Hace 8 años, el 10 de mayo del 2015, este medio me publicó una opinión bajo este título, y a pesar del tiempo que ha pasado, poco y nada ha cambiado.
La corrupción sigue, el informe más actualizado de Transparencia Internacional que mide la corrupción de los países, ubica a la Argentina con altos índices y por más circo que hagamos, Mendoza no es la isla de la transparencia. Para los candidatos locales pareciera que sigue siendo un tema tabú la corrupción. Ninguno reconoce que exista, o cuál es su magnitud, cuáles son sus principales focos, y cómo la combatirían. Por algo será.
Sé que mis opiniones pueden resultar, por quien las dice, indiferentes para aquellos políticos que puedan ser afectados y para la opinión pública, pero a continuación les transcribo parte de una entrevista de este año a la autoridad máxima en temas de corrupción mundial, la presidenta de Transparencia internacional Delia Ferreira Rubio. Si ya no reflexionan sobre los dichos de esta funcionaria de primer nivel, poca esperanza queda.
–¿En la Argentina hay una demanda social de lucha contra la corrupción? ¿Cree que hay conciencia de su impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos?
–La corrupción está en la base de todo lo que funciona mal, porque obviamente si yo utilizo mal los recursos públicos y los pierdo en corrupción, eso implica peor educación, peor salud, peores vacunas, peores respiradores –para ponerlo en tema con el COVID–, peor infraestructura. La corrupción nos afecta a todos porque el dinero que se pierde en corrupción no es de un empresario, es la plata de nuestros impuestos que debería estar al servicio de los ciudadanos. Cuando se producen escándalos de corrupción, las demandas por integridad, transparencia y controles suben en la población, pero obviamente no es la única demanda en países como el nuestro. ¿Qué porcentaje de la población está realmente preocupado por la corrupción? ¿Qué porcentaje se maneja con el slogan “roban, pero hacen” o “roban, pero me dan un subsidio” o “roban, pero me dan los contratos”? Si seguimos votando corruptos, condenados, enjuiciados, sospechosos o participantes, el mensaje que la ciudadanía les está dando es “sigan adelante muchachos”. Lo que tenemos que saber es que las víctimas de la corrupción somos nosotros. La corrupción hace que te mueras en el tren que te traía a trabajar o el día que fuiste a escuchar a tu grupo de rock preferido. El día que nos demos cuenta de eso la demanda va a ser mayor–En los gobiernos con altos índices de corrupción, las instancias de control están colonizadas, neutralizadas o desarticuladas, y los tribunales, cuestionados.
–¿Cuánto obstruye en la lucha contra la corrupción la judicialización de la política y la politización de la Justicia?
–Obstruye mucho. Sobre todo, los últimos intentos de tratar de atacar la independencia del Poder Judicial. Lo estamos viendo con este show del juicio político a la Corte en la Cámara de Diputados, un show absolutamente violatorio de las normas constitucionales. En general, cuando la política no puede resolver los conflictos y los lleva a la Justicia, saca la discusión política democrática de su ámbito natural. Y lo que tienen que hacer las autoridades políticas –como todos los ciudadanos– es respetar los fallos de la Justicia. Esto no es un círculo vicioso, es una espiral: mala calidad de las instituciones, más corrupción. Más corrupción, peor calidad de las instituciones. Y cuando me refiero a instituciones democráticas no me refiero solo a los jueces, los fiscales, el parlamento y la presidencia. Me refiero en sentido global: respeto a la libertad de prensa, a la libertad de opinión y de pensamiento, respeto a la existencia de la oposición y la libertad de asociación, y la no utilización del poder para perseguir al que piensa distinto o al que investiga.
–¿Qué le sugiere que la Argentina tenga 38 puntos, cerca de países como Etiopía, Moldavia, Marruecos, Brasil?
–Significa que tenemos un mayúsculo trabajo que hacer para solucionar este problema, que supone que tenemos que trabajar fuerte también en solucionar nuestros déficits democráticos. Además, hay que mejorar el acceso a la información pública. Además, hay que trabajar en materia de Justicia para que los juicios no duren veinte años y que las sanciones sean efectivas porque si no el mensaje que damos es que no hay sanción. Tenemos una cultura “cambalache”, donde todo es lo mismo, nada es mejor. Entonces, tenemos también que trabajar en construir ciudadanía. Las víctimas somos nosotros: somos los que pagamos los impuestos y somos los que los votamos para que hagan un trabajo, no para que se transformen en nuestros capataces.
La corrupción es un fenómeno mundial que causa pobreza, obstaculiza el desarrollo y hacer huir a la inversión. También debilita los sistemas judiciales y políticos que tendrían que estar al servicio del bien público.
Finalizo reiterando el grafiti con que termine hace 8 años mi nota: “Se necesita sangre para todos los argentinos, tipo San Martin”.
* El autor es abogado.