Todavía no puede brindar consigo misma. Desde que se anunció que su libro "Magnética" ganó el Certamen Vendimia de Poesía, Sabrina Usach no ha parado de recibir llamadas. Así que ahí, en la cocina de su casa de Martínez, en Buenos Aires, le termina de caer la ficha.
“Empecé a escribir estos textos en 2015, por la necesidad de plasmar ciertas emociones que me conectaban con Mendoza”, recapitula. “Tenía miedo de caer en el lugar común de la añoranza... pero me salvó el lenguaje. En el lenguaje hay una forma de rescate”.
Sabrina se había mudado a Buenos Aires un año antes. Hasta entonces sólo había editado de manera independiente un primer poemario que llamó "Versos para beber hasta" inspirado en un taller de edición y encuadernación.
Una vez en Buenos Aires, lanzó "Muecas de una voz pájara", junto al sello editorial Baldíos en la Lengua.
Aún sin norte laboral, la invitaron al Festival Internacional de Poesía Joven "La juntada", organizado por APOA (Asociación de Poetas Argentinos). Pronto, la mendocina se convertiría en miembro de la comisión organizadora del festival y en coordinadora del Café Literario de la Asociación.
rario "Último Infierno"?
- Nos encontramos el segundo miércoles de cada mes en el Bar Lavalle. Se lee, se habla, se discute. Yo convoco y llevo títulos de poetas jóvenes, para que se den enlaces generacionales.
Durante su infancia mendocina, Sabrina no recuerda haber tenido coloridos libros de moda. Sí se ve husmeando en la biblioteca de sus padres, donde se enamoró, de entrada, de Alfonsina Storni.
Su madre no paró de incentivarla en su curiosidad artística, algo que siguió desarrollando en la secundaria, donde se convirtió en “la chica que salía en todos los actos”.
No era precisamente la adolescente con aspiraciones de fama: “El mundo de la imaginación era en realidad una protección para mí”.
Tras la temprana pérdida de su padre, Sabrina ya tenía otra conciencia de la muerte. Y una tendencia irrefrenable por la escritura trágica.
Cuando ingresó a la carrera de Letras, en la UNCuyo, conoció a otro amor: Oliverio Girondo. "Me sigue fascinando. Justamente ayer volví a 'En la masmédula', a ese alucinante laburo con el lenguaje". Las lecturas continuaron a través de los imprescindibles surrealistas y entre voces femeninas y potentes como Olga Orozco, Delmira Agustini y Alejandra Pizarnik. ¿Mendocinos? Ella menciona su admiración por Ramponi y su placer al leer los textos de Juan López.
“Cuando me contacto con el mundo poético mendocino, cuando empiezo a socializar mis bocetos, conozco a escritores de mi generación como Javier Piccolo, Eliana Drajer, Soledad Muñoz. Gastón Ortiz Bandes fue clave para mi apertura intelectual. Y, en general, ese ambiente impulsó un desarrollo mayor”.
No sólo de la poesía. Usach también escribe cuentos. Y en ellos hay una temática consecuente que reúne "violencia de género, cosas que me marcaron, desaparición de jóvenes, trata de personas". Ahora está trabajando en una versión trans de Edipo Rey.
Otra de las actividades de Usach es la de organizar cada año, en la Legislatura porteña, las Olimpíadas de poesía. En el Salón Dorado (ese que alguna vez fue el despacho de Evita), las Olimpíadas reúnen a más de 250 alumnos del territorio argentino para escribir, hacer talleres y llevar la poesía a la acción.
Abrir las aulas
Como profesora de Lengua y Literatura en colegios secundarios, Sabrina tiene satisfacciones y desafíos que tienen que ver con los cambios de paradigma que hoy nos atraviesan. Primero: busca incentivar la lectura a través de la dinámica de Café Literario en el aula y del concurso de literatura que entrega tres premios cada año. "Cada pibe es un mundo, así que no podés seguir una fórmula. Cualquier tema que estemos trabajando, se aborda primero con una poesía. Y llevo de autores diversos porque siempre te sorprende el texto que eligen. También experimentamos con la poesía sonora, usamos susurradores para recitar al oído. Intento transmitir que lo poético es parte de la cotidianidad.
- ¿Y cómo trabajás en el aula el tema del lenguaje inclusivo?
- El tema apareció naturalmente. Ante una pregunta que debían responder por escrito, llegaron tres usos distintos: un grupo usaba el “los y las”, otro usaba solamente el masculino. Y algunas alumnas, directamente, respondieron con la “e” final.
Los más conservadores sacan a relucir a la Real Academia. A mí me interesa explicarles que no es la regla la que determina el uso sino al revés, es el uso el que deriva en la regla. Siempre uso el ejemplo de ‘murciégalo’ y ‘murciélago’. La primera de las formas se consideraba correcta pero la segunda fue la que finalmente se impuso.
Una vez, una chica se quejó porque ella, cada vez que entraba al curso, saludaba a los “alumnos y alumnas”. “Entonces salí del aula, volví a entrar y saludé de nuevo: ‘Buenos días, alumnas’, dije. Y les pregunté a los chicos si se habían sentido saludados. Está bueno poner de manifiesto y reflexionar estas cosas ahí, en el aula”. Y por eso también la acompaña a la escuela (y a las marchas) su pañuelo verde. Es más: “al último Café literario también fuimos todas empañueladas”, sostiene.
La brújula
“Magnética” -dice- nació de un impulso. “Casi al final me di cuenta de que había una evolución y una forma. Descubrí que tenía que ver con el cierre de un ciclo”. El libro refractó una temática autorreferencial (las experiencias familiares) pero también le abrió un aspecto nuevo. “Hablo de lo valiosas que han sido las mujeres que han pasado por mi vida”.
- ¿Por qué el título?
- El magnetismo está presente en las brújulas, en el sentido de la orientación. Pensé en eso de buscar el norte, en la escritura pero también en lo personal.
- ¿Es poesía feminista?
- Ojalá. Eso lo tienen de decir aquellas personas que lo lean. No tiene una militancia explícita. No focalicé eso. Pero en esta era de reivindicaciones, creo que el libro trata de establecer un diálogo transgeneracional con nuestras abuelas, madres, hijas. Una mirada sobre lo que nos enseñaron y, también, sobre lo que hicieron mal. No hay una denuncia social contra el patriarcado, hay una valoración de la presencia femenina.
En “Magnética” no hay signos de puntuación ni mayúsculas. Hay verso libre y, en el centro del libro, un gran paréntesis simbólico. No abundan los títulos pero, entre los 25 poemas, hay algunos llamados “Papelesca” o “Tránsfuga”.
Sabrina elige hablar de “Guachas”, aquel en el que revive a su abuela. O de “Féminas”, poema en el que invoca a su mamá y a sí misma en la niñez, sorteando una rayuela borroneada.
Féminas
(Epígrafe) Y tú no puedes ni siquiera recordar
en dónde estuvo la herida
los rostros que una vez amaste
la mujer que te salvó la vida.
Roberto Bolaño
la casa está llena de vieja soledad llega
mi madre arrastrando el paso mientras
habla leo su rostro quebrajado de vida
trabajosa ella y su patio donde ahora
una rayuela borroneada se asoma
a medio querer la camino y me siento
en cada baldosa una mujer diferente
como las de mi familia avanzo
con miedo de llegar al cielo se me viene
la voz de una niña lejana "pisaste la raya"
y me salvo del cielo y me salvan los ojos
de ella detenida en mi juego silenciosa
sin saber que el tiempo saltó en el tiempo
creyendo aun en mi chacota gregaria
(en su inocencia nos sonreímos)