Pasaron 2 meses del superclásico en el Bernabéu, el "partido del siglo". Un encuentro -o más bien una serie de dos- que de tan imposible se hizo realidad para los fans del fútbol a nivel mundial.
Y que tuvo tantos condimentos extra futbolísticos -algunos patéticos- que se convirtió en una historia digna de contar en un libro. Eso es lo que hizo Andrés Burgo, fanático de River pero sobre todo periodista y gran cronista de las miserias y alegrías que todo hincha vive dentro de una cancha.
Él es el autor del fenómeno literario del momento: "La final de nuestras vidas", una crónica desde adentro de las finales de la Libertadores que durante 40 días tuvieron "en estado de desesperación" a los hinchas de Boca y River, como bien lo describe en esta entrevista con Más Deportes, Burgo, autor de los celebrados "Ser de River" (sobre el descenso del Millo) y "El partido" (sobre el histórico duelo Argentina-Inglaterra del Mundial '86).
Para este libro, a la editorial Planeta se le ocurrió convocarlo junto a Juan José Becerra (periodista e hincha de Boca) para que ambos viajaran a Madrid y escribieran sobre el superclásico más grande de todos los tiempos, pero con la consigna de que sólo se publicaría el libro de quien levantara la Copa Libertadores. "Eso fue un desafío. Fuimos los dos avanzando hasta la final que se jugó en Madrid, porque después no teníamos mucho tiempo, 12 días para entregar el libro. Así que yo avancé todo lo que pude pero no sabía si ese libro salía".
-En "Ser de River" escribiste una crónica como hincha, en "El Partido" como periodista, ¿acá se mezclaron los dos, el hincha y el periodista?
-Sí, puede ser. Mezclo la primera persona de “Ser de River” y hablo sobre una serie final, no sobre un partido, pero tiene un mix de los dos libros y de los dos registros. En primera persona, como hincha, en tercera persona, como periodista, contando cuestiones futbolísticas, políticas y hasta policiales y dirigenciales, cómo el partido termina en Madrid.
-¿Por qué fue "la final de nuestras vidas"?
-Termina el partido y le digo a un amigo: “Fue el partido de nuestras vidas”. Pero la editorial lo cambió a ‘la final’ porque ya habíamos publicado “El partido”. Fue la final por el rival: todas las circunstancias le dieron más exageración que la que ya tenía: una final de Libertadores River-Boca era el partido más exagerado que había porque era imposible.
Ese imposible ocurrió y fue más imposible todavía por lo que termina pasando en la cancha de River, por las implicancias políticas y judiciales, porque se termina jugando en Madrid… Pero claramente si esto hubiera sido contra Inter de Porto Alegre u otro rival no hubiera sido la final de nuestras vidas.
-¿Cómo viviste el partido en el Bernabéu? ¿Fuiste consciente de que tenías que escribir un libro después o te ganó el hincha?
-Bueno, lo viví con nervios en proporción a la magnitud del partido. No pude esquivarlo, estaba claro, y tenía cierta lógica. Pero durante el partido no estaba pensando en el libro sino en que ganara mi equipo. Igual uno de mis desafíos era que el hincha no le ganara al periodista. Es una frase que me dijo (Ezequiel) Fernández Moores cuando empecé a escribir “Ser de River”, y me quedó.
Y si el libro está generando empatía en los hinchas es porque lo que estoy contando es genuino y a la vez no es sobreactuado. Yo tengo 44 años y hubo una época en la que los periodistas no decían de qué equipo eran. Y ahora lo que estamos viendo es exactamente lo contrario: periodistas que sobreactúan ser hinchas. Yo soy hincha de River, eso está claro, pero no quería poner a Boca como el mal.
-¿Es un libro para los hinchas de River o lo puede leer cualquier otro?
