cedió ni a los cantos de sirena del caudillismo, ni del populismo, ni del hegemonismo que tanto dominaron durante todo lo que va del siglo XXI la escena nacional y de las otras provincias.
Pese a la implosión no se pudo imponer en Mendoza ningún partido dominante y la alternancia entre las distintas opciones fue única en el país. Hubo dos gobiernos radicales, a los que sucedieron dos gobiernos peronistas y ahora vamos otra vez por dos gobiernos radicales. Ni siquiera el pacto Kirchner-Cobos que buscaba –peligrosamente– fusionar a los partidos mayoritarios, pudo imponerse en esta provincia a pesar de que fue la que le dio origen. Por ese rechazo cultural que tenemos los mendocinos a toda forma de concentración excesiva, política o económica.
En síntesis, he aquí un breve pantallazo de cómo durante más de doscientos años, la provincia de Mendoza fue capaz de mantener su identidad fortaleciendo y reformando a la vez sus instituciones, mediante reinvenciones permanentes que condujeron a síntesis fructíferas en las que los actuales protagonistas de la provincia deben necesariamente inspirarse para salir de las profundas dificultades del presente.