Jugar al fútbol al más alto nivel es un "sueño" que implica también una cuerpo y una disciplina de hierro, dejar de lado los estudios, su deseo de ser madres y luchar por probar su legitimidad en un ambiente que sigue siendo muy machista.
Cuando se pide cuál es el mayor sacrificio consentido para llegar hasta ahí, existen dos tipo de respuestas: las que dan las jugadoras en activo y las de las exjugadoras.
Así, la actual centrocampista alemana del Lyon Dzsenifer Marozsan responde: "Se llega gracias a un gran trabajo y disciplina".
La arquera de la selección francesa Sarah Bouhaddi añade: "Lo que es complicado es que estás fuera un fin de semana de cada dos, puedes partir 10 días con la selección. Después es verdad que tenemos casi todas las tardes libres durante la semana".
La delantera Delphine Cascarino admite: "Es verdad que haces sacrificios. Cuando pasé a profesionales tuve que dejar de lado los estudios y no fue forzosamente mi deseo".
"Pones entre paréntesis 10 años de tu vida para consagrarte verdaderamente a fondo a nuestra pasión", añade.
Mélissa Plaza colgó las botas hace dos años y por ello habla con claridad en un libro que acaba de publicar de ese cuerpo "que sólo existe para lograr un rendimiento".
"Hace falta que un novio encuentre tu cuerpo 'demasiado musculoso', mis caderas 'demasiado estrechas' para que tenga que enfrentarme de nuevo a la contradicción a la que se somete a las deportistas de alto nivel: "¿Cómo tener un cuerpo que rinda, sobreentrenado al punto de no ser más que músculos y corresponder a un canon de belleza femenino tan ridículamente exigido?", se pregunta.
Candice Prevost, antigua jugadora del París SG que llegó a ser cuatro veces internacional con Francia, recuerda de su vida al ritmo de cuatro horas diarias de deporte para llegar a ser profesora de Educación Física y los entrenamientos nocturnos con su club.
"Te las tienes que apañar cuando eres chica". El estatuto de jugadora profesional no fue reconocido hasta hace sólo 10 años y la mayoría no cobraba suficiente y, por supuesto, mucho menos que sus pares masculinos.
Pero "los sacrificios se ven después", asegura este mujer enérgica que ejercerá de comentarista durante el Mundial femenino que se disputará en Francia.
La vida privada, los niños, muy pocas se atreven a hablar. "Hace falta que tus parejas acepten que sus mujeres jueguen al fútbol y retrasen la llegada de hijos", analiza Isabelle Bernard, dirigente del Lyon femenino y fundadora del club de hinchas del equipo que acaba de proclamarse campeón de Europa femenino.
Muy pocas son las mujeres que son madres en plena carrera deportiva, cuando muchos de los futbolistas profesionales están casados y son padres de familia.
Hay que ir a Estados Unidos, donde el 'soccer' está muy bien implantado y la palabra más liberada, para ver a Sydney Leroux Dwyer que en marzo publicó en Twitter fotos del entrenamiento estando embarazada de cinco meses y medio. Su segundo hijo como jugadora de fútbol.
Una iniciativa que fue aplaudida, comenzando por su compañera, la estrella Alex Morgan, aunque también criticada... "en un 99% de casos por hombres", obligando a la jugadora del Orlando Pride a justificarse en un tuit.
"No me meto en situaciones en las que el balón pueda rebotar o tocarme. No hago carreras intensas y escucho a mi GINECÓLOGO (que me conoce mejor que aquellos que me dicen lo que no debería hacer con MI cuerpo", explicó.
Para Candice Prevost esta es la principal dificultad que encuentran todas las jugadoras del mundo: "El peso del patriarcado".
Tanto más en un universo como el fútbol donde los hombres son mucho más reconocidos. "No se nos da mucho y decimos gracias", lamenta.