Del ideologismo al electoralismo

El gobierno, casi por decreto, declara el fin de la pandemia. No vaya a ser que por querer ganar una elección en la que no se juega la vida ni la muerte de nadie, se juegue con la vida y con la muerte de todos nosotros

El jefe de gabinete, Juan Luis Manzur, realizó anuncios sorpresivos hoy.
El jefe de gabinete, Juan Luis Manzur, realizó anuncios sorpresivos hoy.

De acuerdo a la experiencia argentina, hay sólo dos formas exitosas de revertir el adversísimo resultado obtenido por el oficialismo nacional en las primarias de hace un par de semanas. Una, apostar a la demagogia de otorgar prebendas de todo tipo a la mayor cantidad de personas aunque la Argentina quiebre, como hicieron en San Luis los hermanos Rodríguez Saá a fin de revertir los resultados la única vez en su vida que le ganaron una elección. Otra, hacer lo que hizo Mauricio Macri que se paró frente a los que lo habían votado en 2015 pero que no lo hicieron en 2019 defraudados por los resultados de su gobierno. Allí Macri asumió sus culpas pero les pidió que no por ellas votaran a los responsables de todos los males anteriores, con lo que logró que la mitad de los que no lo votaron en las PASO lo hicieran en la general.

La primera opción es peligrosísima porque se ponen en jaque los recursos de la comunidad para “comprar” el voto popular, mientras que la segunda es muy rescatable porque se apuesta a “convencer” el voto popular mediante la disquisición razonada, mediante la palabra. Nada indica que hoy el gobierno de Alberto Fernández esté apostando a la razón y todo indica que, incluso por instrucciones de Cristina Fernández, dediquen todos sus esfuerzos a intentar ver si se puede revertir el resultado comprando votos, con lo cual nuevamente subestiman a los ciudadanos.

La más clara y terrible ejemplificación de esta forma de entender las cosas es la posición explícita de Cristina Fernández y su alfil Fernanda Vallejos que sugieren aumentar el déficit para ganar las elecciones. Algo que pocas veces se escucha aunque en los hechos se realice, porque pocos se atreven a decirlo, pero en la concepción de la vicepresidenta la plata está para ser gastada aunque no se la tenga. Porque si no se la tiene se la inventa, para eso está la maquinita, que es la gran herramienta a la que piensan recurrir para intentar dar vuelta el resultado de estas elecciones.

Esta mañana ya comenzaron con los dislates, como una manera de continuar el dislate contrario: hace algo más de un año decidieron embarcarnos a los argentinos en la cuarentena más larga del mundo, no por razones sanitarias, sino por razones ideológicas, como hoy hasta admiten los más furiosos cristinistas a la luz de los resultados tremendos por lo cual se murió tanta gente como en los países que no aplicaron ninguna restricción pero se quebró medio país por haber aplicado todas las restricciones posibles.

Pues bien, ahora que ya no predomina la ideología porque ésta, junto a otras cosas, fue aplastada en las urnas, se decide actuar por electoralismo dejando otra vez de lado la cuestión sanitaria, y entonces se ordena abrir todo de golpe como si ya la pandemia hubiera terminado completamente. Incluso se elimina el barbijo en los lugares abiertos, una medida del todo innecesaria y que nada cuesta aplicar aunque más no fuera por la simple prevención ante lo que puede venir, a juzgar por lo que ocurrió en tantos otros países.

Es casi que por decreto se declara el fin de la pandemia en vez de marchar con las precauciones elementales por los riesgos aún no superados del todo. Claro que abrir está bien pero se lo debe hacer por etapas, contemplando en primer lugar las necesidades económicas de la población, en vez de dejarse llevar por las urgencia electorales de los dirigentes oficialistas que deben demostrar para dentro de 7 semanas que la Argentina ha recuperado el paraíso a fin de que el voto se de vuelta a su favor.

En fin, mucho cuidado con las tentaciones coyunturales de los triunfos precarios, porque pase lo que pase, a este gobierno aún le quedan -luego de las elecciones- dos años en los que debe seguir al frente de la nación argentina, y no vaya a ser que por querer ganar una elección en la que no se juega la vida ni la muerte de nadie, se juegue con la vida y con la muerte de todos nosotros. Mucho cuidado.

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