Pese a que el feminismo se remonta a los finales de la Revolución francesa y a que en Argentina lleva un siglo de trayectoria, su expansión a nivel popular aún no ha cumplido una década. Fue entre 2010 y 2012, cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner sancionó, primero, la ley de matrimonio igualitario, y luego, la ley de identidad de género, que empezó a ascender en presencia mediática, a tono con el resto del mundo.
Con la apertura del debate por la IVE de parte de la gestión de Mauricio Macri, se consolidó como el tema top de la agenda política. Hoy cruza casi todos los sectores, acumula horas de televisión y radio, páginas de diarios, campañas publicitarias y likes en las redes. En boca de todos, es, sin duda, la gran herramienta que un presente globalizado -en el que las ideologías tradicionales se entreveran y tambalean- deja disponible para buenos y malos usos, constituyendo uno de los hitos más destacados de la ingeniería social reciente.
Personas, no colectivos
Cuando, invitada por el Filba, la académica feminista francesa Catherine Millet dijo en Buenos Aires que las nuevas feministas parecían desconocer las batallas ganadas por sus antecesoras en las décadas del 60 y 70 y calificó al Me Too norteamericano de antidemocrático, se hizo patente la preponderancia local de un tipo de discurso tendiente a la victimización y a la desconexión con la ciencia y la historia. Las ideas de este "feminismo de género" (corporativo o hegemónico), cuya pionera más celebre es la académica norteamericana trans Judith Butler -quien llamó a unir fuerzas con la movida LGBTIQ- se impusieron por sobre otras.
El "feminismo disidente", boga por una mayor diversidad de opiniones y sorprende al no culpar de todo al patriarcado, no creer en la victimización, no pedir la modificación del código civil en función de privilegios para las mujeres, ni recurrir al escrache.
Las disidentes más originales de Estados Unidos
Entre los ejemplos más llamativos de la disidencia feminista, se encuentra la ex militar norteamericana Miriam Ben Shalom, famosa por su militancia gay en el ríspido marco del ejército. Invitada a participar en el I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación de Madrid del año pasado, dejó a la audiencia pasmada, al decir: "Estoy para prevenir la eliminación de las mujeres –en especial lesbianas- a cargo del gigante trans".
Es que Ben Shalom, (que codirige junto a la religiosa cristiana Kaeley Triller Haver una organización que boga por preservar espacios exclusivos para mujeres sin varones que se identifican como mujeres transexuales) piensa de esta manera: "El sexo es biológico y no una construcción social. No puede ser cambiado. Cada célula en un cuerpo de mujer es XX; cada célula en el cuerpo de un hombre es XY. Existen anomalías genéticas, pero eso no cambia la genética de la mayoría (...) No necesitamos una sociedad que nos diga cómo comportarnos diferenciándonos por sexo. Necesitamos que la sociedad nos enseñe cómo ser justos, cómo acabar con los horribles patrones de violencia contra las mujeres y los niños ¡y contra los hombres también!".
En cuanto a los justificativos de su cruzada contra el lobby trans, asevera: "La gente debe saber que entre el 80 y el 95% de los niños que experimentan disforia de género crecen y son felices con su sexo biológico. Sin embargo, la ciencia mercantilizada promueve los bloqueadores de la pubertad en el cuerpo de un niño, ralentizando el crecimiento de los órganos sexuales y la producción de hormonas e incluyendo efectos adversos en la mineralización ósea, poniendo en riesgo la fertilidad y provocando lesiones aún no del todo determinadas en el desarrollo cerebral".
En esto coincide con la crítica de arte feminista -y también activista gay- Camille Paglia, quien aseguró que "la transmanía es un signo del colapso cultural de buena parte del mundo" y que "los padres que someten a sus hijos menores de edad a tratamientos hormonales están cometiendo una forma de abuso infantil, agravada por el vínculo. De ninguna manera es plausible cambiar la biología de niño que aún no ha experimentado con la sexualidad como para definirse por el sexo con el que no nació. ¡Incluso a muchos adultos les lleva tiempo!.
Pese a su proclamado ateísmo, Paglia también mantiene un buen diálogo con diversas religiones y respeta a quienes no aceptan el aborto. La voluntad de intercambio con la ciencia, el arte, la espiritualidad, la historia, la filosofía y la sociología es otro factor común en las disidentes y, justamente por ello, ninguna piensa exactamente lo mismo que la otra.
Disidencia en castellano
En España, la investigadora María del Prado Esteban Diezma alerta sobre visos puritanos del feminismo en boga, en tanto critica la ley de Género de su país porque "parte del principio de que la violencia sobre la mujer es estructural, producto de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres.
Eso significa que todos los varones, por el hecho de serlo, son potencialmente maltratadores. Una afirmación arbitraria, justifica la injusticia de que los dos sexos no respondan de sus acciones de la misma manera, lo que es un agravio tanto para los hombres, que son castigados de forma mucho más severa, como para las mujeres, que somos despojadas de nuestra naturaleza humana más esencial, la responsabilidad sobre nuestros actos, y tornadas en infantiles e inmaduras y, por ello, necesitadas de la "especial protección" de las instituciones".
Nuestro país cuenta con referentes excepcionales, como la filósofa Roxana Kreimer, quien proporciona, a través de www.feminismocientifico.com.ar, un sitio web con artículos originales, más un grupo en Facebook, Feminismo Científico, y las populares cuentas de Twitter @feminisciencia y @feminiscience, (en inglés), uno de los aportes más valiosos, actualizados y bien documentados del presente. "Llegué a la problemática de género desde el escepticismo, -explica- sorprendida por la información dudosa que se reitera en innumerables sitios feministas angloparlantes y españoles, y apenada por comprobar que buena parte de los adelantos científicos de las últimas décadas no están presentes en el ámbito académico ni en el cultural del mundo hispanoparlante.
Me propuse entonces el objetivo de tratar de realizar un aporte para iniciar un diálogo más racional sobre estos temas. El primer paso fue la creación de una cuenta de Twitter, que un año y medio llegó a una nutrida audiencia hispanoparlante, con la particularidad de reunir interlocutores escépticos, masculinistas y feministas. Y luego seguimos creciendo".
La joven youtuber Valentina Ortiz, por su lado, a través de su canal La entropía de Valen, analiza, con vocabulario simple y actitud divertida, definiciones enarboladas por el feminismo hegemónico como "patriarcado", para deleite de casi 60.000 seguidores. "En un patriarcado las mujeres no son consideradas ciudadanas de pleno derecho y no poseen derecho al voto, derecho a vender y comprar posesiones, derecho a heredar ni derecho a viajar. Es normal confundir el término patriarcado con la frase sociedad machista"