La corrupción es mafia, y la mafia responde al que la denuncia con hechos mafiosos. De alguna manera las personas, las instituciones, las empresas saben que al denunciar corrupción, sobre todo en grande, será inevitable la represalia mafiosa.
A través de mi experiencia he escuchado confesiones de personas que por el lugar donde trabajaban veían a sus superiores coimear abiertamente, con enriquecimiento groseros.
Gran ejemplo fue lo que le paso al contador Alberto Monetti con los famosos Vale Más: su denuncia le costó un calvario de años, que nadie quiere padecer.
En otras oportunidades, empresarios son coaccionados a pagar coima presionados por la responsabilidad de tener muchos empleados y familias a su cargo.
En temas donde no hay plata, pero están en juego principios republicanos, donde hay que defender la Constitución y sus valores, también aparece la mordaza. La mordaza es la regla, solo la Justicia y los órganos de control podrían actuar sin temor, pero para ello necesitan ser independientes y confiables en su actuar, -situación que hoy día no se da de acuerdo a las encuestas que se publican.
Los políticos, para protegerse, se resisten a la legislación de la mejor herramienta que puede existir en la lucha contra la corrupción: la denuncia anónima seria, fundamental para la protección de los ciudadanos.
Conclusión, tenemos una sociedad amordazada y sin la posibilidad de la denuncia anónima, con una justicia y órganos de control que carecen de la confianza de la gente que ven que no pasa nada. Hoy la única posibilidad que hay, es esperar el despecho político o amoroso para que aparezcan denuncias graves como están saliendo por la guerra sucia entre los políticos.
* El autor es abogado.