A fines de marzo la Unión Industrial Argentina (UIA) presentó un plan para terminar con la economía pendular, para ello diseñó una serie de propuestas orientadas a impulsar una nueva etapa de desarrollo productivo en el país. Plantearon cuatro objetivos a alcanzar en los próximos cuatro años.
La actividad industrial debe crecer un 27% para recuperar el máximo per cápita alcanzado en 2011 de US$ 3220.
Crear 268.000 puestos para alcanzar el ratio de 30,1 puestos por cada 1.000 habitantes logrado en 2012.
Crear 7.400 empresas exportadoras para alcanzar el máximo de 3,7 empresas cada 10.000 habitantes alcanzado en el año 2008.
Las exportaciones industriales aumenten al menos unos US$ 14.200 millones para retornar al máximo per cápita de US$ 950 logrado en 2011.
Alcanzar una tasa de inversión del 23% del PBI, unos 30 400 millones de dólares lograda en el año 2013.
Para lograr la recuperación de estos cuatro indicadores, la UIA plantea las siguientes políticas de Estado, que transciendan a los gobiernos.
Capítulo 1, esbozan 4 propuestas que van desde incentivos para inversiones industriales, tales como; amortización acelerada de inversiones hasta 3 años y doble amortización para inversiones en fábricas inteligentes que conduzca a una mayor productividad y mejor calidad, mecanismos laborales y fiscales para generar empleo formal, simplificaciones tributarias, desarrollo de pymes y por último promoción a las exportaciones.
Las propuestas son las que aplicaron todos los países que desarrollaron sus industrias. Un aspecto a resaltar, es la exportación, porque la sustitución de importaciones no dio los resultados esperados. Pero antes de discutir los incentivos, faltaría definir qué tipo de industrias necesita o puede desarrollar Argentina para su mercado interno e internacional.
Hubiera sido interesante que el documento de la UIA listase, de acuerdo a su experiencia y conocimiento, que se debe priorizar, tanto en la industria pesada, bienes de capital, química, electrónica y otras. Estas son industrias intensivas en capital, con mano de obra calificada y tecnología avanzada. También está la minera y el desarrollo industrial del litio. Evidentemente esto requerirá inversiones del Estado donde el capital privado lo ve con alto riesgo. Otras deberán ser inversiones de capital privado y nacional. Hay informes que de las 500 grandes empresas, un 60% pertenece a corporaciones extranjeras, las cuales repatrian anualmente sus ganancias complicando la acumulación de dólares que necesita el país para pagar la deuda y reservas. Si queremos avanzar en la frontera tecnológica, la deberemos hacer con industrias nacionales. Hay capitales privados argentinos en bancos del exterior, algunas fuentes citan hasta unos US$ 400 000 millones, suficiente para afrontar algunas de estas inversiones. Hay que hacerse la siguiente pregunta, ¿Puede el Estado realizar fuertes inversiones, cuando por la renegociación de la deuda con el FMI contraída por el gobierno anterior, tiene limitado su gasto para los años venideros? ¿Está en condiciones el Estado de promocionar exportaciones o incentivos fiscales cuando debe afrontar una enorme erogación de dólares para la deuda?
Capítulo 2, desarrolla el Plan de Infraestructura Federal para mejorar y ampliar la red de transporte vial, ferroviario, fluvio-marítimo y aéreo con mejoras y también ampliaciones de los pasos fronterizos para incentivar exportaciones. De la misma manera, se necesita ampliar la red de gasoductos con la construcción de plantas de gas licuado, oleoductos y red de alta tensión. En cuanto a los servicios de telefonía celular e internet en 3G/4G propone la ampliación de la conectividad en las zonas industriales, impulsando además el desarrollo de 5G y la comunicación satelital para uso agropecuario y minero.
Lo enunciado en este capítulo es una necesidad impostergable para lograr no solo las metas listadas sino también para un desarrollo sostenido de industrias diseminadas por todo el país. Para lograr dicho plan se requiere una planificación, de lo más urgente a lo menos y definir quiénes serán los actores. Algunos serán privados, puesto que la telefonía celular e internet está en manos privadas. Otros estarán en manos del Estado, nacional o provincial, como la mejora y ampliación de la red vial. El punto importante, y no lo esboza el plan, es cómo se financiarán estas obras que requieren fuertes inversiones. Aquí vale lo dicho en el punto anterior. En mi opinión el plan es muy amplio y ambicioso, no digo que no deba hacerse planes, sino que deben hacerse con la realidad que nos toca vivir como país. Tenemos potencialidades, pero también tenemos condicionamientos del FMI. Debemos poder financiar investigación y desarrollo, el informe de la UIA compara la nuestra, de 0,5% del PBI con Brasil, que tiene el doble. Debemos tener altas tasas de ahorro interno e inversión. Los bancos deberán tener un rol más activo en créditos para inversiones a largo plazo, experiencia casi inexistente en nuestro país. Para ello debemos bajar drásticamente la inflación a un dígito, que el mismo FMI la define como multicausal, es decir es tarea de todos los actores económicos, privados y públicos. También es necesario limitar el endeudamiento externo que nos provoca grandes distorsiones y una sangría importante de dólares.
Es posible que el conflicto entre Rusia y Ucrania termine provocando un nuevo Orden Mundial y se logre un multilateralismo más activo. Hay que estar preparado, porque puede darnos oportunidades que la Guerra Fría nos negó al no estar Latinoamérica entre las prioridades geopolíticas de Occidente, como si la tuvieron países de Asia. Los dirigentes empresarios y políticos deben ir abandonando cierta ortodoxia liberal y buscar una complementación pública-privada que nos saque del atolladero.