Pijuí, el pingüino de Magallanes que fue hallado en el patio de una casa en Santa Rosa de Calamuchita, regresó a su hábitat natural. El animal fue reinsertado en el mar junto a otros 15 ejemplares de la misma especie.
Esta especie es la más común de esta zona, pero según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) su estado actual es "casi amenazado".
Hace algunos meses, estos animales estaban en medio de su proceso migratorio, desde el sur de nuestra Patagonia hasta el sur de Brasil. En ese viaje, aparecieron en las playas de nuestra costa. ¿A qué se debe? La principal hipótesis es el factor humano.
Según informó diario Clarín, la sobrepesca en la zona disminuye el alimento disponible para estos animales.
En marzo pasado, una familia cordobesa se topó con uno de estos animales durante sus vacaciones en Miramar. Como lo vieron chiquito y lastimado decidieron subirlo a la camioneta y recorrer 1.100 kilómetros hasta su casa en Santa Rosa de Calamuchita. Lo pusieron en el jardín, sobre el pasto.
"Dedicábamos con mis hijos entre dos y tres horas por día en llevarlo a pasear al río. Cada cuatro horas se alimentaba. No tengo trabajo, pero vendí una Play Station para alimentarlo", contó Zulma Lucero a El Doce TV. Se encariñó tanto, que hasta le puso un nombre: "Pijuí".
Aunque su intención fuera buena, Zulma hizo todo al revés. Según los rescatistas, en ese jardín no había agua salada, como tiene su hábitat. La comida que le dieron no era la adecuada. El animal estuvo en contacto con perros, algo muy riesgoso. Y se acostumbró a seguir a las personas, mientras que lo ideal es tenerlo lejos del contacto humano.
Pasó en ese jardín 20 días, hasta que una vecina lo denunció a la patrulla ambiental de la Policía. Lo llevaron al zoológico de Córdoba, donde quedó en cuarentena, para luego trasladarlo a la Fundación Mundo Marino. Llegó deshidratado, flaco, con parásitos, y tuvieron que hacerle cuidados intensivos.
Llevarse un pingüino hasta Córdoba es toda una rareza. Pero, en distancias menores, hubo más casos, desde zorros que trataron como a perros, hasta lobos marinos que pusieron en piletas pelopinchos.
"Cada vez pasa más. Porque más gente viene a la Costa y porque son más los animales que salen. Entre animales silvestres y marinos, en 2018 entraron 20 casos por mascotismo", detalla el veterinario Juan Pablo Loureiro, director técnico de la fundación.
Muy por el contrario, si vemos un animal sobre la arena no tenemos que acercarnos, ni tocarlo. Debemos avisar a Prefectura Naval, para que llame al centro de rescate más cercano.
Estos "fabulosos 15" pasaron entre dos y tres meses en rehabilitación. Una vez que se pusieron fuertes, llegó el momento de reinsertarlos. En el proceso participaron unas 10 personas entre biólogos, veterinarios y técnicos. Les insertaron un chip en sus lomos. Servirán para identificarlos si aparecen en otro centro de rehabilitación.
¿Qué será de ellos? "Depende de la edad. Si son juveniles, se van a quedar posiblemente dando vueltas cerca la bahía, van un poco hacia el norte, un poco hacia el sur, hasta orientarse. Si son adultos, inmediatamente van buscar viajar hacia el Sur, la Patagonia, para ir a las colonias reproductivas", cuenta Karina Álvarez, responsable del área de conservación de la fundación.
"Fue muy emocionante, como siempre. Espero que esta vez les vaya bien, que no necesiten del ser humano para curarlos de alguna afección provocada por el desarrollo de nuestra civilización", cierra Pappo. Para él, fue una misión cumplida. Sus ojos lo dicen y su discurso lo confirma: pudo encontrar en cada uno de ellos esa mirada tan especial.