Sus primeros recuerdos infantiles ya guardan la presunción de algún conflicto con su sexualidad. Recuerda que por las noches le rezaba a la Virgen y le pedía que le permitiera tener un bebé en su panza, como lo tenían las amigas de su madre. Pero, aun así, se llamó Jorge Raúl Jacky durante 50 años. Se recibió de abogado en la Universidad del Litoral, ejerció dignamente la profesión, se casó y tuvo hijos.
Pero hacia el año 2000, el grado de angustia era insoportable. Un psiquiatra llegó a decirle que, si no aceptaba lo que sentía y hacía algo con ello, terminaría suicidándose. Pasó un tiempo más hasta que hizo el cambio, que habló con su familia, que comenzó a tener el pelo largo y rubio gracias a un tratamiento de hormonas.
De los años anteriores le quedó su voz, áspera, ronca, que ella ama. “Me gusta mucho la tecnología y estoy experimentando con la inteligencia artificial. El otro día hice un video con una foto mía y la IA le puso una voz aguda, finita. Y se la saqué porque ¡yo no soy eso!”, dice, y se ríe.
Porque Carolina Jacky es afectuosa, risueña, siempre dispuesta a la charla; de esas personas a las que les gusta invitar a sus amigos y cocinar para muchos, armando mesas “en donde todos piensen distinto”. “Incluso he armado mesas, totalmente a propósito, con gente de pañuelos verdes y de pañuelos celestes”, cuenta, refiriéndose a las posturas sobre el aborto.
Y es que está convencida de que hay que pensar distinto y debatir, que así una sociedad crece, se enriquece y se mantiene sana.
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Jacky en el patio de su casa, donde disfruta de sus plantas.-| Foto: Daniel Caballero / Los Andes
-¿Cómo vivió tu entorno el cambio de género?
-Es un tema íntimo, familiar, que no me gusta hablar mucho porque hay otras personas involucradas. Cambiar la identidad es algo que no es sencillo para nadie. Y no es sencillo tomar la decisión, pero se toma porque uno no se siente bien y hasta empieza a afectar la salud. Es algo que se siente desde temprana edad. Obviamente que cada historia es distinta, que los tiempos van cambiando, que la información disponible es otra. Fue mucho más difícil cuando no se podía acceder a esa información. Eso cambió gracias a Internet. Me permitió empezar a entender que eso que me estaba pasando también les pasaba a otros. Empecé a abrirme, a asesorarme, a ver psicólogos, a pedir consejos, a buscar un diagnóstico. Y después tuve que animarme a hacerlo, a comunicarlo a los demás, a la familia, a los amigos, a todos. A mí me preocupa más la gente que hoy tiene que pasar por eso, porque hay más discriminación, más dificultades por sentir distinto.
-¿Y qué sucedió en el ambiente judicial con tu cambio de sexo?
-En principio se comprendió y se entendió. En la Justicia Federal, donde yo era muy habitué, fue muy buena la recepción por parte de todos. En la provincial, también. Si tengo que recordar a alguien, es a Daniel Ostropolsky, presidente del Colegio de Abogados en ese momento (2010), que llamó a reunión a todo el directorio, me dio todas las garantías y dijo que, no sólo se iba a respetar el cambio de sexo, sino que el Colegio iba a cuidar que no se me discriminara. Lamentablemente las cosas después fueron cambiando. Ha habido discriminación de parte de algunos colegas, del mismo Colegio de Abogados. Algunos de esos planteos se hicieron a nivel judicial, pero la Justicia entendió que no fue un daño hacia mí sentirme discriminada. La propia Corte, en un fallo del año pasado, entendió que no había daño. Es un tema grave, que se viene produciendo en los últimos tiempos. Parece que se adaptan a algunos discursos del Gobierno nacional y cambian la postura anterior.
-¿Cómo tomaste el ataque del presidente Milei a la comunidad LGBTIQ+ desde Davos?
-¡No solo a la comunidad LGBTIQ+! El Presidente violó la Constitución Nacional. Si leyó alguna Constitución, leyó sólo la de 1853, con las bases de Alberdi. Se olvidó de que tuvo reformas. Se olvidó del 14 bis, con la movilidad jubilatoria, los derechos de los trabajadores, el bien de familia. Se olvidó de muchos derechos sociales, derechos que niega. Se olvidó de la Reforma del 94, en donde se incorporó el derecho del consumidor, el medioambiente… El Presidente se va de la agenda 2030, desconoce el cambio climático, niega el derecho de los pueblos originarios… ¡Y qué decir de los derechos de la mujer, la Convención de los Derechos del Niño! Yo repudio todo eso. No sólo fue un ataque. Fue más grave. No respetó la Constitución, pese a que juró por ella.
