A cualquiera que disfrute del queso le pasó alguna vez: compró una buena horma de su variedad favorita con la idea de saborearla de a poco y terminó frustrado al notar que se secó. Para evitar estas situaciones desagradables, hay trucos simples y muy efectivos que garantizan una mejor conservación sin gastar de más ni complicarse.
Qué materiales no sirven
El secreto está en elegir bien los materiales para envolverlo. Aunque muchos siguen usando papel film o aluminio, estos no son la mejor opción. De hecho, resultan contraproducentes. El aluminio no deja pasar el aire, atrapa demasiada humedad y puede dar un sabor metálico.
El film, por su parte, crea un ambiente demasiado hermético. Como el queso necesita “respirar”, esa falta de ventilación cambia su textura y acelera su deterioro. Al estar mal envuelto, el queso pierde humedad natural, se seca, se pone gomoso o directamente se echa a perder en pocos días.
Los mejores trucos para conservar los lácteos
- Para conservarlo bien, los expertos recomiendan envolverlo en papel especial para quesos, que se consigue en fiambrerías grandes o locales que venden lácteos.
- Este papel tiene una superficie porosa que regula la humedad y deja pasar el aire justo, lo que ayuda a mantener el queso como recién comprado. Si no conseguís ese papel, una buena alternativa es el papel pergamino o el de horno.
- Envolvelo con una hoja y, si querés darle más protección, sumale un repasador de algodón o ponelo en un recipiente con tapa que no cierre del todo hermética. Esta técnica sirve especialmente para quesos curados y semicurados como el gouda, el cheddar o el parmesano.
Cómo conservar los lácteos en la cocina
Otras técnicas eficaces
Otra opción válida es guardar el queso en un frasco o tupper de vidrio o plástico con tapa que permita entrar un poco de aire. Dentro del recipiente, una hoja de papel pergamino también ayuda a mantener el equilibrio justo de humedad.
Además, hay otros cuidados útiles: mantenelo alejado de alimentos con olores fuertes como el pescado o la cebolla, y ubicá el queso en el cajón de las verduras, que suele tener la temperatura y humedad ideal. Cada vez que cortes una porción, volvé a envolverlo bien y llevalo enseguida a la heladera.
Si encontrás moho en quesos duros, podés raspar la parte afectada y comer el resto. En cambio, si el moho aparece en quesos blancos, mejor descartarlo.
El queso, además aporta varios beneficios: es fuente de calcio para fortalecer huesos y dientes, contiene proteínas de alta calidad que ayudan a formar tejidos y ofrece vitaminas como la A, D y B12, además de minerales esenciales como zinc y fósforo. Entre los quesos más saludables se destacan la ricotta, el cottage y el feta (sobre todo si es de cabra u oveja), ideales para quienes buscan opciones livianas y nutritivas.