La primera Batalla de Rodeo del Medio, ocurrida el 24 de septiembre de 1841, desató dolorosas represalias contra la población. Fue un enfrentamiento entre federales, al mando del General Pacheco -lugarteniente de Juan Manuel de Rosas-, y unitarios, bajo las órdenes del General La Madrid.
La capacidad militar de La Madrid dejó mucho que desear. José María Paz lo critica en sus memorias recordando el episodio: "No tomó como debía -dice en referencia al tucumano-, la iniciativa para lanzarse sobre la cabeza del enemigo y combatir a trances iguales y acaso con ventaja del número. Pudiera haber ocultado sus baterías, como lo hizo la tarde antes, para descubrirlas en el momento preciso en que la columna enemiga pasaba el puente, para acribillarlo. Pero, al contrario, La Madrid se colocó a una distancia para que pudiese pasar libremente el enemigo, dándole a esto tiempo de desplegar sus tropas y formar su línea".
Debido a estos errores y a la superioridad numérica de los invasores federales -Mendoza estaba bajo el mando unitario-, La Madrid fue estrepitosamente derrotado.
Comenzó la huída del ejército vencido. Algunos jefes fueron atrapados en Uspallata y degollados brutalmente. Corrieron semejante suerte muchos en el campo de batalla y en las calles de Mendoza, durante algunos días.
Antonio Luis de Beruti participó de la contienda bajo la bandera unitaria. Casado con la mendocina Mercedes Ortiz -una de las damas que donó sus joyas al ejército de los Andes-, Beruti vivía hacía años en nuestra provincia, aquí formó una numerosa familia. Al caer prisionero aquel día fue liberado por Pacheco -se trataba de uno de los hombres de Mayo-. Pero fue perseguido por sectarios locales del federalismo y aparentemente perdió la cordura, muriendo pocos días después. Algunos señalan que sus últimas palabras fueron ¡Patria!, ¡Independencia!, ¡Libertad!
Los desdichados despojos de las filas vencidas, con La Madrid a la cabeza, tomaron ruta hacia Chile. Los hombres de Rosas los siguieron de cerca, ejecutando a todos los que -agotados por el frío y el hambre- quedaban en el camino.
"Tres días consecutivos estuvieron saliendo de entre los hielos grupos de hombres escapados de las garras de la muerte -explica Conrado Céspedes- y llegando a
Guardia Vieja, donde había abundantes provisiones y un médico, enviados en su auxilio desde Chile. En la casucha, de Las Cuevas quedaban todavía 18 quemados por la nieve o enfermos que no podían moverse (...). Las penurias, sufridas en el camino fueron superiores a toda ponderación, hasta llegar, por fin, a Los Andes, donde, tanto las víctimas como el resto de los emigrados, fueron generosamente atendidos".
A la cabeza de aquella ayuda se encontraban Domingo F. Sarmiento y el General Gregorio Las Heras, exiliados en Chile por su enemistad con el Restaurador. Conocemos el sufrimiento de estos supervivientes en la cordillera, principalmente por los textos de Sarmiento. "Concluimos esta relación -señaló- recomendando al público algunas personas, que (...) han mostrado un sentimiento de caridad vivo y profundo. La señora doña Petrona Callejas, dueña del estanco de los Andes, ha hecho de su casa un hospital... Don José Antonio Ramírez ha pedido que le lleven a su casa uno de los amputados para hacerse cargo de alimentarlo y vestirlo en lo sucesivo (...)".
Muchas fueron las desgracias que comenzaron con una batalla de dos horas. En un marco de guerra civil, Mendoza fue otro escenario de violencia y destrucción.