Ramón Sánchez contempla la imagen que su hija Marina subió a Twitter y se le “pianta” un lagrimón. No es para menos: tenía 24 años, era corredor profesional y por entonces sorteaba entre 200 y 220 kilómetros por día. Los caminos, muchas veces, eran de nieve (como en la foto) o de piedra, laja y barro.
“Pero claro, era joven y además era mi trabajo”, compara hoy, a los 63, ya abuelo, desde su hogar de San Luis, donde se mudó en 2006.
Recuerda “patente” el momento preciso en que un fotógrafo de Los Andes inmortalizó aquella pedaleada que hoy rememora junto a su hija: “Mi papá, año 84, en Uspallata, rumbo al Cristo Redentor”, escribió ella en redes sociales.
“Era principios de los años ‘80, tal vez ‘83 u ‘84 y el tramo era entre Horcones y Las Cuevas. La nieve aquel día no nos dejó llegar al Cristo”, evoca.
Y agrega que, tras aquella competencia en medio de una temperatura extrema, típica del invierno mendocino, subió a un auto calefaccionado con las manos heladas. “No se veía nada, era un ventarrón blanco, helado. De todos modos, estábamos preparados”, justifica.
Enamorado, tal como se define, de la zona de Cuyo (vivió 20 años en San Juan; 24 en Mendoza y lleva 18 en San Luis), Ramón agrega que en los años 80 era la figura deportiva de la cervecería Andes.
Más tarde, siempre con su rodado, pasó a representar a otra empresa, Buenos Aires al Pacífico (BAP), también en Mendoza.
“Vivía de la bicicleta y así fue que me trasladé a San Luis en 2006, cuando se inauguraba un velódromo. Y aquí me quedé. Entre los 38 y los 45 años dejé de correr, pero jamás de entrenar. Más tarde volví al ruedo. Hoy salgo en la bicicleta tres veces por semana y recorro alrededor de 70 kilómetros”, señala.
“Amo la Argentina, tuve la oportunidad de irme del país y de hecho lo hice, pero regresé a mi primer amor. No hay país como el nuestro”, define, para agregar que suele visitar Mendoza, provincia que cada día “está más linda”.
“Es algo así como una novia del pasado que siempre es lindo ver…”, grafica.
A punto de jubilarse en una empresa de viviendas, padre de Franco, de 32 años y de Marina, de 26, Ramón es abuelo de Mía, que acaba de nacer.
La bicicleta sigue siendo su vicio, concluye, en diálogo con este medio. “Es como el vicio del fumador, que no se puede abandonar. Es parte de mi vida y hasta de mi propio cuerpo”, explica, todavía sorprendido con este recuerdo de Twitter y con los cálidos mensajes recibidos.