“Cuando Fidel (7) iba a sala de 4, le dije: ‘Mañana empiezan las vacaciones, los nenes no van más a la escuela’. Él respondió: ¿las niñas siguen asistiendo?”, recordó Laura en una anécdota sobre su hijo. Y así quiso graficar cuán naturalizado tienen eso de quitarle las cargas de género a la vida y al lenguaje.
El respeto por la libertad individual, sacudirse moldes impuestos y no dejarse encasillar en estereotipos son parte de los pilares que algunos padres eligen para orientarse a una crianza sin géneros, que algunos también llaman “neutra” o criar en el tercer género. No quieren que sus hijos crezcan limitados por las imposiciones sociales que se atribuyen a lo femenino y lo masculino.
Desde los juguetes hasta el nombre, desde el color de la habitación hasta la ropa, incluso el vocabulario, la idea es que no haya determinismos.
Creen que de esta manera serán más libres, podrán desarrollarse mejor y serán adultos que logren encontrarse más fielmente con quienes son.
Laura tiene tres hijos: dos varones de 10 y 7 años y una niña de 3, con quienes ya es habitual dialogar sobre la igualdad, explicarles que pueden jugar a lo que deseen y elegir la ropa con la que se sientan cómodos. Ella y su pareja buscan que no se les inculquen estereotipos de género y explicó que de todas formas consumen lo mismo que sus pares en cuestiones como programas, pero también buscan que vean otras cosas.
“Con los varones hemos hablado mucho de que pueden llorar y de la expresión de las emociones”, detalló.
“Elijo una crianza con perspectiva de género porque estoy acompañando el crecimiento de personas. Y si quiero un mundo sin desigualdades de género entiendo que tengo que colaborar para crearlo”, explicó.
Y reconoció: “Igualmente mis hijos y mi hija lo tienen más naturalizado que yo. Cuando Caetano (10) tenía un año pidió como regalo de Navidad un carro de compras y a mi me impactó”. Además, con tres años, su hija puede elegir si quiere peinarse o no, sus juguetes y su manera de tomar riesgos.
“Charlamos mucho también sobre las enseñanzas de la escuela; no hay colores de niños o de niñas y pueden elegir la profesión que quieran. Para mi es muy importante destacarles que los mueve el deseo, que no haya estructuras impuestas, aunque son difíciles de sacar”, consideró.
Desde la infancia a la adultez
Romina Zapata, licenciada en Comunicación Social y diplomada en Culturas de la Infancia en América Latina explicó que educar en términos neutros de género tiene la intención de no adscribir al término femenino y masculino. “Que eso no se convierta en condicionante de las forma de jugar o con qué juguetes porque son cosas que parecen inofensivas pero, como sabemos, conllevan valores culturales inscriptos en el uso que se hace de eso”, refirió.
Dijo que lo que se busca desde la perspectiva de género es que, por ejemplo, no por ser varón se tenga que demostrar destreza física o tener juegos de contacto y por ser niña jugar de manera más delicada. Simplemente hay chicos y chicas que no se sienten cómodos con eso pero deben lidiar con las presiones sociales por acomodarse al molde.
Ya en 2018, el diario El País de España, señalaba que Estados Unidos, Canadá y Suecia eran pioneros en defender el derecho de los padres a no tener que criar a los niños en un sexo u otro. Creen que es mejor que sean ellos quienes elijan con el que se sienten más identificados cuando estén preparados. Destaca que luego se sumaron Holanda y Alemania y menciona a las cantantes Pink y Celine Dione como exponentes de esta perspectiva.
Romina tuvo su propia experiencia con el entorno y las dificultades para correrse de los parámetros predeterminados . Fue con el nacimiento de su hijo, que se llama Inca, un nombre que eligió justamente porque no tiene género.
“Durante mi embarazo no quise saber el género para que eso no se convirtiera en un condicionante en cuanto a la planificación que hay en torno a la llegada de un niño, en aquel momento me dio risa y a veces enojo porque me decían ’entonces no sabemos qué regalarle porque no sabemos de qué color”, relató.
Dejar de pensar en colores, en juguetes y objetos que se pensaban para un género determinado fue un gran desafío para su familia y amigos, en particular porque señaló que las cosas ya están pensadas desde que salen al mercado con un sesgo de género.
Destacó que fue una sorpresa la sobrevaloración que hay cuando el que va a llegar es varón, algo que -apuntó- ha sido así históricamente. Porque desde esa óptica las niñas llevan más trabajo, deben cuidar más su aspecto y corren más peligros.
Consideró que a muchos les ha resultado más fácil neutralizar los peligros que pueden correr por ser mujeres que pensar cómo evitarlos.
Impacto a futuro
Esta forma de educar y de acompañar a crecer es el aprendizaje de tomar decisiones responsablemente, saber por qué se toman y que desde la infancia aprendan que la genitalidad o un otro no determinen lo que harán con su vida, explicó Zapata.
Las determinaciones de género desde la infancia, impuestas a través de juguetes, programas televisivos e incluso la transferencia de roles de adultos a niños tendrán impacto más allá de esta etapa.
La psicóloga y educadora sexual, Alejandrina Román, explicó que el juego es muy importante en el proceso de creación de la identidad de género, una construcción subjetiva que da la cultura, y que los juegos y juguetes para un determinado segmento marcan y limitan.
“Esos estereotipos, unidos a mensajes que pueden llegar por ejemplo desde el colegio, determinan elecciones de carreras y el desarrollo de habilidades en niños y niñas y que a futuro puede impactar en elecciones ocasionales que pueda tener una persona, si esto es confirmado por el adulto es peor porque es una limitación que se impone a una persona y que determina el desarrollo de su personalidad”, explicó.
Zapata apuntó en el mismo sentido e hizo referencia a una investigación de indicadores de género que realizó en la UNCuyo en la que se analizaron las carreras. Allí se apreció cómo las Ciencias Exactas e Ingenierías están masculinizadas en tanto que las orientadas a Salud, Educación y Humanidades están muy feminizadas. “Por ejemplo, el Trabajo Social casi no tiene varones”, resaltó.