"Internet da para todo", dicen algunos y ese "todo" incluye también el desborde de aquellos que quieren hacer justicia por mano propia en Twitter o dejan de lado que, en Facebook o Instagram, también existe un espacio para la privacidad.
"Las redes sociales son algo increíble, impensado, que nos ha revolucionado la vida. Y, mientras se usen con respecto, conciencia y criterio, son herramientas de gran potencialidad. Pero también se puede caer en delitos como calumnias o injurias", dice la abogada Bárbara Peñaloza, quien realizó una especialización en derecho informático cuando el tema era sólo una cuestión académica.
Luego, con la explosión de las redes sociales, han llegado muchos casos que suelen resolverse en conciliaciones extrajudiciales que establecen el freno y borrado de las publicaciones y el pedido de disculpas público. Su experiencia sobre el tema muestra algunas curiosidades.
-El hombre, la primera víctima.
“En general, de los casos que recibo, la mayoría de las víctimas son hombres. El medio digital es muy positivo para empoderar a la mujer, para llevarnos a una igualdad que se persigue. Pero mal utilizado trae una sensación de poder, de decir cualquier cosa desde el anonimato. Mi experiencia me dice que mujeres se sienten más seguras de hacer escraches desde la computadora”, dice la abogada.
Pero también afirma que hay disputas entre hombres o de hombres a matrimonios. Y las falsas acusaciones son variadas. "He tenido casos donde se acusa de violencia de género, de estafa o de robo. El hecho, si es real o no lo es, es indiferente. Una red social no es el ámbito para dilucidar esta cosas", sostiene Peñaloza.
-Padres peleados, hijos heridos.
“Una vez tuve un caso de unos padres que llevaron la lucha que tenían en un expediente de Familia a Facebook, exponiendo groseramente a sus hijos. A veces la gente no piensa en el daño que se le puede hacer a la identidad digital de los niños que se está formando. Hay que hacerles ver que están dañando a sus hijos indirectamente”, afirma la especialista.
-Justicia por mano propia en internet
Según Peñaloza, los usuarios de las redes sienten que es un mecanismo apto para ejercer "justicia por mano propia" y eso en nuestro derecho no está permitido porque, para condenar a alguien, hacen falta un juez y una sentencia.
Entonces, este tipo de justicia puede tener graves consecuencias. “La condena social no entiende de sobreseimientos, absoluciones; es instantánea, no permite el derecho a defensa. No tiene vuelta atrás porque esa información queda en los que leen y comparten el escrache. Una vez que queda allí, aun cuando se compruebe que esos dichos eran falsos, no hay vuelta atrás”, advierte Peñaloza.
Además, cuando esos escraches llegan a los medios de prensa y quedan en sus páginas online, esa falsedad persiste en los buscadores de manera indefinida porque es difícil que esa información luego se baje.
-Sin "derecho al olvido"
En Argentina todavía no existe un mecanismo específico para ejercer el "derecho al olvido" y entonces el daño es mayor. "El derecho al olvido está ligado a la autodeterminación informativa; es el derecho a la identidad que tiene todo ser humano de decidir quién es en Internet. Este derecho le permite eliminar aquellos contenidos que ya no lo representan", opina la abogada.
Es que puede ser que, en un momento, una información sea verdadera pero, con el correr de los años, carezca de sentido. En nuestro país las condenas no son para siempre. Por ejemplo, un condenado por estafa cumple su condena por un tiempo determinado pero tiene “condena perpetua” en internet.
“Si esa información no se elimina, esa persona va a estar condenada socialmente para siempre: si quiere conseguir un trabajo o iniciar una relación sentimental, va a ser buscada en internet y aparecerá esa información”, sostiene Peñaloza.
-¿Nuestro Facebook, Twitter o Instagram son públicos o privados?
“Depende de cómo esté configurado. Hay que conocer el funcionamiento de cada red social. Twitter es una red social casi pública. Si fuera privada no sería Twitter, su naturaleza es esa; es para informar, compartir e intercambiar opiniones con más o menos respeto. Cuando uno la utiliza sabe a lo que se expone. Por eso es bueno saber qué tipo de información se comparte. Aquí se debe cuidar más la intimidad, salvo que uno sea una ‘celebrity’, porque esa información llega a gente que no conozco”, dice la entrevistada.
En cambio, opina que Facebook o Instagram son distintos porque se puede configurar la privacidad: “Lo que comparto es más privado que público. Si tengo cerradas mis publicaciones para cierto número de amigos, se podría entender que eso es privado”.
-La verdad de las "Fake news"
Las falsas noticias son una problemática cuyas soluciones no son factibles en la realidad "porque se puede caer en censura previa o que se coarte la libertad de expresión, según lo que establece la legislación", apunta la abogada.
La gran pregunta es: ¿quién decide qué es falso o verdadero? "Desde mi humilde punto de vista, la cuestión pasa por una buena educación digital. Desde la primaria deben plantearse criterios para filtrar esa información. Generar la idea de cuestionarse, que nos preguntemos lo que estamos viendo en ese grupo de WhatsApp, esa verbalización. Hay que frenarse un segundo para ver la fuente", opina la letrada.
-¿Y el generador de la falsa noticia?
“Legalmente no tiene ninguna consecuencia salvo que se genere un daño. La falsa noticia puede ser anónima o no, el problema es que la verbalización hace que se pierda un poco la autoría. Legalmente no habría una consecuencia jurídica salvo que se cause un daño a un individuo o la ciudadanía en general. Sino sería simplemente un ejercicio de libertad de expresión que puede tomarse como una parodia o un chiste, como las noticias de la revista Barcelona.