En los supermercados los precios no son los únicos que cambian. Ahora las góndolas se ven revolucionadas por los sellos negros que presentan algunos alimentos y que advierten sobre el “Exceso en azúcares”; “Exceso en sodio”; “Exceso en grasas saturadas”, “Exceso en calorías” y “Exceso en grasas totales”.
A la par de estas reposiciones constantes y la certidumbre nutricional “a cuenta gotas” que trajo la ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, al menos hay tres confusiones que saltan a la vista a la hora de llenar el carrito.
“Me resultó ultra chocante ver la góndola de quesos llena de sellos, hasta los descremados. Hay papas fritas que tienen dos sellos contra quesos que tienen 4. Es contradictorio en este punto el efecto de la ley. Te comés un queso sintiéndote lo peor del mundo. Yo siempre presté atención a las etiquetas pero ahora es un lío elegir qué comprar porque hay cosas que tienen sellos y otras no. El miércoles estuve 10 minutos analizando cuál de todos los caldos tenía menos sodio”, cuenta Alejandra a Clarín, una porteña de 46 años, que hoy sigue orientando con la “clásica” tabla nutricional (el cuadrito detrás de los envases) para definir su compra.
A Mariela, de 37, le pasa lo mismo, pero con el yogur. “No sé si me parece a mí o efectivamente lo hicieron, pero creo que hay marcas que achicaron la tabla de atrás. Entonces, para los que la leíamos, ahora la ley se nos vuelve un boomerang. Tardo más en elegir porque es ilegible la información nutricional del yogur”, comenta a diario Clarín.
También puede llevar varios minutos elegir una gaseosa sin azúcar. Antes lo decía explícitamente “Sin azúcar” y hoy eso está prohibido, porque no se puede dar “información nutricional complementaria”. No se dice lo que no está.
La gaseosa regular es la que tiene los sellos de “Exceso en azúcares” y “Exceso en calorías” y las otras son las que visten las leyendas rectangulares de “Contiene edulcorantes” y “Contiene cafeína”, seguidas de “No recomendable en niños, niñas y adolescentes”.
“La ley dice qué NO comer pero no dice qué SI comer”
Según los expertos aún es muy temprano para evaluar su efecto en el consumo. Recién hace poco más de un mes y medio que se venció la prórroga para que las grandes empresas se adecuen y, de hecho, las PyMES tienen hasta agosto para hacerlo.
“Estas confusiones son las que largamente advertimos en todo el proceso de discusión de la ley. Además, vemos hoy que la implementación se está dando sin una campaña educativa clara, amplia. Las dudas, que van a seguir apareciendo, son porque la ley dice qué NO comer pero no dice qué SI comer”, enfatiza Sergio Britos a Clarín, nutricionista y director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA).
Britos está analizando cuál es el impacto de la ley en términos de reformulaciones de productos. El objetivo de la máxima es que las empresas empiecen a hacer alimentos más saludables para evitar los sellos. Esos resultados los tendrán después del ultimátum del 20 de noviembre, cuando en las góndolas estén todos los octógonos negros que tengan que estar.
Los quesos generan confusión en el consumidor
Volviendo al queso, en el país de los tambos este alimento fue protagonista durante todo el debate. Se argumentó que “los argentinos consumimos pocos lácteos”, que “ese déficit repercute en la salud” y que el sello iba “a desalentar aún más su consumo”.
“Naturalmente los quesos tienen un contenido alto en grasas. No son otra cosa que la concentración de la leche, así como también tienen las proteínas y el sodio concentrado. Entonces, por su propia condición, siempre van a tener sellos. Hasta se hizo viral la publicidad de uno que tiene el de alto en grasas y a la vez cuando se leen los ingredientes dice que está elaborado con leche con bajo contenido de grasas. El consumidor dice: ¿En qué quedamos? ¿Compro o no compro?”, marca Britos.
Vale aclarar que la leche entera ni la descremada llevarán sellos, cómo tampoco el yogur natural. Y que Argentina es uno de los países con menor consumo aparente per capita de leche fluida. Al mismo tiempo, es uno de los de mayor consumo de queso a nivel mundial.
El experto detalla que la primera confusión general, más allá de este producto, es por efecto en sí del umbral que tiene la ley para estampar un octógono negro: el Perfil de Nutrientes de la OPS.
Durante el debate legislativo, la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) cuestionó esa vara al decir que su lógica, combinada con una representación gráfica de octógonos negros, “tiene un sentido restrictivo que conduce a desalentar el consumir alimentos envasados, aún algunos de buen perfil nutricional e incluso recomendados por las Guías Alimentarias establecidas por el Ministerio de Salud de la Nación”. Como el queso.
“Es por eso que muchos quesos terminan siendo altos en grasas, como algo desaconsejable, cuando no lo son. Listo, el sello está, pero la confusión es porque no se informa ni educa al consumidor en la mejor interpretación y uso del etiquetado a la hora de comprar”, agrega Britos.
Productos mezclados
Andrea Graciano, nutricionista y docente de la Universidad de Buenos Aires, también reconoce una segunda confusión en las góndolas: la que se da porque, para que no se tire comida, el stock de paquetes etiquetados convive con el stock que se fabricó antes de la obligatoriedad de los sellos.
“Los consumidores relatan confusión o bien empiezan a registrar los sellos teniéndolos en cuenta para elegir productos sin octógonos, creyendo que son más saludables y nutritivos. El problema es la implementación gradual del etiquetado. Y no todas las personas están al tanto. Así que hoy un alimento que no tiene sellos no quiere decir estrictamente que sea más saludable. Puede no tenerlos porque realmente no le corresponde, logró ser reformulado, o puede ser que haya obtenido una prórroga”, advierte.
Los mismos productos de la misma marca se encuentran con y sin sellos. A la vez, dice la especialista, la ley solo abarca a los procesados y ultraprocesados que no se envasan frente al público y deja sin sellos a los que se venden en rotiserías o panaderías y que sí los llevarían si fuesen etiquetados.
¿Qué pasará cuando la ley se implemente en su totalidad?
La tercera confusión, que perduraría a futuro, tiene que ver con la principal crítica de quienes se oponían a los octógonos en contraposición a un método de semáforo nutricional o nutriscore. Decían que las góndolas iban a “estar todas negras”. Que iba a costar saber qué elegir si todo tenía sello.
Cuando llegue el día en que estén todos octógonos que tengan que estar y los consumidores se encuentren frente a una góndola con todos sus productos con el octógono, ¿habrá políticas públicas acordes a orientar el consumo saludable? Algo que también establece esta ley.
“El escenario actual acarrea cierta complejidad. Confusión. Pero cuando la ley se implemente en su totalidad va a traer mayor claridad. Garantiza el derecho a contar con información clara y sencilla, a proteger a las infancias del marketing engañoso, a los entornos escolares. Los alimentos reales no van a tener sello. La idea es que se esté informado de qué tiene exceso y qué no. Y que se elijan más productos sin sellos. Por supuesto que faltan políticas públicas que no solo regulen sino que fomenten el consumo de alimentos naturales, no ultraprocesados”, dice a Clarín Ana Cáceres, presidenta de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN).