Alfredo Vázquez es mendocino, tiene 29 años y nació con acondroplasia, un trastorno del crecimiento de los huesos que ocasiona el tipo más común de enanismo y que constituye una enfermedad poco frecuente.
Tiempo atrás, fue sometido a una intervención de tibia y peroné que le permitió crecer 10 centímetros: hoy su estatura es de 1,44 metros.
Precisamente con el fin de visibilizar esta condición y eliminar tabúes, este programador que vive en pareja y es papá de Milo, de 3 años, y de Noah, que viene en camino, contó a Los Andes algunos aspectos de su vida, muchos de ellos dolorosos, otros felices y eso sí: todos con una enseñanza.
“El apoyo de mi familia desde muy niño fue clave. Mis padres me repetían que algunos chicos nacen altos, otros petisos, gordos, flacos, cabezones y con diferentes tonos de piel. Así fui creciendo, inocentemente, sin prejuicios ni temores”, relata.
No fue hasta entrada la adolescencia que aparecieron las primeras burlas, los gritos en la calle, la desazón y la impotencia. Sus amigos y compañeros crecían de estatura y él se sentía “estancado”.
“Tengo una hermana que es talla normal y también observaba en ella crecimiento. Aprendí a convivir con esta forma de vida pero, claro, la adolescencia fue la etapa más dura porque la procesión iba por dentro”, evoca Alfredo.
“Muchas veces -recuerda- recibía burlas en la escuela o en la calle y explotaba cuando llegaba a casa pero creo que el tiempo y la familia me ayudaron a procesarlo”.
La llegada del amor
Ocho años atrás, a través de Facebook, conoció a Belén. Tanto le insistió él para salir, que ella terminó aceptando. Se enamoraron, tiempo después comenzaron la convivencia y llegó el primer embarazo.
“Ella y su familia no tienen prejuicios. Creo que, incluso, yo soy más prejuicioso que todos ellos. A los seis meses del embarazo nos dijeron que existía la posibilidad de que Milo fuera enano y así fue. Para mí fue duro, pero Belén ni se inmutó”, rememora.
El bebé llegó al mundo el 30 de junio de 2018. “Dios y la vida así lo quisieron y hoy estoy feliz, lo amo y no lo cambiaría por nada del mundo”, advierte Alfredo.
A dos meses de que Noah, el segundo varón, llegue al mundo todavía es incierto el diagnóstico. “Las posibilidades son 50 y 50, aún no lo sabemos”, aclara.
La unión hace la fuerza
La vida cotidiana no representa ningún obstáculo, asegura. Eso sí, en la casa nunca falta el banquito ambulante que suelen usar tanto Alfredo como Milo con frecuencia.
“Pero no es una casa adaptada, sino común y corriente. Incluso manejo el auto, subo al colectivo, voy al gimnasio, hago una vida completamente normal. Hay gente que está en peor condición, yo siento que la cirugía me ayudó porque mi estatura subió 10 centímetros en los últimos tiempos”, cuenta.
Milo, por su parte, que mide 80 centímetros, es un niño feliz, integrado y libre de prejuicios. Por él y por todos los chicos que atraviesan esta condición, Alfredo trabaja para convocar personas de talla baja en Mendoza.
“La idea es juntarnos, hacer deportes, organizar competencias de fútbol, compartir experiencias. Existe un grupo a nivel nacional y queremos hacer lo propio acá, por eso estamos convocando a esta gente través de grupos de WhatsApp y de las redes sociales”, añade.
Para Alfredo, es fundamental que las personas enanas o con hijos en esa condición, cuenten con la información adecuada. “Hay padres que esconden a sus hijos. Aconsejo que no lo hagan, que no tengan miedo ni vergüenza, que se puede llevar una vida normal y que deben consultar al médico porque hay alternativas, como en mi caso”, sugiere.
Al despedirse completa, optimista: “Hoy vivimos otros tiempos, existe mucha información y de a poco los mitos se van rompiendo”.
Cómo contactarse para sumarse
Alfredo dejó su contacto para quienes deseen unirse al grupo de personas de talla baja: 261-6102649.