La superficie cultivada con hortalizas de invierno creció 7% esta temporada en comparación con la del año anterior, ya que se pasó de 14.448 hectáreas en 2017 a 15.454 en 2018. El producto que acapara 71% del territorio sembrado es el ajo, cuya extensión creció 4% en la comparación interanual. Le sigue la zanahoria, que mostró un aumento de 22%, y la cebolla, que decreció 10%.
Un relevamiento realizado por el Instituto de Desarrollo Rural (IDR) permite apreciar que, en los últimos 10 años, la superficie dedicada al cultivo de hortalizas tuvo un máximo en 2011, cuando se superaron las 20 mil hectáreas, y cayó a un mínimo en 2013, cuando apenas alcanzó las 12 mil. Luego de una leve recuperación en 2014, volvió a decrecer en 2015 y desde entonces presenta un tenue crecimiento sostenido.
Se debe considerar que la horticultura es la tercer actividad agrícola en importancia en la provincia, después de la viticultura y la fruticultura, pero es la que utiliza mayor cantidad de mano de obra aporta. En cuanto a la distribución en el territorio, el Valle de Uco concentra el 53% de los cultivos de invierno, le sigue la zona Centro (28%), y luego están la zona Norte (95), zona Este (6%) y zona Sur (4%).
El coordinador técnico del IDR, Alfredo Baroni, resaltó que las variaciones más significativas que detectaron fueron el aumento de 22% en la superficie cultivada con zanahoria y la disminución de 10% en la destinada a cebolla. Se destaca también el crecimiento de la acelga (40%) y el repollo (44%) con respecto al invierno 2017, pero se trata de cultivos que apenas alcanzan, cada uno, el 1% del total de hectáreas cultivadas en la provincia.
El año de mayor cultivo fue 2011, cuando Mendoza superó las 20 mil hectáreas de hortalizas.
Lo mismo ocurre con el brócoli -que casi duplicó su producción pero tiene 0,7% de participación- o la espinaca, que bajó 57% pero representa 0,3% de la tierra. Esto implica que un solo productor que deja de sembrar una hortaliza y se dedica a otra puede explicar en gran medida esta diferencia de entre 30 y 50 hectáreas.
Omar Carrasco, de la Unión Frutihortícola de Mendoza, comentó que las variaciones en el tipo de cultivo responden a especulaciones en los precios de venta y también en los costos de producción, que se asocian en parte al tiempo que demanda la variedad.
Sin embargo, indicó que “estimar cuál va a ser el escenario al momento de la cosecha resulta bastante difícil en la actualidad”. Asimismo, planteó que “los valores en el mercado no han subido como los insumos (muchos dolarizados), el costo de la mano de obra y la inflación”.
Reducción en zona Centro
En relación al principal cultivo, el ajo, Baroni explicó que prácticamente se ha mantenido sin variaciones importantes en la superficie desde 2011. Esto se debe en gran medida a que se siembra el diente, por lo que se debe destinar parte de la producción de un año, y perder esa venta, para plantar el ajo de la siguiente temporada.
Sí se detecta una modificación paulatina de las variedades: se siembran sobre todo ajo morado (53%) y ajo colorado (33%) , en detrimento del blanco (11%). El especialista del IDR explicó que esto tiene que ver con el destino, ya que se aprovechan los meses en los que no se compite con los ajos chinos y españoles en Brasil. Antes, cuando no había competidores para abastecer al vecino país, se cultivaba más el blanco -pese a que su manejo es más complejo y la semilla más cara-, porque dura más tiempo y permitía exportar todo el año.
El relevamiento del IDR permite apreciar que en el Valle de Uco las hectáreas con ajo crecieron un 8% (pasaron de 6.514 a 7.024) pero en la zona Centro decrecieron un 15% (había 1.921 hectáreas en 2017 y este año hay 1.625). En el oasis norte hubo un crecimiento de 3% (de 987 hectáreas a 1.021), en el este de 9% (de 675 a 733) y en el sur 18% (de 453 a 534).