-¿Cómo analizás la reacción de la sociedad a eso?
-Fue una reacción por la violación de esos derechos. Hay un tratado que habla de los derechos de los adultos mayores y son justamente ellos los que han pagado el ajuste. Es cierto, había que hacer un ajuste, ordenar la economía, pero no con el sector más débil, quitándole medicamentos, obligándolos a hacer trámites para acreditar todo. Parece que no hay nadie que lo asesore al Presidente o lo hacen mal, porque hay un evidente desprecio por lo jurídico. Por eso salió la gente a la calle. Todos los estamentos sociales participaron porque fue una marcha en defensa de los derechos que costó ganar, que no podemos perder. Ahora, que le llamen a esto wokismo, es realmente criminal.
-¿Qué pensás de la actual política de género?
-Reconozco que ha habido excesos. Los extremos son malos. Lo más difícil es estar en el centro. El camino es buscar la equidad. Yo cambio la palabra y el concepto “igualdad”, por “equidad”. La actual política de género está cargada de odio, de discriminación. Las expresiones de odio con las que está cargado el discurso de la Presidencia de la Nación, más abajo pueden tener consecuencias gravísimas que dañen a personas, a individuos. Estamos en un momento en que hay que salir a defender la división de poderes, el sistema republicano.
-¿Hay alguna decisión de la que te arrepientas?
-Hay miles de decisiones para arrepentirme, miles de cosas. No me arrepiento de esta profesión, de haber elegido la religión que profeso, que es la católica, porque me sirvió para entender muchas cosas. Y, ¡ojo! no confundo religión con la Ley. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Pero sí me arrepiento de muchas cosas, algunas muy personales. Me arrepiento de haberle dedicado tiempo a cosas que no valían la pena y, al contrario, de no haber estado más tiempo a algunas personas, no haber hablado más con mis abuelos, con mis padres, con muchos seres queridos. Me arrepiento de no haber dado más abrazos, más cariño.
-¿Hubieras elegido otra vida, otro destino, si es que se pudiera elegir?
-No, elijo esta vida. Pero yo te cambio la palabra destino por Divina Providencia, porque hay una diferencia importante en eso. Los caminos los ha fijado el Señor desde el primer momento. Eso me ayudó mucho para la nueva identidad. Eso me lo hicieron entender dos sacerdotes y hasta alguien en el Arzobispado. Todo ha estado en los planes de Dios y él sabe por qué yo debía ser Carolina. Yo puedo elegir cualquier cosa pero, tarde o temprano, la Divina Providencia corrige la ruta.
-¿Cómo es tu relación con la política?
-Nací en una casa liberal, en donde todas las opiniones valían. Recuerdo el tío radical, el tío peronista, el demócrata, todas las combinaciones posibles. Mi padre (el ingeniero químico Jorge Jacky) era liberal y amigo del ingeniero (Álvaro) Alsogaray. Mi casa fue sede del Partido Cívico Independiente, después sede de Nueva Fuerza y años después sede de la UCeDe (Unión del Centro Democrático). El ingeniero Alsogaray era una persona frecuente en la mesa familiar y nosotros en la mesa de él. Cuando íbamos a Buenos Aires, almorzábamos con él y su esposa.
Yo pude meterme mucho en política, pero después me desilusionaron algunas cosas y me retiré, allá por el año 90. Aprendí las ideas liberales que tienen que ver con los derechos humanos, las ideas de John Stuart Mill (representante del liberalismo clásico), que fue el primer feminista, el que promovía el libre derecho a la mujer de su propio cuerpo, el que discutía con la reina Victoria porque no podía haber mujeres en la Cámara de los Comunes, porque la mujer no podía votar. Hoy estos que se dicen liberales atacan las ideas feministas. Se visten de liberales pero no lo son.
-¿Cuál es el arte que más disfrutás?
-De todas disciplinas del arte, el que más me gusta es la literatura. Y escribir. Me encanta escribir. Tengo dos libros escritos. El primero es “Mujeres de azul”, que son crónicas de casos jurídicos. Se llama así porque las mujeres de azul son policías, que sufren mucho. El segundo libro es “Perspectiva de género. Una herramienta para el diagnóstico de la violencia de genero”. Además, tengo otros dos libros ya escritos, que están esperando mejores momentos económico-sociales. Uno es de crónicas de casos judiciales, con un caso muy interesante. El otro, que aún estoy armando, es de historia familiar y política, incluyendo Mendoza y San Juan, porque tanto la familia de mi padre, pero especialmente la de mi madre, han estado muy involucrados en ella.