-No lo tengo muy claro, la verdad... Está muy identificado con un triunfo puntual. Me gustaría que lo leyera un hincha de otro equipo y me contara. Sí es un libro futbolero, en el que un periodista cuenta su relación diaria con su equipo, que es River pero podría ser Huracán Las Heras de Mendoza, en estado de desesperación. Yo creo que los hinchas de River y Boca, durante 40 días, estuvimos en estado de desesperación.
-Es decir que un hincha de Boca lo podría leer...
-Yo a Boca creo que lo trato muy bien: el triunfo de River es extraordinario porque el rival era extraordinario. De ninguna manera se me pasaba por la cabeza menospreciar al rival, con chicanas que son habituales en nuestros medios y en las redes sociales.
-En los últimos años se ha multiplicado la literatura sobre fútbol en la Argentina, algo que en el mundo es más habitual. ¿Qué otros hechos del fútbol argentino creés que merecen un libro?
-Me parece que faltan más libros de Maradona… Es muy difícil hacer un gran libro sobre Messi.... Hablando de River, falta un libro sobre “La Máquina”, un libro sobre Labruna… Hay un montón de pequeñas historias que merecen libros o crónicas. Bienvenidos, cuanto más libros de deportes mejor, me gusta mucho leerlos.
-La última y gran pregunta: ¿el triunfo en el Bernabéu tapa el descenso de River?
-Es una gran pregunta... Para mí es un retruco a los hinchas de Boca importantísimo, una falta envido. Es el ancho de espadas que tenía Boca y ahora también tiene River. En la relación entre River y Boca hubo décadas en las que uno sacó diferencias sobre el otro. A pesar de que los '90 fueron favorables a River en títulos, fueron favorables a Boca en la paternidad. Y entre el 2000 y el 2011, Boca gana cuatro Libertadores y River se va a la B. Del 2014 para acá River lo fue emparejando, y claramente con esto lo empareja. Sí me parece que si River perdía esa final, perdía una discusión importantísima. Ahora estamos en la misma mesa y hasta la podemos presidir.
Héroes y villanos
-La serie dentro de la cancha tuvo una épica particular, con héroes como el Pity Martínez y villanos como Benedetto, que vos bien reflejás en el libro...
-La tapa puede plantear un poco eso: Izquierdoz es el tipo que tiene la valentía de seguir nadando hasta la orilla aunque sabía que se iba a ahogar. Fue como la última resistencia.
Pero el gran héroe individual en River es Gallardo, está claro. Pity Martínez es ídolo, especialista en hacerle goles a Boca. Respecto a Benedetto, yo en el libro pongo que tuvo una serie extraordinaria desde lo deportivo, más allá de la que le tapa Armani en la Bombonera: hacerle dos goles a River en finales de Copa Libertadores es increíble.
Dicho eso, yo me planteo si alguien como Benedetto sería aceptado en un plantel de Gallardo. Y no me refiero a lo futbolístico, sino a algunos gestos, algunas frases, algunas publicaciones en las redes sociales, que el plantel de River no hace. Tuvo varias “en el borde” Benedetto, fuera del campo de juego, fuera de su relación con la pelota.
-¿Qué fue lo que pasó en el Monumental?
-Ahí yo creo que los jugadores de Boca y River como institución fueron víctimas de una interna policial, provocando un gigantesco error, adrede o no, en el ingreso de Boca. Y con repercusión política: dos días después (Martín) Ocampo, el responsable de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, fue relevado de su cargo. Y termina afectando a Macri, que quería que el partido se jugara con las dos hinchadas.
Al día siguiente Boca empieza a jugar la carta del escritorio y Macri lo que quería es que se presentaran los dos equipos. Pero Boca institución, hinchas, plantel estaban decididos a tratar de ganar el partido en Asunción o en el TAS.
-¿El piedrazo al micro de Boca fue barbarie espontánea o planificada?
