El mes pasado falleció en Chacras de Coria el ingeniero agrónomo Giorgio Tacchini, quien se desempeñó en tres periodos diferentes, como decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo.
Fue profesor de Fruticultura en el Liceo Agrícola y Enológico, donde muchos tuvimos el privilegio de recibir sus enseñanzas.
En realidad, más que profesor, era un maestro y académico, y sobre todo educador.
A todos nos impresionaban sus clases, por su vocación docente, su conocimiento de la materia, y su trato afable.
Nos llamaba la atención, que, habiendo emigrado a nuestro país desde su Italia natal, nos hablara de nuestro país y de nuestra Provincia, con una visión exultante del futuro que teníamos ante nosotros.
Por ello, debíamos estudiar con ahínco, esforzarnos, y trabajar sin desmayos en el futuro.
Solo así lograríamos alcanzar el progreso y el desarrollo de nuestro país.
Con ligereza pensábamos que esos consejos eran el resultado de la guerra que había conocido en su país de origen.
Muchos años después, la actividad académica nos reunió “en su Facultad de Ciencias Agrarias”.
En esa época el Derecho y la Administración del agua, y su vinculación con la legislación ambiental, ocupaban mi tarea docente.
Para ese entonces el ingeniero Tacchini había ampliado con erudición sus conocimientos agrícolas y económicos, su visión de la economía mundial agropecuaria, y naturalmente de nuestro país.
En su cátedra había introducido los problemas del agua y sus efectos ambientales, por lo que me invitó a colaborar en su tarea.
Sus clases enriquecieron mis conocimientos, continúe aprendiendo con sus lucidos enfoques y comentarios, la función y disfunción del Estado en la Economía, la función esencial de la administración pública, el impacto de las nuevas tecnologías en la producción agrícola, y en las exportaciones, las transformaciones del comercio internacional, los problemas del ordenamiento territorial y su planificación.
Cuando dirigió la publicación “Mendoza en el 2000″ una obra valiosa en su contenido, tuvimos la ocasión de discutir nuestras diferencias.
Sin embargo, ese cambio de ideas, como muchos años antes, me enseñó que era posible sostener con respeto y educación ideas opuestas y confrontarlas; que es posible coincidir en objetivos comunes de bien público.
Por eso cabe afirmar que más que un educador era un maestro, amante del uso de la tierra, y convencido que solo la educación y el esfuerzo del trabajo continuado en el tiempo, hacen posible el progreso de las sociedades.
El ingeniero Tacchini recibió en vida diversas distinciones honoríficas y académicas por su tarea.
A los hombres de bien que sirven con generosidad y talento a su país, los gobiernos acostumbran a honrarlos bautizando con su nombre una escuela, una plaza, un canal, o una calle; es un modo para que el tiempo y el olvido no menoscaben la obra de bien que llevaron a cabo.
Los ciudadanos de Mendoza confiamos que el Gobierno provincial, la Municipalidad de Luján de Cuyo o la Universidad Nacional de Cuyo, honren de algún modo la obra y la personalidad del doctor ingeniero Giorgio Tacchini, ciudadano ilustre de la Provincia.
* El autor es Académico. Ex senador nacional. Experto en Derecho del Agua.