Bajos precios externos
Ariel Zucarelli, quien es productor, empacador y exportador de ajo, con fincas en Maipú y Lavalle, indicó que si bien ha crecido la producción en la provincia, hay mucha oferta en los mercados externos, por lo que sólo cuentan con la ventaja de la contra estación. Si bien recién están empezando la cosecha, anticipan una temporada mala, ya que los precios internacionales son bajos y si bien el tipo de cambio mejoró el panorama, la retención (12%) les quita parte de ese beneficio y la inflación elevó los costos de producción.
Zucarelli manifestó que algunos clientes brasileños ya le han anticipado que no pagarán más de U$S 12 la caja, cuando en noviembre de 2017 estaban pagando U$S 17. Es que el ajo chino, que es el que fija el techo, se está comprando a U$S 17 o 18 finales, pese a tener una tasa de antidumping y un 35% adicional.
El gerente general de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines de Mendoza (Asocam), Guillermo San Martín, se mostró preocupado porque será un año en el que toda la cadena trabajará a pérdida, pero se seguirá exportando para no perder el mercado brasileño, como ocurrió con el europeo.
Desde el sector, señaló, han pedido que las retenciones bajen de un máximo de $ 4 por dólar a $ 3, como se les aplica a los productos agroindustriales. Esto, porque 50% del costo del ajo es mano de obra. "Se seca, se le cortan las raíces y las hojas, se pela, se separa por tamaño y se empaca", recordó. También han solicitado que se revisen los reintegros a la exportación, que eran de 4,05% y se redujeron a 1,25%. Esta reducción, sumada a la retención, acumula una pérdida de 15% en la rentabilidad.
Productores a pérdida
Los productores integrados, quienes además de dedicarse a la producción primaria tienen un galpón de empaque y se dedican a la comercialización, plantea Ariel Zucarelli, pierden dinero en el primer proceso, pero compensan en los siguientes para recuperar los costos. Sin embargo, los que sólo se dedican al cultivo atraviesan una situación difícil.
El presidente de la Sociedad Rural del Valle de Uco, Mario Leiva, indicó que este año los precios, tanto del ajo como la zanahoria, son muy bajos, pero que existe una diferencia importante entre ambos cultivos. Para la segunda hay muchos compradores, mientras que para el primero están concentrados, por lo que los empacadores y exportadores están pagando el kilo de ajo a U$S 0,10, cuando el año pasado lo pagaban a U$S 0,15 o 0,20 (y la cotización del dólar era de $18).
Asocam pidió al gobierno una baja de retenciones de $ 4 a $ 3, como se aplica para los productos de la agroindustria.
Leiva planteó que el precio de referencia internacional del kilo de ajo verde es de U$S 0,20, pero ahora que el tipo de cambio es más competitivo, le dan la mitad de eso al productor, ya que se está pagando a $ 3. De ahí que haya presentado una nota al ministro de Economía, Infraestructura y Energía, Martín Kerchner, para pedir que intervenga de modo de terminar con esta situación asimétrica, como lo habilita el Código Civil y Comercial de la Nación.
Guillermo San Martín detalló que este es el peor momento para vender el ajo, ya que hay mucha oferta en el mercado interno y aún no hay precio de referencia para el producto argentino en Brasil, por lo que los exportadores pagan poco para protegerse. Por eso, lo ideal sería esperar hasta enero, secarlo en origen y cortarle las hojas y las raíces, lo que además sirve para fertilizar el suelo. Por otro lado, el gerente de Asocam subrayó que se necesita financiamiento para armar una estructura de secado y para poder plantar otros cultivos.
Destacan el avance en el proceso de tecnificación
El coordinador técnico del Instituto de Desarrollo Rural, Alfredo Baroni, destacó que los cultivos de ajo han ido incorporando tecnología y que esto permite aumentar notablemente los rendimientos. Así, comentó que 38% de la superficie está sembrada a doble cara (con lo que se pueden producir entre 10 y 12 mil kilos por hectárea en lugar de los 6 a 8 mil con el sistema tradicional), el 17% tiene riego por goteo y el 10% combina el riego presurizado con el de forma superficial.
Diego Stortini, presidente de la Cámara de Comercio, Industria, Agricultura y Turismo de Tunuyán, señaló que los productores que se han tecnificado tienen una mayor producción por hectárea y logran más calidad. Además aseguró que son los que mejores condiciones tienen para enfrentar los años de precios promedios bajos.