Vacunagate, otro ejemplo de cultura de la impunidad

El inmoral todavía sabe lo que se debe o no hacer y usa hábilmente la mentira, el impune ha perdido incluso esa facultad. Se ha convertido en un amoral que además cultiva una profunda insensatez y necedad.

Vacunagate, otro ejemplo de cultura de la impunidad
Casa Rosada / Foto: Gentileza

“Eppur si muove” (“sin embargo, se mueve”): Galileo Galilei 1633 a raíz de su juzgamiento por el Santo Oficio de la Inquisición

Hoy esta frase expresa que aunque se niegue la veracidad de un hecho, este sucedió, es totalmente cierto y sigue estando ahí presente, inconmovible. Dicho de una manera más popular: es imposible creer que se puede tapar el sol con las manos, aunque es muy común que lo intentemos.

Hoy hacer política en todo el mundo, pero especialmente en nuestra sociedad, dadas las reglas de juego tan particularísimas que ha generado, obliga a desarrollar y cultivar una alta tolerancia a la aversión y el rechazo que genera nuestra conciencia frente al hecho de tener que realizar ciertas conductas, asumir ciertas valoraciones y tomar ciertas decisiones.

Ya Maquiavelo (siglo XVI), había notado que la acción política por su obsesiva persecución del poder termina muchas veces, conculcando toda consideración ética. Pero el impune es decir aquel que se ha acostumbrado a vivir y actuar dentro de una cultura de corrupción e impunidad ha perdido incluso esta facultad.

Así en un proceso lento pero sostenido de culturización por esa práctica política enlodada en la impunidad, va perdiendo paulatinamente su capacidad para poder distinguir entre lo que está bien o mal, lo legal o ilegal, lo esencial o secundario, lo superfluo o lo sustancial, lo correcto o incorrecto, lo que debe ser y lo que puede ser.

No es un inmoral, porque el inmoral todavía sabe lo que se debe o no hacer y usa hábilmente la mentira, el impune ha perdido incluso esa facultad. Se ha convertido en un amoral que además cultiva una profunda insensatez y necedad.

Por eso vemos todos los días con sorpresa, desengaño, desesperanza, ingenuidad, desencanto, frustración, decepción, depresión, preocupación o espanto que:

• un día se echa a un Ministro por lo sucedido con las vacunas VIP “porque con la vacuna no se jode” y luego se le oye decir, a la misma persona, “que todo es una payasada” ya que sólo algunos “se adelantaron en la fila”.

• se pueden cometer los actos de corrupción más impensados y luego pensar que se está siendo perseguido políticamente por una justicia vengativa y corrupta.

• se puede decir un día que el FMI es importante para afrontar la crisis económica y al otro sostener que es el principal causante de todos nuestros males.

• darse un abrazo con un ex presidente y luego acusarlo de haber causado “la mayor administración fraudulenta y de la mayor malversación de caudales que nuestra memoria registra”.

• es posible decir o pensar (es lo mismo): me vacuné porque “soy estratégico” para la Nación, la Revolución, La Causa, La Democracia, el País, la Historia o Mundo (da lo mismo).

• sostener que el “vacunatorio vip es un invento de los periodistas”.

• decir: me vacuné porque nunca “advertí que era algo incorrecto, que era el ejercicio de un privilegio”.

Esta impunidad lo que también aleja de la mente del impune es la posibilidad de reconocer sus errores, hacer alguna autocritica o pedir disculpas. Algo que está esperando, todos los días, cierto periodismo con exasperante ingenuidad.

Para pedir disculpas, enmendar un error, una acción o autocriticarse primero hay que aceptar conscientemente que se ha trasgredido “algo”, pero al no existir nunca una sanción correctora, el impune va construyéndose una mente impermeable a toda aceptación consciente del error, la equivocación o la culpa.

Simultáneamente el enojo, la violencia, la denostación del “otro” se transforma en la manera habitual de reaccionar frente a cualquier cuestionamiento por sus conductas.

Siempre “el otro” o los “otros”, serán los únicos responsables por lo que pasó, pasa o pasará.

Por último, esta impunidad estructural esta diseminada por todo nuestro territorio.

Es de imaginar las consecuencias, para el conjunto social, cuando tiene dentro de su clase dirigente una gran cantidad de estos personajes impunes, privados de un ejemplar castigo y gozando de una inmerecida libertad. Esa sociedad sencillamente se está condenando, a no tener ninguna posibilidad de algún futuro mejor.

*El autor es Licenciado en Sociología.

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