-Hay esta cuestión que tienen muchos hinchas de “barrabravizarse” en un contexto donde solo existen camisetas de un solo equipo o enfrente hay camisetas de otro. Hubo mala praxis de la policía y eso se conjugó con la barbarie habitual de hinchas normales que van con su familia a la cancha y ven pasar una camiseta contraria y le tiran un piedrazo, una piña, ese tipo de cosas. Se juntaron las dos cosas: salvajismo y una interna policial.
El piedrazo y la interna policial
-¿Qué fue lo que pasó en el Monumental?
-Ahí yo creo que los jugadores de Boca y River como institución fueron víctimas de una interna policial, provocando un gigantesco error, adrede o no, en el ingreso de Boca. Y con repercusión política: dos días después (Martín) Ocampo, el responsable de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, fue relevado de su cargo.
Y termina afectando a Macri, que quería que el partido se jugara con las dos hinchadas. Al día siguiente Boca empieza a jugar la carta del escritorio y Macri lo que quería es que se presentaran los dos equipos. Pero Boca institución, hinchas, plantel estaban decididos a tratar de ganar el partido en Asunción o en el TAS.
-¿El piedrazo al micro de Boca fue barbarie espontánea o planificada?
-Hay esta cuestión que tienen muchos hinchas de “barrabravizarse” en un contexto donde solo existen camisetas de un solo equipo o enfrente hay camisetas de otro. Hubo mala praxis de la policía y eso se conjugó con la barbarie habitual de hinchas normales que van con su familia a la cancha y ven pasar una camiseta contraria y le tiran un piedrazo, una piña, ese tipo de cosas. Se juntaron las dos cosas: salvajismo y una interna policial.
Un fragmento de "La final..."
Cuando el Pity Martínez se largó a correr, todos los hinchas de River -los miles que estábamos en el Bernabéu y los millones que seguían el partido en Argentina y el resto del mundo- ya habíamos perdido el eje.
No soy de los que lloran por su equipo, ni por triunfos ni por derrotas, pero algunos minutos antes, después de haber gritado nuestro gol de todos los tiempos, el de Juanfer Quintero, como si se tratara de un exorcismo -y en cierta forma lo era-, una fuerza espasmódica había empezado a sacudirme, como si dos corazones bombearan dentro de mí: moqueaba lágrimas, giraba en el lugar, respiraba agitado. Desde los 4 minutos del segundo tiempo suplementario, y por primera vez en la serie más larga del mundo, habíamos quedado muy cerca de ganarle a Boca la Copa Libertadores, tan increíblemente cerca que, lo 10 advierto ahora, ya de regreso en Buenos Aires, mientras comienzo a escribir esta crónica apresurada y visceral, sentí que estábamos por parir un tipo de felicidad que desconocíamos.
Una felicidad atemporal, sin fecha de vencimiento.
En la cuarta bandeja del fondo norte del estadio del Real Madrid, detrás de los bombos que agitaban los chicos y chicas de las filiales de Madrid, Barcelona, Málaga y Valencia, había intentado recobrar cierta calma en algún momento de los 13 minutos que pasaron entre el zurdazo ácrono de Quintero y la aceleración de velocista keniata del Pity Martínez. Creo que había quedado en blanco durante algunos segundos: ya de madrugada, festejando en una taberna de Tirso de Molina, le preguntaría a uno de los amigos que había viajado desde Buenos Aires, Nico, si el gol del colombiano más influyente en mi vida (perdón, García Márquez) había sido en el primer tiempo del alargue o en el segundo.
Cuando al fin pude respirar hondo, reacomodarme y levantar la cabeza hacia el tablero electrónico, vi que el reloj señalaba 118 minutos de un partido que, además, llevaba 40 días de previa, la misma duración de un Mundial de 32 equipos (en cierta forma, River y Boca jugaron un Mundial de dos países). Calculé que el árbitro uruguayo adicionaría algún minuto y le grité a Poko, colega y compañero de tribuna en el Bernabéu, otro de los miles que habían viajado a Madrid a último momento: "¡Tres minutos, faltan tres minutos! ¡Hay que aguantar, carajo!".