Maximiliano Rosano es dueño de un Chevrolet 400 Super Sport modelo 1967 y viajaba con dos amigos por la Ruta Nacional 3, a la altura de Santa Cruz en su regreso a Buenos Aires, luego de haber visitado Ushuaia, hasta que de pronto vieron un Honda Fit volcado al costado del camino con una familia entera accidentada.
Maxi, al mando del volante, junto con Alan y Walter bajaron del coche clásico, se acercaron y vieron una escena de desesperación. Entre ellos dos chicos, uno de 7 años y el otro de 10, estaban muy golpeados. Sus padres y un hijo mayor de 15 tenían heridas menores. El cuadro se completaba con dos enfermeros que brindaban los primeros auxilios. El accidente había ocurrido 10 minutos atrás. Era una zona sin señal, mientras que Puerto San Julián -la ciudad más cercana- estaba a 80 kilómetros y la ambulancia no llegaba.
El Chevrolet ambulancia
“El nene de 7 estaba muy herido. Tenía la cara deshecha, los ojos hinchados. El hermano del medio tenía un corte en la cabeza, pero estaba mejor. El chiquito, en cambio, se estaba apagando”, contó Maxi (33) a TN. Uno de los enfermeros determinó que el nene requería la asistencia de un respirador: había sufrido una contusión pulmonar y estaba empalideciendo. Los trabajadores de la salud dijeron que no lo podían trasladar.
“¡Hay que llevarlo ya!”, gritó Maxi. Sin pensarlo se dirigió directamente a Eliana, la madre: “Tenés mi auto. Sacamos el asiento trasero y lo usamos de camilla. Yo los llevo”, le aseguró.
La urgencia crecía a cada segundo. La mamá, desesperada, accedió a la propuesta. “Al auto lo conozco muchísimo. Sabía cómo desenganchar el asiento rápido”, agregó el joven carpintero, que de inmediato subió al chiquito que estaba tirado al costado de la ruta.
El Chevrolet 400 estaba lleno de bolsos, regalos y otros elementos que habían sido parte del viaje. Pero Rosano y sus amigos lo vaciaron enseguida para hacerle lugar al pequeño.
Todo ocurrió el sábado 12 de febrero y el lunes, luego de dos semanas de vacaciones, cada uno debía reincorporarse a sus respectivos trabajos. Pero nada importaba más que salvar la vida de un nene de 7 años, entonces Maxi, pisó a fondo el acelerador puso a andar el motor a toda marcha y sostuvo la velocidad durante 80 km.
“Íbamos en el aire con el ‘Ojudo’. Le puse ese apodo porque tiene faroles grandes y es un homenaje a un perro que tuve. Tiene un motor grandísimo y va fuerte de verdad. Es una ruta muy peligrosa: el viento, los guanacos, los precipicios. Pero había que correr”, explicó.
A los 30 kilómetros del recorrido vieron que por el carril contrario venía una camioneta con caja y sirena. Varios metros antes, Maxi les cruzó el auto, les hizo luces y se apartó nuevamente hacia su carril. Pero el otro vehículo siguió de largo.
“Ahí pegué la vuelta y corrí hasta que los alcancé. Eran tres bomberos con una camilla. ‘¡Es una emergencia! ¡Estoy llevando a un nene herido!’, les grité. Me respondieron que iban a la zona del accidente, que eso les habían pedido y que no podían llevarlo”, narró el conductor. “Lo bueno es que tenían un cuello ortopédico y se lo pusieron al nene”, detalló.
“Ángel de la guarda, dulce compañía”
Maxi giró el auto y aceleró de nuevo. Un rato después ya estaba a 10 kilómetros de Puerto San Julián. Pero había un problema.
“El nene empezó a decir que no sentía el pecho ni los brazos. No te puedo explicar la reacción de la madre, su cara, sus gestos, su desesperación. Eso no me lo olvido más”, relató el hombre acongojado.
Y continuó: “La mamá empezó a rezar con él: ‘Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día’. Yo no soy practicante, pero creo. Y me puse a rezar también. Se me pasaron mil cosas por la cabeza. Imaginate”.
Finalmente, llegaron al hospital de Puerto San Julián. Abrieron la puerta del auto y una camilla ingresó al nene herido. “Cuando apoyó los pies en el piso y se llevaban al hijo, la madre explotó en llanto. Un rato después cayó la ambulancia con el otro chico y el padre. Ahí, desde lejos, vi cómo se abrazaban todos. Eso tampoco me lo voy a olvidar”, describió el propietario del antiguo Chevrolet.
Unas horas después, Maxi volvió al lugar del accidente a buscar a sus amigos y las pertenencias. Allí los esperaban Pablo y Matías, otros dos amigos que habían viajado en un Peugeot 307 en el viaje a Ushuaia. Volvieron a Buenos Aires, retomaron la cotidianeidad y la vida siguió como hasta entonces.
Días más tarde, Rosano recibió un mensaje directo en su Facebook de Eliana, la mamá del nene. Había leído en el diario Río Negro una nota dedicada a un grupo de amigos que viajaba por la Patagonia en un Chevrolet de 1967. Buscó a Maxi en la red social y le escribió. El diario también publicó la historia y el diálogo entre ambos.
-Buenas noches, tengo una consulta: el 11 de febrero tuve un accidente en la Ruta 3. Ese día me ayudó un chico con el auto. No sé si fuiste vos.
-¡Sí! Soy yo. ¿Cómo estás?
-¡Muchas gracias! Disculpame. Ese día ni el nombre te pregunté. Es más, no me acordaba de tu cara, pero sí del auto.
La mujer relató cómo fue el accidente. “Un auto negro se nos cruzó de carril y se nos vino encima. No quedó otra que pegar el volantazo y volcamos”. Dos de sus hijos viajaban sin cinturón de seguridad y salieron despedidos.
El nene de 7 años fue trasladado desde Puerto San Julián a un hospital de mayor complejidad en Río Gallegos. “Estuvo cuatro días en terapia intensiva, pero está mejor. Además de los golpes y la contusión pulmonar, tenía una costilla fisurada. Se está recuperando”, detalló la mujer, que vive en El Calafate y el día del accidente regresaba de unas vacaciones junto a su familia en Formosa.
“Al hermano del medio, que llegó después en la ambulancia, le dieron 11 puntos en la cabeza. Está bien”, concluyó.