Estoy muy entusiasmada con escribir esto, pero no sólo es parte de mi historia sino, mucho más interesante, de la historia de todos. Por ejemplo, a mi abuelo materno lo pusieron frente a un pelotón de fusilamiento, el gritó: ‘¡Sáquenme la venda de los ojos!’ y en ese mismo momento llegó el indulto firmado por el presidente Hipólito Irigoyen.
-¿Y qué estás leyendo?
-Terminé hace poco “Por qué fracasan los países”, de Daron Acemoglu (Premio Nobel en Economía) y James A. Robinson. Reconozco que, muchas veces cuando voy por la mitad del libro, termino leyéndolo en diagonal, porque ya fijé la idea. También terminé de leer “Philipps, 100 años de mi pueblo”, de Roberto Mercado (profesor, compositor, folclorista juninense). Y el interés de este libro vino porque hay una calle en ese pueblo que lleva el nombre de mi abuelo Roberto Neira. Hace poco compré “Todo por amor, pero no todo”, de Luis Novaresio, porque me da curiosidad, quiero saber qué dice. Y el 25 de enero, en mi cumpleaños, me regalaron un libro de Marcos Aguinis, “El atroz encanto de ser argentinos”. Siempre estoy leyendo algo, siempre estoy escribiendo algo.
“No soy una vieja meada”
En estos días calurosos y convulsionados, la política es la obsesión de Carolina Jacky. Siente que ahí hay un llamado personal, una batalla que está obligada a dar. “Desde el año pasado estoy muy preocupada por cómo están siendo cuestionados y atacados los derechos y garantías. Y estoy preocupada especialmente por los viejos, y no me vengan a decir que estoy discriminando porque yo soy una vieja de 73 años. Pero no soy una vieja meada. No estoy entre los mandriles, econochantas, no soy kuka y no me gusta que me discriminen”, sentencia.
Y subraya: “Más me duele todo esto al ver los reclamos por derechos que tengo de la clientela en el estudio jurídico, los viejos que pierden los remedios, que le demoran la atención en el Pami, que están abrumados por los aumentos de los servicios, que no pueden sostener la calidad de la alimentación… Eso me traspasa”.
Jacky sostiene que se siente convocada a “salir y batallar y dar lucha” y que “hay que buscar una herramienta para dar esa batalla”.
Se pregunta: “Si Milei fracasa ¿va a volver a ser Cristina? ¿Es que no hay otra posibilidad, otra opción? ¿Por qué sólo tenemos opciones de fracaso?”
A pesar de que sostuvo que se fue decepcionada de la política en los ‘90, dice que “lamentablemente se necesita de un partido político para negociar, para tener una estructura donde se pueda defender las verdaderas ideas liberales”.
“Al comienzo no voy a hablar de economía, voy a hablar de derechos y garantías, de respeto irrestricto a la Constitución. Eso es lo que quiero hacer ahora. Y, si da tiempo, poder trabajar para producir un cambio, juntando a todos los que quieran defender los derechos”, asegura.
Para Jacky, la alternativa es “hacer una mixtura, como cuando se decidió hacer la Alianza de Centro, el frente que se presentó en las elecciones en las que triunfó Carlos Menem”. “Nosotros fuimos el tercer partido, llevando como candidatos a Alsogaray / Natale. Fuimos todos juntos, los demócratas de todo el país, los conservadores, la democracia progresista… Ese es el camino a retomar. Ahí presentamos a Lisandro de la Torre como un gran liberal”, concluye.
Ping Pong
-¿Un hobby?
-Tuve dos en la niñez y primera juventud. Uno era un acuario con peces tropicales y el otro coleccionar estampillas. Pero mi gran hobby fue el Derecho y, como demasiado Derecho no era bueno, me hice una huerta y un invernadero.
-¿Te gusta cocinar?
-Si, mucho, y de todo. Y lo que sea, lo hago bien. Me gusta agasajar a la gente. Soy de invitar, de hacer reuniones, me gusta mucho que haya diversidad de ideas en esas reuniones, así que invito a gente muy diferente.
-¿Algún lugar al que quieras viajar y que aún no conozcas?
-Me gustaría conocer Ushuaia. Tampoco conozco las Cataratas. Son dos lugares de mi país que no conozco, a pesar que he dado bastantes vueltas por el mundo.
-¿Hacés algún deporte?
-Bicicleta, todos los días. Y dos días a las semanas, pilates. Las dos cosas por indicación médica.