La dominación española de los grupos huarpes mendocinos se vio facilitada por la presencia de un extenso sistema indígena de abastecimiento de agua, que los conquistadores aprovecharon (junto con la mano de obra nativa) para el desarrollo de la nueva ciudad y la explotación económica del territorio.
La existencia de sistemas de canales prehispánicos de mediana o gran escala en la región reflejaba un gran conocimiento de ingeniería por parte de las poblaciones locales. Cuando los españoles llegaron al valle de Cuyo (donde actualmente se localiza la ciudad de Mendoza) encontraron una red de acequias que permitían captar y aprovechar el agua del río Mendoza. La ubicación de estas acequias fue tomada en cuenta para decidir dónde establecer la primera ciudad (la fundada por Pedro del Castillo en 1561) y fundamentalmente para trasladarla (por parte de Juan Jufré en 1562).
La zona conocida actualmente como Área Fundacional es precisamente la que corresponde a este traslado, y no a la fundación original. Un acta del cabildo de Mendoza de diciembre de 1566 menciona la presencia de cuatro acequias principales: las de “Allayme”, “Tabalque”, “la que pasa por este pucara” (posteriormente llamada “de Anato”) y la de “Guaymaye”. Teniendo en cuenta la importancia del agua para el desarrollo de nuestra región y la necesidad de conocer mejor el legado indígena vinculado con su manejo, hemos podido precisar la ubicación de estas acequias en la época de la fundación de la ciudad. Esto fue realizado mediante un detallado estudio histórico retrospectivo de miles de documentos reunidos a lo largo de varios años.
La metodología consistió en el análisis de los traspasos (ventas, herencias, donaciones, etc.) de propiedades de los siglos XVIII, XVII y XVI, en la articulación de los datos para poder ubicar las chacras, estancias y solares del siglo XVI y en la vinculación de esa información con las menciones existentes acerca de las acequias en muchos de esos documentos. De esta forma se obtuvo un grado de precisión muy aceptable, que permite posicionar las acequias de manera aproximada en relación a las calles actuales de la ciudad.
Los resultados indican que las acequias mencionadas en el acta capitular de 1566 fueron nombradas en orden de oeste a este, y que coincidirían aproximadamente con las actuales calles Belgrano, Salta, Alberdi y Allayme (ver mapa). De estos canales principales se desprendía toda una red de acequias que llevaban agua a las distintas propiedades, para ser utilizada tanto para el riego como para el consumo personal.
Asimismo, este estudio permite corregir las ubicaciones estimadas previamente por el arquitecto Jorge Ricardo Ponte y su apreciación sobre el origen del Canal Zanjón Cacique Guaymallén. Para este autor, cuyo trabajo se basó en el análisis de todos los mapas y planos conocidos, el Zanjón se denominaba previamente “Goazap Mayu” o “río del cacique Goazap”, el cual habría coincidido con una falla tectónica. Sin embargo, no sólo no existen pruebas de esta vinculación geológica, sino que además la documentación indica que en su desarrollo participaron tanto las crecidas del río Mendoza como algunas obras hechas por el hombre (sobre todo, taponamientos de acequias).
Una carta de venta de un solar del capitán Ginés de Salinas a Andrés Carrillo indica que en 1710 el zanjón pasaba a una cuadra al este del cabildo (ubicado frente al lado oriental de la plaza) y que en 1767 corría a unos 17 metros del mismo. En ese momento, el Zanjón se había extendido hasta medir más de una cuadra (125 metros) en algunos sectores y entre 5 y 6 metros de profundidad, y hacia el este pasaba a media cuadra de la acequia de Anato (que por entonces se llamaba “del Molino”) (ver figura). Asimismo, Ponte ubicaba la acequia de Tabalque sobre la calle Ituzaingó y la de Guaymaye sobre la calle Lavalle (del departamento Guaymallén), pero estas localizaciones no coinciden con la información histórica colonial, que las vincula con las calles Salta y Allayme.
Nuestra investigación no sólo permite una mejor localización de las principales acequias huarpes de Mendoza, sino que además indica que en algunos casos su evolución fue más dinámica de lo supuesto anteriormente. Esto significa que varias de ellas cambiaron parcialmente su ubicación y tamaño (y hasta desaparecieron), y que en general recibieron distintos nombres en diferentes épocas. También muestra que, debido a lo anterior, el uso masivo de documentos coloniales, muchos de los cuales brindan información detallada sobre las acequias mendocinas, presenta un grado de precisión mucho mayor que la interpretación aislada de la cartografía disponible. Esto se debe a que los mapas presentan generalmente un grado de detalle mucho menor, que puede conducir a confusiones o errores de interpretación, por lo que en estos casos es necesario recurrir a otras fuentes de datos que permitan corroborar la información cartográfica.
*El autor es ingeniero. Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Rioja. Este artículo se realizó en coautoría con el arqueólogo Alejandro García (Conicet-Universidad Nacional de San Juan).
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar
Para información adicional y detallada pueden consultarse las siguientes obras: 1) Palacios, E., 2018. Mendoza. La ciudad perdida. De los Cuatro Vientos Editorial, Buenos Aires. 2) Palacios, E. y A. García, 2021. La fundación de Mendoza. El valle de Guentata y su transformación en el siglo 16. Cigeobio, San Juan. 3) Palacios, E. y A. García. 2023. Reconstrucción histórica del sistema de riego prehispánico tardío y colonial temprano de Mendoza. Multequina 30 (1): 181-201.