Análisis: Martín Soria, un kamikaze al servicio de la corona

Alberto tiene que decir que al nuevo ministro de Justicia lo puso él, porque no es kirchnerista. Algo que daría risa si no fuera que es para llorar. Una ofensa a la inteligencia de cualquier sentido común.

El nuevo ministro de Justicia, que reemplaza a la desplazada Marcela Losardo.
El nuevo ministro de Justicia, que reemplaza a la desplazada Marcela Losardo.

La versión “Alberto sublevado” habla de un presidente que durante una semana se resistió a nombrar a Martín Soria para negociar con Cristina poner alguien más racional y/o sensato, pero que la vicepresidenta se lo terminó imponiendo.

La versión “Alberto subordinado” habla de un presidente que desde el primer momento aceptó la imposición de la vicepresidenta de poner a Martín Soria pero que demoró una semana para que el futuro ministro arreglara unas pequeñas cuentas con la justicia de su provincia.

En un caso u otro, ganó holgadamente Cristina.

La excusa de que Soria no es kirchnerista no se la cree nadie, porque el hombre hoy expresa de manera cabal y contundente la concepción que sobre la justicia argentina (y sobre la justicia en general) tiene Cristina Fernández de Kirchner. La de que bajo el nombre de lawfare existe una conspiración política-mediática-judicial que busca meter presa a ella y a sus hijos por venganza al querer ella liberar a la patria, o algo parecido.

Fue esa, precisamente, la primera declaración pública que hizo el nuevo ministro: Cristina es inocente porque es víctima del lawfare, y como Cristina no quiere ser perdonada de los delitos que no cree haber cometido, habrá que cambiar a esta justicia todo lo necesario para que la declare inocente de todos los cargos.

Lo cual, en los hechos, implica un ataque frontal de un poder, el Ejecutivo, a otro, el Judicial porque sólo derrotando, humillando, cancelando a la Justicia se puede lograr ese utópico objetivo. Sólo a través de la guerra entre poderes.

Son tantas y tan contundentes las pruebas en contra de la familia Kirchner que no existe ninguna salida dentro del sistema político democrático republicano que las pueda cancelar y declarar inocente a la señora.

Como en la totalidad de las negociaciones entre Alberto y Cristina ocurridas desde que el primero fue nombrado formalmente presidente de la Nación, otra vez ha ganado ella y él ha actuado con obediencia debida reconociendo que una tiene todo el poder y el otro no tiene nada. Eso es un hecho, es algo fáctico, ya ha dejado de ser una mera opinión.

El pensamiento jurídico que alguna vez supo tener (o cuando menos defender) Alberto Fernández, lo expresaban con absoluta claridad Marcela Losardo, Vilma Ibarra y Gustavo Beliz. Quienes son la contracara absoluta, total y definitiva de Martín Soria. La ministra fue eyectada de su cargo de manera denigrante, a Beliz lo mandaron a cualquier otro lado, y a Vilma la están cubriendo a ver si resiste el embate cristinista. Y para mayor humillación, Alberto tiene que decir que a Soria lo puso él, porque el nuevo ministro no es kirchnerista. Algo que daría risa si no fuera que es para llorar. Una ofensa a la inteligencia de cualquier sentido común.

En síntesis, el copamiento del gabinete albertista continúa con prisa y sin pausa de modo que cuanto antes Alberto una sombra ya pronto será. Pocas veces en la historia argentina se vio tal desequilibrio de poder en el cual quien reina manda y quien gobierna ni reina, ni manda ni nada.

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